La soledad del fugitivo

Un cadáver que camina

Su destino, en Los Pinos

Por Luis Velázquez /Escenarios

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Según los espías profesionales, el mejor escondite para un prófugo de la justicia como Javier Duarte, JD, es llevar una vida cotidiana, con bajo perfil, discretón, sin exponerse, claro, un poquito disfrazado, por ejemplo, dejarse crecer la barba, cambiar de lentes, enflacar.


Y aun cuando hoy se cumplen trece días de que el ex “anda a salto de mata”, fugitivo, uno de sus amigos dice que a partir de su tendencia depresiva, puede pegarse con tiro.
Desde luego, resultaría inverosímil en un hombre como él, cerebro y genio financiero para el mal y que en todo caso suicidarse como Ernest Hemingway, por ejemplo, sólo puede hacerse cuando se ama la vida, la vida que tanto le dio a Violeta Parra en su canción tan famoso entre los activistas del continente.
No ha de tener JD amigos conocidos ni desconocidos que se ocupen de él y aboguen en Los Pinos o en la PGR.
Ni siquiera, vaya, el góber fogoso, quien es su único maestro en las viejas artes de hacer política.
Tampoco, por ejemplo, la delegada federal de la SEDESOL, tan bien parada en Bucareli, “metería las manos al fuego” en su defensa.
Si, digamos, estuviera detenido las horas han de ser lentas esperando el anuncio de su captura, pues de lo contrario, la soledad y el horror estarán multiplicados en sus días y noches turbulentas.
Es más, aunque esté preso, por razones mediáticas el anuncio se detendrá en estos días por el fervor a los muertos en un país que adora más a los muertos que a los vivos.
Y más, tratándose del político con más fama pública del más corrupto del país, aunque, incluso, no lo sea.

2

En los días que corren todos los actos de la vida han recuperado un sentido político.
Las cartulinas con la cara de JD pegadas en las paredes de la ciudad de Xalapa con el letrero de “Se busca” al más viejo estilo del oeste.
La piñata que apalearon en la capital.
La toma del palacio por alcaldes del PRD y PAN.
El silencio de los duartistas, cada uno intentando salvar el pellejo, pues hoy ya nadie lo es y quienes lo fueron lo niegan como San Pedro a Jesús.
Más aún, y para acabar pronto, hasta el Fiscal ha expedido orden de aprehensión en contra de un par de duartistas icónicos, como son Arturo Bermúdez y Gabriel Deantes.
Hasta el ORFIS de Antonio Lorenzo Portillo tiró la red al mar proceloso con la Cuenta Pública del año 2015.
Y, de ñapa, hasta el Contralor, cacique huasteco, Ricardo García Guzmán, el papá de los Porkys de Xalpa, aclamando al góber electo como el mesías.
Todos, pues, en contra de las atrocidades del (ex) góber tuitero a quien apenas en la víspera declaraban el non plus ultra de la política priista, y que intentara todo para hacerse flaco aunque al mismo tiempo, más gordo en su fortuna.
Xalapa, ciudad bella y apacible, ahora bulliciosa con su indignación crónica, donde el deporte favorito es pegar a JD, antes, mucho antes de seguir pegando al “negro” de Nopaltepec, el cónsul de Enrique Peña Nieto en Barcelona.

3

Todos hablan del cadáver errante que es Javier Duarte y hasta los priistas festinan su paso en la hoguera pública sentados en el sillón tlacotalpeño en la banqueta de su casa.
El cronista del pueblo habrá encontrado un adjetivo calificativo para este cachito de la historia, y por ejemplo, estará llamando “La rebelión de los oprimidos” al movimiento social que en Xalapa se tradujo, entre otras cositas, en la piñatita con su cara y su cuerpo.
Otros, sin embargo, le llamarán “La rebelión de los frívolos” para referirse con ironía a una característica de la generación política a la que pertenece.
Y/o en todo caso, “La rebelión de los lunáticos” porque tal cual era su filosofía social con aquello de que “aquí no pasa nada”.
O “La rebelión de los desheredados”, y/o “La rebelión de “Los olvidados de Dios”, incluso, “La rebelión de Los Pinos”.

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Los priistas acuñaron la frase célebre de que “la mayor riqueza de un pueblo es su población”, con todo y que los políticos tengan fama de iluminados.
En realidad, la población, carne de cañón de ellos que en nombre del populismo alardean de que “vamos por la honradez y por la rendición de cuentas y por la justicia social”, sin que ninguna gota de sangre asome en sus lenguas que ya desearían del tamaño de la de Mick Jaguer, quien la usa de corbata.

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Igual que Vicente Fox con su código de ética que descarrilaran sus hijastros con sus negocios en Pemex, el peñismo tiene demasiadas presiones para la caída penitenciaria de JD.
Pero la amenaza más grande es la impunidad, y más luego de tanta exposición mediática, que ha ido demasiado lejos, del CEN del PRI, la Auditoría Superior de la Federación, la PGR y el SAT.
Y con tanta pasión desaforada sólo queda la cárcel, pero al mismo tiempo, el operativo financiero listo para que “devuelva el dinero robado” y que a estas alturas equivale al grito de los romanos clamando la muerta para el gladiador derrotado.
En el fondo se siente la mano invisible de un poder presidencial.
Y es que más allá de los agravios a la población, el destino de Javier Duarte está en manos de un solo hombre, Enrique Peña Nieto, quien de otorgarle, digamos como posibilidad, el indulto, la amnistía, el perdón, descarrilaría al partido tricolor, su partido, que tanto le ha dado desde que el fundador del grupo Atlacomulco del estado de México, Isidro Favela, llegara a la gubernatura luego del raro y extraño asesinato del gobernador Alfredo Zárate Albarrán (marzo de 1942) cometido por el líder del Congreso local.

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