Héctor Yunes, atrapado por la corrupción de Javier Duarte


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Por Mussio Cárdenas Arellano/Informe Rojo

Ni un minuto. Ni un instante. Nunca ha sido ajeno Héctor Yunes a Javier Duarte, suya la complicidad, suyo el silencio, suyo el disimulo ante el desastre veracruzano, devorado el gobierno por la corrupción, el saqueo de las arcas públicas, la riqueza malhabida, el cinismo del que ostenta con soberbia mientras ve a su pueblo empobrecido.

Llega Héctor Yunes al final de su campaña atado al gobernador de Veracruz, simulando que no son cuates, y cómplices, uno arrasando con los bienes del estado y el otro pregonando que “Javier Duarte es mi jefe político”.

Su deslinde es increíble porque nadie lo cree, ni le cree. De palabra pregona el senador con licencia que cuando llegue al poder —si es que llega— habrá de ajustar cuentas, aplicar la ley, ejercer la justicia, refundir en la cárcel a quienes dispusieron de los bienes públicos, quienes traicionaron a los veracruzanos. O sea, sus amigos.

Tres días le quedan al candidato del PRI al microgobierno de Veracruz para venderse y su escenario va de lo patético a lo fantasioso, entre atisbos de derrota y pincelazos de angustia, lanzando encuestas a modo, presumiendo que gana porque gana, mientras escucha a César Camacho, el líder cameral priista, decir que la elección está cerrada y que la pelearán en los tribunales. ¿Y los seis puntos arriba?

Inolvidable su cierre de campaña. Inolvidable porque a nadie se le habría ocurrido verse aplaudido por la Corcholata, alias Carmen Salinas, una actriz-diputada de películas de burlesque que se hace célebre por dormitar en las sesiones del Palacio Legislativo de San Lázaro. Le faltó llevar a Lyn May, a Wanda Seux y a toda la banda de Las Ficheras.

Miles lo aclaman. Miles van al cierre de campaña que evidencia a un PRI sin cambio. Lo aclaman los acarreados de la torta y la playera, la burocracia que acude son pena de ver perdido su empleo.

Su entorno es el gigantismo que distingue al PRI. Son los discursos triunfalistas. Son las grandes masas que mueve el sistema para mostrar a un candidato que no anda solo, de su lado la maquinaria priista, que es la maquinaria electoral, que es la maquinaria del fraude.

Llega a la recta final Héctor Yunes y el panorama no varía. Sirvió a Fidel Herrera y es fidelista. Sirvió a Javier Duarte y es duartista. Son sus estigmas y no los pudo evadir.

Le aplaudió a Fidel Herrera la bursatilización del impuesto de tenencia vehicular, gozoso, sonriente al lado del entonces gobernador, su imagen en fotografía y en video para no poderlo negar.

Fue subsecretario de Gobierno y líder del Congreso de Veracruz, poderoso en sus tiempos, operador de la causa fidelista, las cuentas públicas con las huellas del saqueo, entendido Héctor Yunes que la institucionalidad es norma entre los hijos del viejo y del nuevo PRI, del PRI de siempre.

Fidel lo toreó y no lo dejó llegar a la gubernatura de Veracruz. Lo hizo menos porque el proyecto era imponer a Javier Duarte. Cuando Héctor pretendió registrar su candidatura simplemente el padrón del PRI no le fue abierto.

Tragó vergüenza, la dignidad perdida, y se sumó a la causa de Javier Duarte, arrodillando a Alianza Generacional, su plataforma política, ante el nuevo gobernador.

Ya duartista fue llevado a la presidencia del PRI estatal y de ahí a la senaduría en 2012, dotado para la lisonja, para el discurso servil, llenando de elogios a Javier Duarte, convertido ya en su mozo político, pues para eso el gordobés era ya su jefe y mentor. “Javier Duarte es mi jefe político”.

Callar seis años, sólo Héctor Yunes. Calló la violencia de los cárteles, incluido el cártel de Duarte. Calló la oleada de desapariciones. Calló el secuestro y la extorsión. Calló el comercio de personas en que la policía duartista ha servido para abastecer de inocentes al crimen organizado.

Fue omiso ante las denuncias de la Auditoría Superior de la Federación, que detectó trampas y mañas del gobernador de Veracruz para desviar recursos, tretas para disponer de las partidas federales, no aplicar el dinero y no poder solventar ni devolver lo que le exige la normatividad.

Nada hizo cuando la ASF reveló que son 35 mil millones robados a la Federación, ni detonó el caso Universidad Veracruzana, al saberse de los 2 mil millones no entregados por el gobierno de Javier Duarte a la UV, ni evitó el saqueo del Instituto de Pensiones del Estado, ni exigió que sus colegas priistas —Mota, Erick Lagos, Spinozo, Carvallo, Pato Silva, Tarek— fueran llevados ante la justicia. No, con ellos se toma la foto en el Congreso.

Hoy, sin embargo, promete que ha de aplicar la ley. ¿A quién si todos son amigos?

Atado a Javier Duarte, senador silencioso, Héctor Yunes tiene su futuro electoral ligado a la corrupción del duartismo, factor clave en la elección del 5 de junio.

Castigan o premian los electores. Es una elección plebiscitaria. Premian o castigan al PRI en el gobierno. Premian o castigan la violencia, el secuestro, los levantados, los desmembrados, la extorsión, la angustia y el miedo.

Castigan o premian la corrupción, la uña larga del gobernador, el silencio de Héctor Yunes a lo largo de seis años, el pacto de la vergüenza. Lo arrastra la corrupción del gobernador. “Javier Duarte es mi jefe político”.

Lo dice Francisco Abudis, de la empresa Parametría, especialista en sondeos de intención de voto, a la revista Proceso:

“Si vemos los causales, el PRI se verá afectado por sus candidatos, por la baja popularidad del presidente y de sus gobernadores, por la percepción de que la economía no ha mejorado, por la inseguridad y ahora, como algo novedoso, por la corrupción que va a ser fundamental en estados como Veracruz.

“Hay una parte que es nacional, pero en lo local también los gobernadores y presidentes municipales tienen sus propios escándalos. Veracruz sería uno de los ejemplos más emblemáticos.

“Como están las condiciones, lo local será lo que va a imperar pero creo que todos estos factores van a jugar en la elección. En Tamaulipas será la inseguridad, en Veracruz la corrupción, pero habrá algunas donde juegue de manera importante la economía, como en Oaxaca”.

–¿Va a ser un proceso electoral complicado para el PRI?

–Así es. Veo difícil que se cumpla la victoria de nueve estados como dijo Manlio Fabio Beltrones. De las 12 elecciones se han ido cerrando ocho, sólo en tres se ve con claridad una victoria para el PRI: en Sinaloa, Hidalgo y Chihuahua, mientras que Puebla sería para el PAN. Fuera de eso veo escenarios de cierre para buena parte de las elecciones. Van a estar complicadas.

Dice ahora Héctor Yunes que aplicará la ley a quien la haya infringido. No se sabe de ningún gobernador que se encierre a sí mismo. La complicidad también es delito, pues el que sabe de una infracción a la ley y guarda silencio, el que supo de las tropelías de Javier Duarte y no actuó, debe pagar.

Nunca ha sido ajeno Héctor a Javier Duarte. “Es mi jefe político”.

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