Pepe y Héctor Yunes: la traición y la simulación

* La desgracia y los sueños  * Pepe, según Héctor, puede esperar  * Se les olvidó contemplar la derrota  * Modifica el pacto y va por la de 2018  * Morena perfila a Zoyla Balderas en Nanchital  * Réplica de Emilio León  * Ni vival ni mercenario, dice  * Piel de señorita  * Amago de cárcel a disidentes del Itesco

Por Mussio Cárdenas Arellano/Informe Rojo

Demolidos ellos, humillado el PRI, Héctor y Pepe Yunes van del pacto al regateo, del acuerdo a la disputa, riñendo por una candidatura, la de gobernador en 2018, pujando por las alcaldías en un año más, reprochando la ausencia de Pepe en campaña, el clima de sospecha, la insidia de los que cuando hablan, hieren, el ambiente de traición.

Carga Héctor Yunes la vergüenza de perder. Trasluce frustración. Lo destroza el repudio al PRI, a Javier Duarte —“mi jefe político”—, a Fidel Herrera —del que fue subsecretario y líder de Congreso—, a la violencia y el saqueo, a la corrupción y el enredo del duartismo con los cárteles, al mismo Héctor con su perfil de timador, demagogo, engañador.

Dice ahora que el pacto con Pepe —José Francisco— Yunes Zorrilla sería impecable de no haber un detalle: olvidaron que la derrota existe. Y que la derrota modifica todo. Y al no lograr el microgobierno de Veracruz el 5 de junio, quiere ahora la candidatura de seis, en 2018, pues no pudo estar en el poder dos años. Y tácitamente, que Pepe puede esperar. Al fin que vida le sobra.

Héctor, el derrotado, razona al revés. Ingresa a la historia por el drenaje: primer priista que pierde una elección de gobernador. Y así quiere volver. Suyo el fracaso, habla como si la guerra de lodo le hubiera sido útil, como si tuviera autoridad moral.

No le pesa el escarnio de los priistas, ni la felpa que le propinó Miguel Ángel Yunes Linares, su primo panista, ni el abandono de los caciques y los caudillos del PRI, sus aliados ficticios, ni el revés del electorado, ni la embestida del PAN-PRD y el avance de Morena.

No será gobernador por los próximos dos años y quizá nunca, pero se resiste a cumplir el pacto con Pepe Yunes Zorrilla. Habla, alardea, se ufana de ser factor de decisión, figura y líder. Habla como si no hubiera perdido la elección.

Su pacto era ganador a ocho años —dos para Héctor, seis para Pepe— como si el PRI hubiera tenido con qué ganar, como si el voto de castigo no contara, como si la elección plebiscitaria no existiera, como si la oposición, PAN-PRD o Morena, no concentrara la ira social.

Hablan los Yunes rojos desde un escenario de simulación, sospechando los hectoristas de los pepistas, imputando que Pepe contribuyó al revés electoral por indiferente, ajeno a la campaña, reacio a aceptar la coordinación general, más pasivo que activo, sin mover sus piezas, sin compromiso real.

Maniobra, pues, Héctor Yunes para desplazar a Pepe. Su código no admite que quien pierde una elección no tiene derecho a nada, que su luz se extinguió.

¿Quedó tocado Héctor Yunes? Seguro que sí.

Es un caos. Se proclama ganador sin serlo. Calla cuando el conteo rápido lo pone en desventaja. Cita a los medios, refiere que las cifras no le favorecen, tácitamente la aceptación del fracaso. Reclama votos nulos y pide recuento.

No percibe que es una trampa y se hunde en ella. A medida que se realiza el conteo físico, en casillas específicas, en decenas de distritos de Veracruz, se reitera que la victoria es para el candidato del PAN-PRD, la coalición denominada “Unidos para Rescatar Veracruz”, Miguel Ángel Yunes Linares, su primo y verdugo.

Suben los votos para el PRI, también para Morena, también para el PAN-PRD. De 106 mil votos de ventaja, aumenta Yunes Linares a 126 mil. Queriendo bajarlo, lo encumbra.

A diario Héctor Yunes se reinventa. Un día amanece ganador, al siguiente derrotado. Otro día afable, al que sigue inaguantable. Dice que hasta que se resuelva la impugnación del PRI a la elección en los tribunales, nada es definitivo, y ahora admite que por la derrota  modifica el pacto con Pepe Yunes.

Patético, el espectáculo es un insulto para el de Perote, responsabilizado por los hectoryunistas de haberlo dejado morir.

No asumió Pepe Yunes la coordinación de la campaña y eso es traición.

No se metió de lleno Pepe Yunes y eso es traición.

No activó a sus huestes, apenas si pudo ganar el PRI en el distrito de Perote, y eso es traición.

Del alarde vive Héctor Yunes, sin éxito en la elección crucial, la de gobernador de Veracruz. Intransigente, sin brújula, no advierte que si el PRI anda mal, peor será si los protagonistas del fracaso vuelven a figurar.

Pepe Yunes es convidado a integrarse a la comparsa. Va al encuentro con Felipe Amadeo Flores Espinosa, líder espurio del PRI en Veracruz, con ellos Héctor Yunes, en torno a una mesa de café.

Sigue ahí Amadreo cuando su líder nacional, Don Beltrone, alias Manlio Fabio Beltrones Rivera, ha dejado la dirigencia nacional del PRI por el fracaso electoral del 5 de junio, siete de 12 gubernaturas perdidas. Pero en Veracruz Amadreo Flores se queda.

Reflejan los medios a un Pepe Yunes molesto, horas después, cuando se le inquiere sobre el empeño de Héctor a regatear la candidatura al gobierno de Veracruz en 2018.

“Para el 2018 no tengan la menor duda, pero sin lugar a dudas buscaré la candidatura. Eso es definitivo, total, y estaremos haciéndolo en condiciones de competencia y respeto”.

Él, dice, sí trabajó para que el proceso interno de 2016 fuera “satisfactorio para el partido”. Y lo fue, impidiendo que Javier Duarte impusiera candidato, para Héctor Yunes el sueño de gobernar Veracruz por dos años.

Agrega:

“Desde entonces estoy puesto para competir para el 2018 y competiré con quienes se enlisten. En el 2018 yo estaré trabajando en mi candidatura, con mucho respeto, de manera muy franca, pero es una candidatura que públicamente ya está hablada con ustedes, los medios”.

Sin decirlo, enfrenta a Héctor Yunes, pues para llegar a 2018 hay que pasar por 2017, en disputa las alcaldías de Veracruz.

“Lo que estamos haciendo hoy —precisa— es tratar de no adelantarnos de más en el 2018. En este sentido reconocer que el papel que tiene que desempeñar el Revolucionario Institucional, implica mucha prudencia de sus militantes e implica un rediseño de su rol y en este sentido el rol será, de confirmarse lo que ya confirmó el OPLE, pues de alguna forma ser una oposición responsable”.

Describe a un PRI en picada, despeñado por el efecto Duarte, con una repulsa social descomunal, fracasada la candidatura de Héctor Yunes, en riesgo el 2017 en que puede perder las principales alcaldías de Veracruz.

Admite que es buena la relación con Héctor Yunes “pero la candidatura la voy a buscar. Yo no me voy a quitar”. Suena a advertencia.

Hay indicios de tensión, acusado Pepe Yunes de traición, de no meterse en la campaña del PRI, de dejar morir solo a Héctor.

Son varias las telarañas mentales de Héctor Yunes. Una es la derrota en las urnas. Otra la traición de Pepe. Una más ser candidato de nuevo en 2018.

Sin padrino a la vista, Don Beltrone reducido a Beltronillo, fuera de la dirigencia del PRI, rechazado por las corrientes priistas que lo dejaron solo y que le enviaron voto en contra, hincado ante Javier Duarte, Héctor Yunes apesta como el muerto, y el muerto huele a derrota.

Su prestigio es un cascarón, despeñado políticamente, abandonado hasta por el hectoryunismo del sur, que no operaba ni amarraba con núcleos de votación priista.

Sobran los mensajes de texto en que trasluce la guerra entre fans de Héctor Yunes, los reproches al marcelismo en Coatzacoalcos, los reclamos a la propia gente del candidato por vivir en la luna y dormir en los laureles.

Dice Pepe Yunes que no hay conflicto. Sí lo hay. Al no ganar la elección de dos años, Héctor Yunes afirma que la derrota modifica el pacto. Y así buscará ser candidato en 2018.

Y Pepe Yunes, y cualquier otro priista, tendrá que esperar.

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