Jesús nos envia a evangelizar

El evangelio de hoy es el inicio del discurso apostólico de Jesús, en el cual presenta a sus seguidores  un primer esbozo del significado de la misión, que es la clave para comprender la identidad y la agenda de la comunidad eclesial en el mundo actual. Este tema, que se inicia hoy, será desarrollado en las Eucaristías de los siguientes domingos.

Este es el primer envío a la misión, que Jesús confía a los doce apóstoles. El Señor ha llamado a los que él ha querido y ahora los manda a anunciar la Buena Noticia del Reino. Jesús mismo los llama apóstoles y en este primer proyecto misionero les ordena que no salgan del país, sino que busquen en primer lugar, las ovejas perdidas de Israel.

Esta es también la misión fundamental que le ha dado a él, el Padre. Tiene que ir caminando y anunciando que el reino de Dios está cerca.

En el texto del evangelista Mateo que acabamos de escuchar, podemos distinguir tres partes:

en primer lugar, se plantea la urgencia de la misión por la situación en la que se encuentra la comunidad;

en segundo lugar, los discípulos  reciben una misión y son designados por sus nombres;

en tercer lugar, les da unas instrucciones muy precisas sobre las actividades que llevarán a cabo.

El texto empieza contándonos que Jesús “al ver a la multitud sintió compasión por ellos, porque andaban extenuados y abatidos”.

Para hacernos comprender el por qué de la compasión  de Jesús, el evangelista utiliza dos imágenes, una tomada de la ganadería y otra tomada de la agricultura: “estaban como ovejas sin pastor” y “la cosecha es abundante pero los operarios son pocos”.

Jesús lamenta que no exista un líder religioso que una de verdad a la comunidad; sus miembros están dispersos y vagan sin rumbo.

En aquel momento de su historia, Israel padecía una grave crisis de liderazgo y su identidad se encontraba amenazada por el poder romano. Jesús percibe el agotamiento y la desesperanza de los judíos piadosos.

Como respuesta a esta situación de abandono, de pobreza y de desencanto, Jesús decide enviar a sus discípulos para que acompañen a la comunidad: Se comporta como el dueño de la mies, que debe tomar medidas urgentes y envía a sus más cercanos colaboradores.

Llama la atención que da la lista de los apóstoles y llama a cada uno de ellos por su nombre, como si los estuviera presentando; da un particular relieve al liderazgo de Pedro, quien será el primer líder y posteriormente el Vicario de Cristo.

No se trata, pues, de una tarea masiva, confiada a un colectivo. Es una misión personalizada, en la que cada uno aporta su historia personal, sus cualidades y limitaciones.

La vocación es personal, pues cada uno de nosotros es único e irrepetible, con una misión específica  de cuyo cumplimiento tendremos que rendir cuentas ante Dios. En verdad, el Señor tiene una misión para cada uno de nosotros. Posteriormente, da unas instrucciones muy precisas: les dice a quiénes deben dirigirse y qué deben hacer:

No van por iniciativa propia, sino que lo hacen enviados por el dueño de ese cultivo.

En esta primera etapa, el anuncio del Reino se focalizará en los judíos; después de la resurrección, el anuncio se abrirá a todos los pueblos.

La buena noticia estará respaldada por unas acciones en favor de las personas que sufren: “curen a los enfermos, resuciten a los muertos, sanen a los leprosos, expulsen los demonios”.

Además les da un criterio muy claro, señalando que deben ayudar a la gente, servirla y nunca servirse de ella. Los envía a servir a la gente; harán curaciones, resucitarán muertos, expulsarán demonios, pero en nombre de Cristo y nunca en nombre propio ni para beneficio propio.

Les da un criterio muy puntual: “Den gratis lo que gratis recibieron”. Los pastores y los evangelizadores, catequistas, hemos de tener siempre una actitud de servicio.

La tarea que Jesús confía a sus discípulos y a cada uno de nosotros tiene sus particularidades:

Se trata de anunciar la buena noticia de que Dios nos ama, nos hace sus hijos y nos comunica su vida divina a través de Jesucristo.

Este anuncio lo debemos hacer a través de la palabra y del testimonio personal de vida.

No se puede confundir la evangelización con el proselitismo sectario ni con el mercadeo que busca atrapar clientes a través de descuentos y regalos.

Es una invitación respetuosa que evita las presiones.

La evangelización no consiste en un marco teórico sobre el Reino de Dios; es un mensaje que busca tocar las fibras  más íntimas de las personas, transformando su manera de pensar y de actuar.

Por eso se afirma que la acogida de la propuesta de Jesús exige una conversión de los corazones y de las estructuras de pecado.

El anuncio de esta buena noticia es la razón de ser de la existencia de la Iglesia y debe ser asumida por cada uno de nosotros.

Vivimos en medio de una sociedad agobiada por graves carencias. Jesús nos envía hoy, como lo hizo hace dos mil  años con sus discípulos, para llevar una palabra de esperanza.

Asumamos nuestro compromiso evangelizador  en el entorno familiar, en nuestras actividades económicas y laborales, y como miembros de la comunidad.

Hoy también Jesús sigue enviando apóstoles al mundo, por medio de la Iglesia. Y nadie puede autonombrarse  “apóstol”, sino es enviado por ella.

El ser apóstol no es un título que se adquiere por una graduación en una universidad, o en un seminario… Hay que ser llamado y enviado.

Todo cristiano, por los sacramentos del Bautismo y la confirmación, es llamado y enviado a proclamar la Buena Noticia del reino, pero siempre dentro del pueblo de Dios, que es la Iglesia. Desde hace años, la Iglesia: Hacía un llamado urgente a los laicos a comprometerse en la misión evangelizadora de la Iglesia, en la que la promoción de la Justicia es parte integrante e indispensable y la que más directamente corresponde al quehacer laical, siempre en comunión con los pastores

Hay muchas necesidades de evangelización entre quienes todavía no conocen a Dios; pero aún entre  católicos falta conocer lo básico de la fe y sobre todo falta asumirla y vivirla.

La mies es mucha y los obreros son pocos… Por eso en nuestra oración al final de la Misa vamos a pedir por vocaciones sacerdotales, religiosas y misioneras.

+ Juan Navarro C. / Obispo de Tuxpan

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