Doña Lorenza y sus casi ciento doce años de vida

 

Por Nina Núñez Salguero/veracruzpressonline.blogspot.mx

 

Doña  Lorenza Cruz engendró 16 hijos, viven: Lucía, Catalina, Pedro Jerónimo, Francisco, Mario, Manuel y Manuela (los gemelos)  y ya están con Dios sus hijos Justina, Tacho, Jorge, Fausto y los otros  cinco murieron pequeños.

 

Doña Lorenza narra las páginas que en su memoria están  casi deslavadas por el tiempo, dice que casi no se acuerda de nada pero conforme se ameniza la charla, jirones de historia tiñen el momento y recuerda como uno de sus  hijos  era muy amigo de  Fausto Vega Santander el que años más tarde sería el héroe local de su amado terruño, combatiendo en el Escuadrón 201, durante la Segunda Guerra Mundial.

 

Doña Lorenza continúa… iba a haber baile un sábado  y me dice  mi hijo, mamá mañana va a haber baile, ahí con el güero… -si mata un gallo lo hace tamales y mañana los voy a vender-, que bueno hijo le dije… era noble  mi hijo ¡ pobrecito … en la noche yo  componía el gallo y  al otro día preparaba los tamales  y se iba a vender a las cantinas   y como palma bendita  los vendía  a cinco centavos y a diez centavos  ¿ usted cree ?, confundida en el tiempo y el espacio Doña Lorenza me pregunta que si conocí a Fausto Vega… – No, no le conocí-  ¡pues cuántos años tienes! dice-  sumergida en los recuerdos que se resisten a salir continúa ;- Dicen que a la primer subida se perdió ( doña Lorenza se refiere al piloto Fausto Vega el cual fue derribado en las Filipinas)  sabrá Dios  adonde quedó, sabrá Dios si quedó a media montaña, en un pueblo no sé a dónde…  ese muchacho   Fausto Vega era hijo de gente rica, salía de la escuela y qué necesidad tenía  de venir a vender tamales ¿ hijo de un ricachón, que tenía varios terrenos, vacas, casas…’?  Fausto Vega venía a buscar a mi hijo Fausto y me decía: señora, que hace -que querías-, le preguntaba-  ¿Está Fausto?  Sino estaba  se iba a buscar a mi hijo el que vendía tamales y  Fausto Vega lo acompañaba hasta que se acababa el permiso de vender, los permisos se daban solo hasta las nueve de la noche y le dije a mi hijo  si acabas la venta vienes, sino también te regresas  nada que te quedes al baile y se regresaba con Fausto Vega,  cuando acabó de estudiar de piloto a la primer subida pa’ rriba  se perdió ¡pobrecito!

 

Nosotros fuimos nacidas en la calle Arista, ahí nacimos decía mi mamá en la mera esquina  por ahí por la tienda “El Relámpago” era una tienda muy grande antes era la calle de La Cubeta y después le cambiaron el nombre, ahí crecimos nos hicimos grandecitas trabajando con nuestros hermanos.

 

De ahí ya que estuvimos grandecitas, se le ocurrió a mi papá ir a trabajar   al campo para hacer finca y sembrar maíz, hacer sembríos, sembrar plátano…recuerdo que  estábamos en el crecimiento  fuimos mucha familia fuimos 12 muchachas y un varón pero ese se fue cuando empezaban a trabajar en los barcos, cuando decían que se iban  a trabajar a la otra costa y venían a traer gente aquí, era otro país, pero estaba yo chica; mi mamá tuvo un niño y ese niño creció y vino mi papá y como entonces había dinero del bueno del puro oro y pura plata  y mi papá pidió dinero para que el chamaco  se fuera para la otra costa.  Mi papá se quedó en Arroyo San Lorenzo y nosotros aquí, lavando ajeno, haciendo tortillas para vender, después de eso se ofreció la guerra (revolución)  yo digo que fue guerra… afirma doña Lorenza, porque venían peleando por los caminos  y nosotras  aquí en estás casas de madera  y se escuchaba ¡Va a entrar la gente a tomar a Tuxpan !   venía la gente caminando y nomás se veía el brillido de las carabinas  y había unos huecos en el suelo  que les decían los fortines,  pero en los cerros allá donde le digo que era la calle La Cubeta, estaban esos hoyancos donde se metían los dueños de aquí de Tuxpan; nosotros chiquillas no teníamos miedo, pero los meros mandones le decían a los que iban entrando a Tuxpan, adentro muchachos adentro que ya vamos llegando, entonces la calle Arista era monte, en la mera entrada ahí llegaba el monte, quiero decir ahí llegaba Tuxpan, había casitas muy humildes, de madera.

 

     Nosotros no teníamos miedo, nos decía mi mamá  ¡acuéstense en el suelo boca abajo!   ¿ que no oyen  el tiroteo de los soldados? unos decían que eran los rebeldes, que  los villistas , que los carrancistas  esos  ya fueron últimamente pero ya estaba yo más grande, porque en aquel entonces ya vivíamos en el rancho pero todavía seguían peleando y nos decían:  ¡ y todos los que estén arriba que se acuesten abajo! porque las balas le pueden dar … al otro día todo  estaba calmado… luego  el tiroteo  y nada más se oía traque, traque, traque, la balacera;  había horas que daban permiso ( toque de queda)  había  caminos  por donde quiera y  por donde quiera  entraban los bandidos que querían tomar a Tuxpan, antes había caminos  veredas y todas tenían nombre, la vereda fulana, la vereda esa,  la vereda lo otro, y venían  los tales por cuales y mi mamá atendiendo gente, soldados .

 

Ya mi mamá nos había dicho, van a venir los soldados pero  cuando les  hagan a ustedes una pregunta digan: _ -yo no sé, yo no sé- mi mamá le da de comer a la gente pero a mi mamá le pagan ( dando a entender que no apoyaba a ningún bando)  ella lavaba ropa les daba de comer, a  ella no le gustaba el prejuicio pero cuando se llegó la guerra a plomo, nos tuvimos que ir al centro donde estuviera mejor, pero esa guerra duró  más de ocho días, dándose balazos por donde quiera, por eso digo  que fue guerra, porque llegaron y siempre  estábamos   trabajando, otras lavando y no  teníamos tiempo de estar cuidando a nadie ,ni teníamos pláticas  con los soldados.

 

Cuando crecimos tantito, nos fuimos para el rancho, allá  fue donde supe de villistas, carrancistas, bandidos, veníamos  para acá a Tuxpan, teníamos sembrío y finca,  encontrábamos gente, pero entonces no había tanta gente mala como ahora, por cien pesos lo  ahorcan  y lo dejan colgando por ahí.

 

A mi mamá le decían no vaya a Tuxpan porque en tal vereda están dos o tres muertos colgados, entonces caminábamos  por toda la orilla del camino y   por los brazos del rio (esteros)  ahí estaban  tres o cuatro   colgados en  la mera línea,  ya nomás veíamos como estaban colgados meciéndose… nosotros nomás veíamos y adelante,  nosotros nomás veníamos a vender a un campo que era nuevo, ahí vendíamos zapotes, papayas, por eso me acuerdo, solo veníamos del rancho porque ahí era la venta.

 

Recuerda a sus hijos, recuerda a sus hermanas, a su hermano que allá en la costa se hizo hombre y allá se hizo viejo, nos cuentan que allá murió trabajando dice y  las mujeres aquí trabajando, haciendo varias cosas… yo me casé mi esposo se llamó Anastasio Rosales y tuve 16 hijos.

 

Nos criamos trabajando honradamente, el papá de nosotros trabajando  en un rancho, nosotras soportábamos aquellos fríos que hacían que  se nos rajaran las manos, no tibiábamos agua,  al despertar ¡arriba todas a trabajar! así fue, unas de mis hermanas,  se casaron otras no se casaron, recuerdo el puente de Tenechaco, luego  otra fábrica donde hacían hielo, nomás era una casa grande.

 

Insiste en el recuerdo cuando empezaban a venir los barcos por la gente para llevarlos a la otra costa, es reiterativa al respecto, no recuerda con exactitud cuál es la otra costa, solo que jamás volvieron a ver al hermano.

 

El próximo día 10 de agosto de 2013 doña Lorenza celebra su santo y el día 5 cumple  exactamente  112 años, es la persona más longeva de la comunidad hasta ahora, a pesar del tiempo vivido trata de ser autosuficiente y causar las mínimas molestias, acude al sanitario sola, se baña sola, pero Cronos no perdona, doña Lorenza necesita una silla de ruedas, un aparato auditivo  y un ventilador dados los intensos calores que estamos viviendo, ojalá quienes puedan ayudar lo hagan, desde hace dos años recién  recibe su pensión de 70 y más.

 

Doña Lorenza, necesita atención de un geriatra y el respeto y atención de quienes hacia quienes han  sabido como ella,  llevar su existencia de una manera digna a pesar de todo, son personas que llevan en su ser valores indiscutibles que las nuevas generaciones tendrían que ver y escuchar con los propios ojos y oídos, pero más que nada con los ojos del alma.

 


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