Sociedad civil vs desobediencia civil (Parte 2)

Henry David Thoreau

Por Dra. Zaida Alicia Lladó Castillo

Las cosas no cambian, cambiamos nosotros”:

Henry D.Thoreau

El término “desobediencia civil”, se le atribuye a Henry David Thoreau, (1817-1862),  filósofo estadounidense nacido en Concord, Massachusetts, EEUU,  a principios del siglo XIX, formado en la Universidad de Harvard. Hombre que criticó severamente a través de sus ensayos, las formas de gobierno estadounidenses y de ahí que sus argumentos sostuvieran la conveniencia del no-gobierno –en sentido peyorativo–, cuando el mismo no era lo mejor; por ello sus ideas y lucha fueron para combatir al mal gobierno. De ahí que expresara: “el mejor gobierno, es el que no gobierna en absoluto…y cuando los hombres estén preparados para ello, ese es el gobierno que tendrán”. Pero el argumento no iba en el sentido de la ingobernabilidad, sino de resaltar que cuando los hombres civiles estuvieran preparados, cultivados y conscientes para auto-organizarse y auto-dirigirse, se le amarrarían las manos al mal gobierno obligándole a perfeccionarse para ser coadyuvante del ciudadano en el servicio.

Su lucha estuvo justificada en cierta forma, pues le tocó vivir una época de injusticias, discriminaciones y desacuerdos entre los mismos ciudadanos estadounidenses y contra otras naciones que buscaba ese país dominar.  De ahí que lo cuestionara y se opusiera al maltrato que sufrían los esclavos de su país y al estado de guerra declarado contra México. Cuestionó el poco sentido que tenían las guerras, porque las consideraba demostraciones de sometimiento irracional del gobierno poderoso contra los ciudadanos. Criticó a los que encabezaban el mismo, que aun a sabiendas de su baja moral, eran confundidos por las élites como “buenos gobernantes”.

Por ello hacía la distinción y enaltecía el valor de los patriotas, mártires, reformadores en el amplio sentido y los hombres que servían al Estado con consciencia y honestidad, mismos que cuando se resistían a caer en la perversidad y la corrupción, eran tratados por el propio gobierno como enemigos. Su base esencial fue entonces el rechazo al gobierno que olvidaba su compromiso con la sociedad y por lo contrario, enaltecía al ciudadano que se expresaba con valentía pacíficamente, porque sus ideas sería siempre su mejor arma para tomar consciencia de la realidad, para evaluarla, realizar los cambios y organizar a la sociedad.

Por ello Thoreau fue inspiración de grandes líderes como Ghandi, Tolstoy, Martin Luther King, que no coincidían con la violencia como método para reclamar lo justo. Kennedy, John Muir, Proust, entre otros, también asimilaron y tomaron como propias sus obras. Entre ellas dos muy valiosas: Walden [1] o la vida en los bosques, en la  que describía su estancia en contacto con la naturaleza en ese poblado y Desobediencia civil[2], ensayo sobre la importancia de resistir de manera no-violenta a los gobiernos injustos.

Pero la desobediencia civil, es un concepto que ha tomado diferentes dimensiones y denominaciones. Con Gandhi, se concibió como revolución pacífica, con Martin Luther King, como movimiento anti-segregación racial, luchando contra la discriminación y a favor de la igualdad de derechos en los EEUU de Norteamérica. Otros líderes en el mundo lo tomaron como revolución social, etc. pero todos esos esfuerzos, no se puede negar, que hayan tenido efecto en sus países y en el mundo.  A partir de ésta se han logrado cambios importantes en los sistemas sociales, económicos y políticos; se ha logrado detener inercias, debilitar regímenes, ver caer corrientes ideológicas y políticas,  transiciones políticas civilizadas, cambios en las constituciones y en  los estilos de gobernar y de actuar de los propios individuos y de sus naciones, etc., y pongo algunos ejemplos:

1.-El movimiento estudiantil de 1968 en México, que hizo patente el error gubernamental, de pretender someter la expresión pública a través del abuso del poder y que tuvo sus repercusiones en los estilos de ejercer el poder político en adelante. Ello, derivó en el nacimiento de una juventud mexicana más demandante pero también consciente, en el multipartidismo, en la libertad de expresión y opinión –garantía que hoy se respeta por sobre todo– y en la forma de direccionar el Estado sus marcos jurídicos y constitucionales, hacia nuevas formas de servicio y de inclusión de la sociedad.

2.-Igualmente, recordemos las “Revoluciones de 1989” en Europa contra los regímenes comunistas. Época revolucionaria pacífica que recorrió toda su parte central y oriental, desencadenando el derrocamiento de los estados socialistas en unos cuantos meses. Polonia con el movimiento laboral “Solidaridad”, que permitió –después de las elecciones de 1989—que surgiera en ese país el primer gobierno no comunista–después de 38 años de ostentarlo–, elevando a su líder máximo, Lech Walesa, como Presidente. En Alemania Oriental, recordar la caída del Muro de Berlín en noviembre de 1989. En Checoslovaquia, la represión de la manifestación de estudiantes en Praga, que llevó a la rebelión y a la formación del famoso Foro Cívico, que unificado a una serie de huelgas concluyó con la caída del Partido Comunista en el poder, llegando al mismo los líderes del Foro. Hungría, que permitió en ese año, la modificación de la Constitución de 1949, resultando una nueva serie de leyes que dio origen al multipartidismo y a que se reformara drásticamente el Estado. Bulgaria, cuyas manifestaciones llevaron a la caída del Partido Comunista y la llegada de un reformista, que iniciaría el camino hacia la democratización. En Rusia, con la Perestroyka y la Glasnost, que en 1989 acaba con el monopolio del partido comunista y lleva al pluripartidismo, haciendo renacer los viejos nacionalismos que llevarían finalmente a la fragmentación del país y a la desaparición de la Unión soviética[3], etc.

3.-Otro ejemplo emblemático fue en los EEUU, la desobediencia civil de los jóvenes, que se manifestó pacíficamente, principalmente contra la guerra de Vietnam, desde 1969 hasta iniciada la década de los 80 tomando diversas formas de expresión destacando innumerables manifestaciones,–recordando la de 1971 de 500 mil personas en Washington–,  expresando su rechazo a la violencia y la intervención de los Estados Unidos en ese país. Tal desobediencia, provocó también una revolución social y sexual que emprendieron los jóvenes de la época —adultos del presente—adoptando modas como el “hippismo” que repercutió  en su forma de vestir, bailar, interpretar la música, etc., pero que también tuvo consecuencias negativas al llegar a los excesos en la libertad y el vicio, tomando como bandera el rechazo a los atavismos y prejuicios sociales o políticos, aspirando a una sociedad sin límites.

Pero en lo general, no se puede dudar de la importancia de esas formas de resistencia sosegada, de las que se obtuvieron más ventajas que desventajas en favor de la propia sociedad. Porque la desobediencia no sólo fue en la calle, sino en la forma de pensar de las mujeres y hombres, éstas que se volvieron más seguras e independientes y ellos que asimilaron el hecho de compartir otros roles en su convivencia. En suma, que permitieron cambiar el equilibrio del poder en todas sus formas y espacios públicos y privados donde se aplicara.

Otro autor que ofrece su aportación al concepto de desobediencia civil es John Rawls (1921-2002), y lo planteaba así: “constituye un acto público no violento, consciente y político, contrario a la ley o a los programas de gobierno”. Y lo analizo por partes:

Acto público, porque si lo que se desea es hacer un cambio social o político, no puede hacerse en el ámbito de lo privado, tiene que hacer que la sociedad participe. No violento, porque el simple concepto “civil”, lo ubica en la no violencia, pero el hecho de que no lo sea, no quiere decir que no sea emotivo o combativo. Es decir, renuncia a la coacción del gobierno, pero da garantía al respeto a la integridad física y moral de la sociedad al actuar dentro de los límites constitucionales y legales para no lesionar la libertad de otros. Político porque al resistir, sin duda, va a contrariar a quien detenta el poder, por lo tanto es un acto justificado y dirigido por principios políticos[4]. Consciente porque la intencionalidad del acto es provocar un cambio, modificación o constitución de la Ley o la acción del gobierno y ello requiere que los demandantes estén claros de lo que quieren y objetivos y racionales en su actuar. Contrario a la Ley y a los programas gubernamentales, es decir, que para que haya un acto intencional con esta dirección, es porque la Ley misma es injusta o el resultado de la acción del gobierno es ineficiente. Luego entonces, ello no implica la lucha o confrontación agresiva frente al Estado, sino que es una opción sutil de hacerle ver a éste–en cualquiera de sus figuras–, que hay elementos y formas que tiene que cambiar cuando no está haciendo bien las cosas, pidiendo la corrección del error, daño u omisión, y castigando a quienes no responden a la confianza. Por eso el Estado no puede ver como enemigo a quien le refuta con razón, porque de acuerdo Thoreau, “solo es de hombres valientes los que hablan con la verdad al gobernante y exhiben al corrupto”.

Por eso, agregaría a lo anterior otra característica a la definición. La coherencia de la protesta y los argumentos morales de quien la realiza. Porque la desobediencia no tiene mayor efecto, si lo que se reclama es algo infundado,  inmaterial o inviable o si quien lo hace no posee credibilidad o es un ser protagónico sin calidad moral que busca privilegios. Por ejemplo: no podemos comparar la credibilidad de una multitud de padres de familia de la guardería ABC de Sonora que salen a las calles a exigir justicia, teniendo la razón porque son los directamente afectados y han sido marcados por una tragedia. Comparado, con los que se manifiestan tomando las avenidas para desquiciar el tráfico, sin tener un objetivo preciso de su lucha o los líderes mercenarios que sacan a sus huestes para negociar y sacar una ventaja económica o política a través de un movimiento. Eso no es desobediencia civil, eso es negociación o comercialización civil, vulgar. Porque no se está buscando la justicia, se está negociando con el gobierno para seguir siendo parte de la inmoralidad y de la acción gubernamental desvirtuada.

Rawls,[5] en su libro “Teoría de la Justicia”, inspirado seguramente en Kant, Rousseau y Look mencionaba: “una sociedad justa no está sometida a la negociación política ni al cálculo de interés social…la verdad y la justicia no pueden ser transables”. Y coincido con ello, porque si éstas estuvieran sujetas a transacción, perderían justamente lo que las hace valiosas: su esencia moral. Luego entonces, la Ley tiene que ser justa y por ende moral y quienes la aplican más. Porque los ciudadanos están ávidos de ello y el Estado debe ser el primero en garantizarlo.

Por eso Rawls, supeditó el recurso de la desobediencia civil, a tres actuaciones[6]:

a) Se debe limitar a casos claramente injustos, que afecten la libertad, la igualdad o la violación a los derechos humanos o a los recursos del estado.

b) Deben haberse agotado previamente todos los recursos legales disponibles, puesto que la desobediencia civil, es el último recurso para alcanzar los objetivos propuestos.

c) Debe respetarse el límite que impone la aceptación del marco legal constitucional; consecuentemente los actos de desobediencia civil, no pueden alcanzar dimensiones que los pongan en peligro o riesgo.

De ahí la distinción de la desobediencia civil, con la resistencia agresiva y delincuencial, que observamos a menudo en las manifestaciones públicas en nuestro país. Individuos que se infiltran las marchas y manifestaciones, que inician pacíficas—y las desvirtúan para cometer actos vandálicos y delincuenciales a su paso.  Y lo hacen cobardemente con el rostro tapado, agrediendo,  alterando el orden de la ciudad, destruyendo patrimonios ciudadanos y culturales, etc., y poniendo en riesgo la integridad física de los manifestantes y de la población. Esos casos son muestras de resistencia violenta, delincuencial, barbarie y debe ser castigada con todo el peso de la Ley.

Hoy la desobediencia civil, nos da diferentes muestras en las llamadas revoluciones políticas pacíficas, que algunos países hoy han emprendido en el mundo. Algunos para resolver conflictos internos y otros para justificar luchas separatistas o contrarias a los regímenes imperantes. Y lo podemos ver en países Árabes, Europeos, Asiáticos y en Centro y Sudamérica.

Por eso la desobediencia civil, en el presente –y para el futuro– habrá de tomar otras formas y dimensiones. Y al respecto me pregunto: ¿Acaso sea tan difícil en estos tiempos distinguir a los nuevos pensadores, a los ideólogos, a los reformadores modernos de la sociedad y la política, hombres y mujeres capaces, con valores, con calidad moral en su opinión, visión y acción positiva? ¿Quizás nuestra visión esta tan deforme y haga que nos cueste trabajo distinguirlos? ¿Acaso le estamos negando la oportunidad a quienes tendrán en sus manos las revoluciones sociales e intelectuales del presente y futuro? Quizás los tenemos enfrente y no los queremos ver ni reconocer.

Por eso el poder ciudadano en la actualidad está basado en la preparación, porque solo a partir de ella se piensa, expresa y organiza mejor. Y por otra parte, el gobierno debe perfeccionarse siempre. Porque un gobierno que escucha, que da respuesta eficiente y oportuna a su comunidad, es un gobierno que está a la altura de las expectativas de su pueblo. Por eso la desobediencia civil no debe verse como “piedra en el camino”, sino como un acicate que nos recuerda a todos, que el ser humano piensa y actúa –individual y socialmente–, que puede valorar de manera diferente y que cree en los acuerdos pero  también en los buenos resultados.

Sin duda, hoy existe una sociedad civil, que no desea regresar a los tiempos del sometimiento y del confinamiento de su libertad, porque–tarde o temprano—habrá de reclamar sus derechos, pues su aspiración natural será siempre vivir en mundo donde prevalezca la justicia, la seguridad, el respeto y el logro de oportunidades a favor de su persona y de su comunidad. Y esas, serán razones suficientes para levantar la voz en cada momento de la historia.

Gracias y hasta la próxima.


[1] Thoreau, D.T. (1997) , Walden , Beacon press.

[2] Thoreau, D.T. (1980) Desobediencia civil, primera edición en Español, Ed. Cábala, Argentina. Reeditado en Medellín, Colombia en 2008.

[3] Gorvachob, la Perestroika y el hundimiento de la URSS, http://bachiller.sabuco.com/historia/Gorbachov.pdf

[4] Cortina, A., (1998) 10 Palabras Claves en Filosofía Política, ed. EVD, Navarra España.

[5] Rawls, J., (1978), Teorías de la sociedad, ed. FCE. En Cortina A.

[6] Ibid.

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