Asesores de Javier Duarte

El cuarteto de los vi-vis

También son culpables

Por Luis Velázquez/Excenarios

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En el reparte de culpas en la telenovela Javier Duarte, JD, sus asesores políticos están “hasta las manitas” según la ley de Responsabilidades de Funcionarios Públicos.

Y más porque la fama pública registra que Enrique Jackson Ramírez, José Murat Casab, Carlos Brito Gómez y Rubén Aguirre Valenzuela, ganaban, dicen unos, un millón de pesos mensuales, y otros, dos millones.

Y es que si asesoraban al llamado góber con licencia prófugo de la justicia, entonces, habría de preguntarse el momento en que JD se jodió, digamos, a sí mismo, y jodió a los 8 millones de habitantes de Veracruz.

Los asesores sirven para orientar y reorientar la administración pública.

Y más como en el caso, si tienen experiencia política, trayectoria, fogueo en el campo de batalla, vivencias, cultura, relaciones.

Desde luego pudo ocurrir que marcaron el camino a seguir por la vía constitucional, apegada a derecho, y al mismo tiempo, nunca fueron escuchados.

La otra, que fracasaron en el intento.

Y, lo peor, que con tal de seguir cobrando su mensualidad, se volvieron omisos y occisos, cómplices por añadidura.

El resultado es fatídico. La Procuraduría General de la República, PGR, busca a Javier Duarte por los delitos más terribles en un político, como son enriquecimiento ilícito (ilícito, en ningún momento inexplicable), peculado, delincuencia organizada y lavado de dinero.

Y más porque hoy se cumplen ocho días de que anda “a salto de mata”, jalando a su familia, a cinco de los seis perros mascotas que tiene y a un par de caballos, quizá, acaso, porque ha de estar agazapado en algún rancho y de mañana en mañana, de tarde en tarde, con su esposa, amazona que se cree y siente, galopan en el día apacible, respirando la brisa fresca proveniente de algún río, el mar.

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Enrique Jackson: ex diputado federal y otra vez legislador, ex senador, ex titular en una delegación de la Ciudad de México, llamado “El rey del codazo”, porque a base de madrazo limpio se abría paso entre la multitud priista para llegar al presídium y sentarse a un lado del invitado central.

La fama pública registra que uno de sus hijos creó una empresa constructora para erigir obra pública en el duartismo.

Según versiones, su asesoría a JD incluía el yoyismo, esa parte de la filosofía política consistente en hablar maravillas de uno mismo relatando experiencias, anécdotas y referencias magistrales del “hombre más cercano que es uno mismo” como decía Miguel de Unamuno.

José Murat: ex legislador federal y ex gobernador de Oaxaca, tiempo aquel cuando para redimirse ante la opinión pública inventó un atentado en el centro de la ciudad. Fue cabildero del Pacto México de Enrique Peña Nieto. Pero también, removió las neuronas a Javier Duarte para crear su máxima creación educativa, como es la Universidad Popular Autónoma de Veracruz, UPAV.

Igual que en el sexenio del góber fogoso, en que con Enrique Jackson eran asesores, logró obra pública fast track por medio de su hombre de paja, “El Oaxaco”, desaparecido en las goteras de la ciudad de Xalapa luego de una audiencia con el secretario General de Gobierno, Gerardo Buganza Salmerón.

Carlos Brito Gómez: ex cacique urbano de Coatzacoalcos, donde fue presidente municipal, ex diputado local, ex presidente del CDE del PRI, iniciado como subsecretario de Gobierno en el sexenio de Rafael Hernández Ochoa, con un “hombre de paja” en compañía constructora.

Rubén Aguilar Valenzuela: ex jesuita, exguerrillero en América Central, exvocero de Vicente Fox Quesada, tiempo aquel cuando acuñara la siguiente frase bíblica: “Lo que el presidente quiso decir”. Coescritor de libros políticos con el intelectual Jorge Germán Castañeda.

El cuarteto anterior asesoró al góber con licencia prófugo de la justicia.

Y si JD terminó el casi sexenio enfrentando un volcán eruptivo de denuncias y cargos, y que brincara del lastre al desastre, entonces, ¿en qué forma lo asesoraron?

Y más, por el sueldo millonario que percibían y les pagaban sin ningún retraso y sin cheques de hule, como por ejemplo sucediera con los viejitos pensionados que cada mes se lanzan a la calle a la manifestación callejera, inconformes con la estafa, la mentira y la ruindad.

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En el pasillo priista el cuarteto mereció el apodo de “Los vi-vis” que significa “viejos vividores”, parafraseando a “Los ni-nis”, jóvenes que ni estudian ni trabajan.

Y como “vi-vis”, simple y llanamente, se hicieron patos, con el único objetivo de vivir cerca del príncipe, y al mismo tiempo, ellos mismos, como príncipes.

Por ejemplo, de acuerdo con las versiones, José Murat llegaba a Xalapa, se reunía con parte del gabinete y con su porte de bravucón que tiene, regañaba a todos, alzaba la voz, ademaneaba, terminaba la junta y se largaba a la Ciudad de México.

Enrique Jackson llegaba y permanecía más tiempo, pero desayunaba, comía y cenaba con JD, y en medio de las comidas se le pegaba hasta la oficina del palacio y cuando debía hablar siempre, de manera invariable, caía en el yoyismo, la gran industria de la frivolidad y la petulancia caracterizada por el individualismo, cuando nunca pudo gobernar Nayarit, su estado natal.

Y es que si una vez y otra y otra ocasión advirtieron en tiempo y forma a Javier Duarte sobre los errores cometidos y nunca fueron escuchados, entonces, lo decoroso era la renuncia inmediata.

Ahora, por culpa de ellos, en las farmacias de Xalapa se han agotado los ansiolíticos, como el Rivotril, porque los duartistas los necesitan para restablecer un poquito la tranquilidad perdida, en tanto Javier Duarte jala consigo en su fuga varios botiquines repletos de Tafil.

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