El apasionante videojuego con el que Spielberg te hará olvidar el mundo real

El cineasta regresa a la ciencia ficción con la trepidante ‘Ready Player One’, una película que rinde homenaje a la cultura pop

Por Astrid Meseguer/La Vanguardia

Steven Spielberg ha empezado fuerte este año. Después de demostrar su vertiente más seria con Los archivos del Pentágono, en el que reivindicaba el periodismo libre en un filme basado en hechos reales con Meryl Streep y Tom Hanks como cabezas de reparto, ahora nos llega su lado más nostálgico y divertido con Ready Player One, una historia que adapta a la gran pantalla la novela homónima que publicó Ernest Cline en 2011 y que es pura adrenalina.

El propio Cline ejerce de guionista en un relato repleto de acción y referencias a la cultura pop de la década de los ochenta, una época en la que Spielberg llenó de magia las salas de cine tanto en su faceta de director como de productor (En busca del arca perdida; E.T.: El extraterrestre; Gremlins; Los Goonies; Regreso al futuro…).

Steven Spielberg da instrucciones a Tye Sheridan en el rodaje de la película Steven Spielberg da instrucciones a Tye Sheridan en el rodaje de la película (Jaap Buitendijk / AP)

Ready Player One nos traslada al año 2045 en Columbus, Ohio (EE.UU.), donde gran parte de la población se encuentra con una realidad económica desastrosa y la única manera de salir de esta pesadilla diaria es adentrándose en un mundo de realidad virtual llamado OASIS. Wade Watts es un joven huérfano que vive con su tía en una destartalada caravana en un barrio con aspecto de vertedero donde se acumula la suciedad y la desesperanza entre sus habitantes. La realidad es tan dura que todo el mundo pasa el tiempo con visores de realidad virtual para sumergirse en un videojuego en el que pueden ser y hacer lo que quieran (si tienen la destreza adecuada).

Un lugar asombroso que hace más llevadera la existencia de las personas, que habitan allí disfrazadas con rostros y nombres diferentes que no se revelan en el escenario real. Desde su rincón de la nada, Wade ha creado un avatar llamado Parzival, uno de los personajes que mejor se desenvuelven en el videojuego creado por James Halliday, un excéntrico multimillonario que, tras su muerte, anima a la población a participar en un concurso en el que los jugadores deberán superar unas pruebas para hacerse con el control de ese mundo de ilusiones en el que todo es posible. Quien consiga finalmente el Huevo de Pascua, escondido a conciencia por el difunto visionario, heredará medio billón de dólares, se convertirá inmediatamente en el dueño de la empresa y, por ende, tendrá el control del futuro.

Cartel de 'Ready Player One' Cartel de ‘Ready Player One’ (Warner Bros)

Junto a varios compañeros de viaje, Wade inicia una aventura llena de peligros y malos malísimos aderezada con toques de humor que Spielberg combina sabiamente fundiendo la realidad con un universo virtual que se mueve a un ritmo frenético. Dos horas y veinte minutos de un largometraje trepidante que arrastra al espectador a formar parte de una fantasía única con numerosas referencias más o menos explícitas a películas míticas del cine, series, videojuegos o cómics que hará las delicias sobre todo del público juvenil y del que creció en los ochenta.

Una odisea de carreras, explosiones, peleas y la más avanzada tecnología que se mezclan con guiños a King Kong, el director John Hugues (El club de los cinco; Todo en un día); Star Wars, Jurassic Park, el Delorean de Regreso al futuro, Duran Duran, la vestimenta de Michael Jackson en Thriller, el baile de John Travolta en Fiebre del sábado noche o un superlativo tributo a El resplandor de Stanley Kubrick que es para quitarse el sombrero. Todo ello envuelto con una banda sonora especial a la que ponen música inolvidables canciones de Twisted Sister, Van Halen, Depeche Mode o Joan Jett.

Tye Sheridan, Olivia Cooke, Philip Zhao y Win Morisak en 'Ready Player One' Tye Sheridan, Olivia Cooke, Philip Zhao y Win Morisak en ‘Ready Player One’ (AP)

Real Player One es ciencia ficción con mayúsculas y nos devuelve a un Spielberg incombustible que, a sus 71 años, no ha perdido un ápice del niño que lleva dentro y que le ha convertido en artífice de grandes obras maestras del celuloide. Además de emocionar y entretener a tope, dos virtudes que asoman en la mayoría de historias contadas por el rey Midas de Hollywood, la película es de una imaginación desbordante y nos plantea cómo será el mundo del futuro si dejamos que la realidad virtual se imponga a la verdadera realidad. ¿Qué más se puede pedir?.

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