Conflicto post… y preelectoral

Por René Delgado/Sobreaviso

Si la oposición hizo del conflicto postelectoral el colofón de los comicios, ahora el PRI integra el conflicto preelectoral como su prefacio. En ese esquema, sin duda, el desarrollo, el clímax y la conclusión de las elecciones será un problema… Por lo pronto, más de una institución política y más de un asunto del interés público resienten el efecto del jaloneo que, a la vez, impulsa la volatilidad de la moneda, animada por la incertidumbre en torno al Tratado de Libre Comercio. La tensa atmósfera provocada por el partido oficial y sus operadores en la administración, el Parlamento y el Tribunal Electoral se explica en una hipótesis: si finalmente prospera el Frente Ciudadano por México, la estrategia ensayada por el tricolor en los comicios del Estado de México y Coahuila se viene abajo y complica las posibilidades del priismo. Vulnerar alianzas; acrecentar el número de candidatos; inflar artificialmente a algunos de los competidores; comprar, coaccionar y fragmentar el voto; y, así, ganar la más grande minoría de sufragios le funcionó al priismo sobre todo en el Estado de México y, probada la estrategia, no quiere modificarla, sobre todo, estando en el tercer lugar de las preferencias electorales. De ahí, el giro en la ofensiva original del priismo. Aflojó la equiparación de Andrés Manuel López Obrador con el torpe mandatario venezolano Nicolás Maduro y abandonó parcialmente la condena del supuesto populismo que, llegado el caso, se instalaría en México. El nuevo objetivo fue y es vulnerar el liderazgo del panista Ricardo Anaya y la perredista Alejandra Barrales en el ánimo de restarle posibilidades al Frente que, por lo demás, aún no tiene su prueba de fuego: determinar el mecanismo de selección de su candidato y, desde luego, postularlo con el apoyo de sus respectivas bases y el entusiasmo ciudadano. · · · El problema del giro dado por la dirigencia tricolor, en el ánimo de retomar más adelante la estrategia original, es delicado: el conflicto que está generando golpea duramente al Poder Legislativo, profundiza la crisis prevaleciente en el campo de la procuración de justicia y agrega variables ajenas a su control. El golpeteo directo sobre la figura del dirigente panista, Ricardo Anaya, no tuvo el resultado esperado y la intención de fracturar al partido albiazul en el Senado no provocó el desgrane a la velocidad y cantidad previstas y sí, en cambio, desestabilizó al Congreso de la Unión. A casi dos meses del arranque del periodo ordinario, el Poder Legislativo no consigue fijar una agenda compartida de trabajo, desatiende tareas importantes y cae y recae en crisis que paralizan o afectan su actividad, arrastrando con ello asuntos del interés público. El colmo del absurdo es que la ofensiva desatada por el priismo contra los dirigentes partidistas, integrantes del Frente, ha contribuido a consolidar la posibilidad de éste. La desesperación del tricolor por reposicionarse antes del arranque de la campaña electoral lo está llevando a cometer locuras que, en un resbalón, podrían complicar la situación del país, la del propio partido oficial y, desde luego, de quien finalmente sea su abanderado. · · · Fallida la intención de vulnerar el liderazgo del panismo, de fracturar de un golpe a ese partido y, por lo mismo, al Frente, así como fracasada la estrategia de exhibir la mezquindad de las oposiciones por no renunciar a las prerrogativas partidistas y eliminar la totalidad de los legisladores plurinominales en apoyo a los damnificados por los sismos, el priismo patina frente a otro problema. Indigerible la idea de demostrar que la corrupción es un fenómeno cultural que abarca a todos por igual, postergada una y otra vez la posibilidad de instrumentar las reformas elaboradas para combatirla e incorporada la cárcel como parte del escenario político, el priismo no ata ni desata qué hacer frente al problema. Sólo profundiza la crisis en el ámbito de la procuración de justicia y exhibe su incapacidad para encararla. Lejos de presentar las imputaciones contra quienes están involucrados en los presuntos sobornos de Odebrecht, tal cual lo anunció Raúl Cervantes hace ya casi dos semanas, al momento de renunciar a la Procuraduría, la administración cesó al fiscal electoral, Santiago Nieto, quien investigaba el derrame de los supuestos sobornos a la campaña del hoy presidente Enrique Peña Nieto. En algún momento, Nieto deberá rendir cuentas de su actuación frente a las causas de su remoción y sus contradicciones. Lo cierto es que, en medio del conflicto preelectoral, la República no tiene procurador ni fiscal general, no tiene fiscal anticorrupción y, ahora, tampoco electoral y, como agregado, está en duda si el encargado del despacho de la Procuraduría satisface los requisitos para ocupar esa oficina. La procuración de justicia de momento está suspendida. De ese tamaño es la crisis. · · · Se entiende que si el PRI arranca la campaña en el tercer lugar de las preferencias electorales y la posibilidad de fragmentar el voto la disuelve el Frente Ciudadano por México, el tricolor está en un apuro. Sin embargo, inaugurar la era del conflicto preelectoral y poner en juego instituciones y asuntos nacionales por intereses electorales, abre la posibilidad de que el país se encuentre frente a escenarios verdaderamente complicados, en buena medida, generados por el temor a perder Los Pinos y lo que de ahí derive.

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