Esplendor prehispánico en el Metropolitan

Detalle de la máscara funeraria llamada «Reina Roja», de malaquita, hallada en Palenque, México – METROPOLITAN MUSEUM, NUEVA YORK

Una gran exposición en Nueva York sobre los tesoros de las civilizaciones precolombinas muestra que su orfebrería fue mucho más allá del oro

Por Javier Ansorena/Abc Cultura

La leyenda negra dice que gran mayoría del oro de las manifestaciones artísticas y religiosas de la América prehispánica se licuó en el siglo XVI, fundido para ser transportado al Viejo Continente en lingotes. Pero no todo el lujo y la orfebrería precolombina se perdió en aquella conquista a la vez heroica y brutal. Y la arqueología ha encontrado buena parte de las joyas ocultas en tiempos más recientes. Otra parte se salvó porque para muchas civilizaciones precolombinas había otros materiales más valiosos que el oro. Ejemplos extraordinarios de ambas protagonizan estos días «Reinos de oro», una ambiciosa exposición en el Metropolitan Museum de Nueva York sobre el lujo y el arte suntuario prehispánico.

«Ahora sabemos mucho más sobre los sistemas, las jerarquías de valor en estos pueblos. Hace treinta años habríamos dicho que el oro era lo más importante, pero se fundió durante la conquista. Sin embargo, incluso después de que el oro llegara a México desde el Sur, el jade o las plumas eran más importantes para algunos pueblos», explica a ABC la comisaria de la muestra, Joanne Pillsbury.

Jade y plumas

Los olmecas y los mayas valoraban más el jade, una piedra tan difícil de encontrar –en América solo se conocía un yacimiento, en el río Motagua, en la actual Guatemala– como de labrar, mucho más complicada que el oro. Los incas y los aztecas, mientras tanto, eran devotos de los tejidos y de las plumas. Apenas quedan ejemplos de estos últimos. Se cree que de muchos escudos de pluma creados en el imperio inca solo cuatro han sobrevivido. En parte, por la fragilidad del material.

Máscara Olmeca, México. 800 a.C.Máscara Olmeca, México. 800 a.C. – METROPOLITAN MUSEUM, NUEVA YORK

Pero también, dentro de esa visión anglosajona aún vigente, porque la mayoría de los que llegaron a Europa –donde en un principio se alabó la maestría y la belleza de su elaboración– acabaron eliminados de los inventarios por considerarse asociados a los «salvajes» no europeos. La muestra del Met sí tiene algunos ejemplos de obras en pluma, todas ellas procedentes de Perú, como un espectacular panel de plumas amarillas y azules de guacamayo. Los trozos que conformaban el panel se guardaron enrollados en vasijas de cerámica y después enterradas en un suelo árido del valle de Chorunga.

Es uno de los más de 300 objetos que alberga la muestra, que han llegado a Nueva York desde más de 50 museos y colecciones de doce países, con especial protagonismo de México, Perú, Colombia, Costa Rica y Guatemala. Las salas de la exposición, que hace un recorrido de las distintas civilizaciones precolombinas desde el Sur hacia el Norte, es una explosión de lujo: coronas, máscaras, pectorales, collares, pendientes, joyas para la nariz y los labios, cascos, mantos, estelas o vasijas trabajados en oro, plata, cobre, bronce, jade, turquesa, malaquita, obsidiana, azurita o conchas marinas. Algunas piezas son fascinantes por la profusión de metales preciosos, otras por la fineza y el detalle de su orfebrería.

Conjuntos espectaculares

Hay conjuntos espectaculares, como el del Señor de Sipán, la tumba precolombina más rica –que no fue saqueada–, con joyas en oro y turquesa de un rico noble de la civilización Moche, en el actual Norte de Perú; o la llamada «Reina Roja», una máscara funeraria de malaquita recuperada en los hallazgos arqueológicos de Palenque, en México.

Hombre pájaroHombre pájaro – METROPOLITAN MUSEUM, NUEVA YORK

La exposición recoge obras que van desde un milenio antes de Cristo hasta la llegada de los conquistadores afinales del siglo XV. Es un arco temporal y geográfico muy amplio, pero las investigaciones relacionadas con la exposición han permitido conocer más sobre la diseminación del conocimiento y los intercambios culturales entre las distintas civilizaciones. Por ejemplo, los metales comenzaron a llegar a la actual Centroamérica y el Norte de México como consecuencia del interés de las civilizaciones andinas por encontrar «spondylus», un tipo de molusco muy codiciado para la orfebrería y que tenía más valor que el oro para algunos pueblos.

Para Pillsbury, si hubiera que señalar un componente común a todo este legado artístico y cultural diferente de otras tradiciones suntuarias del mundo, sería el sonido: «Por ejemplo, en Costa Rica, hasta el siglo VIII de nuestra era se hacía un tipo de colgante en jade. Pero empiezan a cambiarlo por oro. Se puede pensar que el metal es más fácil de elaborar o que se dificultó el acceso al jade. Pero también que el sonido tuvo que ver en ello. La mayoría de esos ornamentos crean sonido, que es una conexión con el poder divino, como también lo son el color y la luz».

Adorno en forma de pulpo, Cultura Moche, PerúAdorno en forma de pulpo, Cultura Moche, Perú – METROPOLITAN MUSEUM, NUEVA YORK

Tesoros que nunca llegaron a España

Hay piezas que guardan historias interesantes, agitadas por las turbulencias de la conquista de América. Es el caso del llamado «tesoro del pescador», un conjunto de joyas que un pulpero de la costa de Veracruz, en el Caribe mexicano, encontró en el mar a mediados de los años 70. El barco que transportaba el tesoro naufragó cuando iba de camino a España. Las joyas tenían como destinatario a Carlos V, e incluso una de las piezas –un delicado escudo de oro rematado con flechas y campanillas– lleva todavía inscrita una «C» con una corona. Al parecer, las joyas fueron saqueadas en una tumba mixteca en la actual región de Oaxaca.

La muestra también apunta a otro conocido capítulo de la historia de la conquista, la Noche Triste. En 1520, las tropas de Hernán Cortés estaban refugiadas en un palacio de Tenochtitlán, la capital del imperio azteca, hoy Ciudad de México. La noche del 20 de junio, intentaron una huida desesperada, en la que también quisieron llevarse un gran tesoro saqueado y fundido durante su estancia. Se cree que un lingote encontrado en el lugar de esa batalla y que está ahora en la exposición de Nueva York pertenece a aquella noche.

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