El caballo, mitología, historia y leyenda

 UNA HISTORIA DE CABALLOS Y HOMBRES

 

Tomado de la Revista de la Ganadería Norveracruzana

 

PÉ DE J. PAUNER

 

El centauro es la criatura más armoniosa de la zoología fantástica. “Biforme” lo llaman las Metamorfosis de Ovidio (…) Ixión, rey de Tesalia, y una nube a la que Zeus dio la forma de Hera, engendraron a los Centauros; otra leyenda refiere que son hijos de Apolo (…) Como los griegos de la época homérica desconocían la equitación, se conjetura que el primer nómada que vieron les pareció todo uno con su caballo y se alega que los soldados de Pizarro o de Hernán Cortés también fueron Centauros para los indios.

”Uno de aquellos de caballo cayó del caballo abajo; y como los indios vieron dividirse aquel animal en dos partes, teniendo por cierto que todo era una cosa, fue tanto el miedo que tuvieron que volvieron las espaldas dando voces a los suyos, diciendo que se había hecho dos haciendo admiración dello: lo cual no fue sin misterio; porque a no acaecer esto, se presume que mataran todos los cristianos”, reza uno de los textos que cita Prescott.

            Pero los griegos conocían el caballo, a diferencia de los indios; lo verosímil es conjeturar que el Centauro fue una imagen deliberada y no una confusión ignorante.

            En la Cena de los siete sabios, Plutarco refiere humorísticamente que uno de los pastores de Periandro, déspota de Corinto, le trajo en una bolsa de cuero una criatura recién nacida que una yegua había dado a luz y cuyo rostro, pescuezo y brazos eran humanos y lo demás equino. Lloraba como un niño y todos pensaron que se trataba de un presagio espantoso. El sabio Tales lo miró, se rió y dijo a Periandro que realmente no podía aprobar la conducta de sus pastores.

            En el quinto libro de su poema “De rerum natura”, Lucrecio afirma la imposibilidad de Centauro, porque la especie equina logra su madurez antes que la humanidad y, a los tres años, el Centauro sería un caballo adulto y un niño balbuciente. Este caballo moriría cincuenta años antes que el hombre.

Jorge Luis Borges, El libro de los seres imaginarios, El Centauro.           

De sueño y de mito: valga la anterior cita in extensis de uno de los más eruditos y amenos libros de Borges para ilustrar una parte del periplo mito-histórico del Centauro (cuyo nombre significa “matador de toros”). El gran erudito y escritor Robert Graves supuso que los centauros representaban el recuerdo de un grupo prehelénico cuyo tótem era el caballo. Los centauros en los mitos griegos poseen una extraña naturaleza dual, como diría el citado autor, “con su reputación contradictoria de prudencia y mala conducta,” pues en la boda de los lapitas a la que habían sido invitados, uno de estos seres, ebrio de vino, ultrajó a la novia a la vez que fue un centauro, Quirón (citado en La Ilíada), quien fuera maestro de Aquiles (cuyo nombre significa “domador de caballos”) y de Esculapio a quienes enseñó la música, el arte de la caza, de la guerra y la medicina. En la mitología celta se inscribe Epona, diosa los caballos, llamada en la mitología irlandesa como Edain y en la galesa Rhiannon, formando parte de los llamados “psicopompos,” como los perros, es decir, conductores de almas al más allá. Se trata de la única diosa gala que se encuentra en el panteón romano.

 

 Leyendas de caballos: los kelpies o caballos acuáticos son seres pertenecientes a la mitología celta que toman forma humana o de caballo. Una variante de la leyenda mexicana de la Llorona dice que se aparece cerca de lagos o ríos con la forma de una bella mujer vestida de blanco, largo cabello negro pero que al voltear tiene cabeza de caballo. ¿Un préstamo de la mitología celta?

 

El origen: se cree que la domesticación del caballo data del 4,000 a. C. en las estepas de Eurasia ¿podría algún habitante de estas regiones haber supuesto, ya desde entonces, que la visión de un primitivo jinete era la de un ser mitad hombre y mitad caballo? En la América prehistórica corrió libre el caballo, hasta su extinción, 10, 000 años antes del descubrimiento del continente para Europa por lo que se dice que el caballo fue “reintroducido” por los conquistadores españoles en el Nuevo Mundo. Caballos escapados a las planicies norteamericanas serían, pues, domesticadas por los indios de los actuales Estados Unidos y seleccionados hasta convertirse en alguna de las razas hoy conocidas como propias de Norteamérica: los mustangos (palabra que proviene del español “mesteño”).

 

Caballos legendarios: Desde los caballos de la mitología (¿cómo olvidar al Caballo de Troya?), pasando por todos los caballos mencionados en el amplio mundo de las letras, los caballos anónimos caídos en las guerras de antaño, los del cómic, los fantásticos (la Tierra Media con sus raza de caballos llamados “Mearas”) hasta los matemáticos, los campeones en los circuitos hípicos hasta los que han pasado a la leyenda y de los cuales citaremos algunos.

 

El poeta nicaragüense Rubén Darío expresó cierta vez: «No se concibe a Alejandro Magno sin Bucéfalo; al Cid, sin Babieca; ni puede haber Santiago en pié, Quijote sin Rocinante, ni poeta sin Pegaso”. Entre los nombres de caballos famosos (cuyos dueños fueron personajes históricos) volveremos a mencionar a Bucéfalo, el amado caballo de Alejandro cuyo nombre le fue dado por tener una mancha blanca con forma de cabeza de buey y que sólo temía a su propia sombra. Estrategos (cuyo nombre significa “estrategia”) era el caballo de Aníbal, el general cartaginés que estuvo a punto de doblegar a la misma Roma y Genitor (cuyo significado es “padre” o “engendrador” en recuerdo de su padre) el de Julio César que había nacido con dedos, una atávica anomalía genética. Incitatus fue el caballo de Calígula, al cual nombró Senador como uno de los rasgos de su desbocada locura; Lazlos fue el caballo del profeta Mahoma (gran amante de los caballos) sobre el cual peregrinó a la Meca, que también tuvo a AlQaswa, su viejo camello y  a la mula Fadda, mientras que Buda tuvo a Kantaka y el huno Atila, el conquistador llamado “el azote de Dios”, montaba un tarpán (una subespecie equina) llamada Othar del cual se afirmaba que dónde pisaba no volvía a crecer la hierba. Napoleón tuvo más de cien caballos a su disposición, entre estos Cyrus, Tamerlán (nombre de otro conquistador), Taurus, Nerón y Cerberé siendo el más famoso Marengo, pero contaba entre sus preferidos también a Vizir y Blanco mientras el Duque de Wellington poseía a Copenhagen; durante la Conquista de Mexico, Hernán Cortéz usó a Molinero y en la España medieval el Cid montó a Babieca que jamás fue montado después de la muerte de su amo, durante la Reforma el Emperador Maximiliano montaba a Anteburro y Oripelo; en la formación de Sudamérica Simón Bolívar tuvo como parte de sus campañas a Palomo y José de San Martín a Bayo, en la Revolución Mexicana Pancho Villa a Grano de Oro y Siete Leguas, Emiliano Zapata a As de Oros y Porfirio Díaz a Águila; en los Estados Unidos el General Lee tenía a Traveller.   

 

El caballo en la charrería: en las etapas posteriores a la Conquista de México los indígenas tenían prohibido montar a caballo a excepción de los tlaxcaltecas, aliados de Cortéz; también se les permitió montar a los criados de haciendas, militares, etc. La silla de montar mexicana proviene de la cultura árabe a través de España mientras que la texana está basada en las sillas de los chinacos del periodo independentista mexicano y los vaqueros (los cowboys) del “salvaje oeste” tuvieron que aprenderlo casi todo de los charros, los vaqueros del México virreinal. Hoy el vaquero mexicano es símbolo mismo de mexicanidad y sus quehaceres de hacienda se consideran deporte nacional.  

 

Estatuas ecuestres: las estatuas de una persona a caballo pueden interpretarse de la siguiente manera: si el caballo tiene dos patas en el aire la persona murió en combate, si el caballo tiene una de las patas delanteras en el aire es que el jinete murió por heridas recibidas en combate, si el caballo tiene las cuatro patas sobre el suelo, la persona murió por causas naturales. Sin embargo estas suposiciones no se cumplen al pie de la letra cuando el escultor atiende más a los aspectos estéticos que los simbólicos.

 

Y el caballo sigue galopando: la nobleza de una especie perteneciente a una era romántica perdura a través de los términos “caballero” y “caballería”, que nos remite a gente de a caballo, es decir, militares y que posteriormente pasó a ser sinónimo de noble, perteneciente a la clase alta que eran quienes poseían caballos. Hoy en día los ejércitos dónde perduran Destacamentos Montados el caballo se utiliza para patrullaje y reconocimiento o como recuerdo de una era extinguida y, como la espada, se mantiene por el poder avasallante de un sentimental recuerdo.

 

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