Duarte arrastra al PRI a la derrota

Por Eduardo Coronel Chiu/AZ Diario


Todo indica que el candidato del PRI a gobernador, Héctor Yunes Landa, tiene más que claro en este momento que su peor enemigo y mayor obstáculo para ganar la elección en junio próximo no es ninguno de los candidatos de la oposición –no es su primo Miguel Ángel, ni Cuitláhuac, menos Bueno Torio o Méndez de la Luz–, sino el mismo gobernador emanado de su partido, Javier Duarte.


El rechazo general que se observa entre numerosos sectores sociales al gobierno de Javier Duarte, se anticipa arrastrará a la derrota al candidato del PRI. Es sencillo constatar el juicio negativo que prevalece en Veracruz sobre la gestión de final desastroso de Javier Duarte, platique con alguien en la calle, lea noticias o pregúntese si hoy está mejor que hace cinco años que llegó a gobernador Duarte.


Lo cierto es que hay en el ambiente un sentimiento por agravios directos, incumplimiento de compromisos, omisiones de pago, desatención de demandas, así como la percepción de situaciones de falta de mejoría económica, inseguridad, incompetencia y corrupción.


Frente a ese repudio que no se duda habrá de manifestarse en las urnas, es muy iluso confiar que el PRI y sus aliados podrían ganar como la minoría mayor; si y sólo si, el mayoritario voto en contra se dispersa entre los varios candidatos de oposición y ninguno consigue superar la pequeña porción del PRI. Es un escenario muy riesgoso, apostar a la fragmentación del voto opositor, en vez de intervenir para eliminar al factor clave de repelencia a la marca.


¿Lo sacan o no?


No ha salido el PRI de Veracruz todavía de la crisis en que se ha metido a causa de la reciente exhibición a su gobernador, Javier Duarte, como cabeza de un gobierno corrupto e irresponsable que ha desviado fondos federales por 35 mil millones de pesos, como se los restriega públicamente a Duarte el Auditor Juan Manuel Portal.


Se admita o no, es claro que hay ahora en el círculo del poder político del PRI-Gobierno Federal y la estrategia electoral para Veracruz que tiene en la agenda de toma de decisiones la permanencia o no de Javier Duarte como gobernador. Y, por cierto, esa decisión no le corresponde al gobernador.


Duarte está abandonado políticamente. Es obvio que el presidente Peña lo hizo a un lado en la sucesión (era falso o lo engañaron, cuando contó de que el sería el gran elector por delegación presidencial), y no es de ninguno de los grupos políticos nacionales que toman decisiones y se acomodan para mantenerse en el poder. No es tampoco del grupo hacendario de Videgaray, nunca llegó el salvamento, ni de Osorio Chong de Gobernación. El cónsul Fidel, desterrado a Barcelona, poco puede hacer por él.


Pero hay aún titubeos en el área central acerca de si lo sacan o no, cuándo y cómo. Hubo reacción al daño de los misiles de la ASF, cambiaron el discurso, el presidente del CEN del PRI, Manlio Fabio Beltrones, y el candidato Héctor Yunes Landa, antier parecía que había sentencia de salida, pero ayer Beltrones matizó su mensaje rescatando un poco al gobernador –se presume hubo alguna intervención política, se atribuye al secretario de Gobernación que citó a Duarte a acuerdo anoche.
A diferencia de las risotadas con que suele festinar sus ocurrencias, la imagen tomada anoche de Javier Duarte en la antesala del secretario de Gobernación, Miguel Osorio Chong, era del sentenciado.


Héctor confronta a Duarte


Mientras Beltrones tuvo que recomponer su juicio de desahucio sobre Duarte, el candidato Héctor Yunes calculó que no debe bajarle al cuestionamiento al gobernador y entre líneas se ve sigue empujando para que se vaya.


En una entrevista de radio no soltó el tema de los desvíos de fondos federales que la ASF imputa al gobierno de Duarte. “Demando que Javier Duarte aclare dónde están esos 35 mil 400 millones de pesos que mandó la Federación a Veracruz y que no los vemos por ningún lado”. Puso en contexto electoral, de riesgo de derrota los señalamientos de corrupción: “los priistas nos sentimos agraviados porque esto viene sucediendo en un gobierno emanado de mi partido”. “No estamos dispuestos a que por una bola de pillos vayamos a perder la elección este año. Él (Duarte) es el jefe de este gobierno, es el que tiene que responder… si no están invertidos o en cuentas, alguien se los robó”… “la cárcel es su destino”…


El día anterior el gobernador Duarte contó en entrevista que él mismo le había sugerido a Héctor Yunes que lo criticara, como si se tratara de una farsa, una función de lucha libre con piquete de ojo de mentiritas.


Ya se verá qué resuelve el PRI, hay reconocimiento de la carga negativa electoral que representan Duarte y su gobierno; no se ve que comprendan de fondo el rechazo a Duarte y su proyección como voto en contra del PRI. Si creen que será suficiente con deslindarse y criticarlo, sin removerlo y tener un plan de rescate financiero y político, parecen errados. El 5 de junio les dará la respuesta.


Estas ruinas que ves

El gobierno de Duarte colapsó al final del quinto año y su último tramo lastimero es de agonía con pataleos que generan más animadversión. Dilapidó no sólo su capital político sino el equilibrio en la finanzas, sobre endeudó al estado, no contuvo el gasto –benefició a unos pocos, entre los proveedores y constructores, drenaron las arcas hacia cuentas personales y ya no les alcanzó para el último año–; se derrumbó la fachada. Ahora debe a todos, tanto del sector privado, empresarios, constructores, prestadores de servicios, social, beneficiarios de programas, pensionados y al sector público institucional; regatea cuentas y no suministra los recursos autorizados en el presupuesto, como a la Universidad Veracruzana, al Poder Judicial, al OPLE y a otras muchas dependencias, pone en riesgo los servicios públicos. Ya se tenía la percepción de enriquecimiento del grupo gobernante, pero ninguna autoridad lo había constatado, hasta que colmaron a la Auditoría Superior de la Federación.


A Javier Duarte se le fue el gobierno de las manos. Su tiempo acabó, aunque siga aquí.

Está pero con la carencia de instrumentos, de legitimidad y de apoyos, ya no gobierna; le quedan algunos espacios si quiere para el autoritarismo. Es menos que un pato cojo (lame duck).

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