Antes “poder”. Hoy acostumbrarse al “no poder”

 

Por Dra. Zaida Alicia Lladó Castillo

Que difícil va a ser para muchos expresidentes municipales–como igual sucede a quienes dejan un cargo público, cualquiera que sea su nivel–, acostumbrarse a dejar el poder.

Porque el poder seduce, pero también marea y corrompe sino se sabe manejar con valores y con prudencia. De ahí la vieja concepción política que sentencia: “el poder es para poder— (no “joder”)–, no para no poder”.

Pero ¿por qué las personas cambian cuando tienen poder? Pues, por todo lo que éste lleva implícito: privilegios económicos, relaciones, influencias, estatus, etc. Y como es un reforzador generalizado, algunos se prestan a lo peor con tal de alcanzarlo o conservarlo. Es decir, el poder en la actualidad se ha utilizado para canalizar fuerza y ventaja, en lugar de tomarlo como lo concebían los teóricos de las ideas políticas: para controlar y preservar el orden social, jurídico y político.

Pero revisemos la literatura de los principales expositores del estudio del poder en su origen primario. Thomas Hobbes (1651) interpretaba el poder como: la gran fuerza que permite al hombre articular intereses integrados y comunes que se formalizan en un contrato social…que simboliza una gran fuerza o poder supremo que permita salvaguardar la paz en la sociedad, dándole al Estado el nombre simbólico del “Leviatán”. Es decir para Hobbes, los miembros de una sociedad utilizaban al poder como forma de coexistencia armónica o contrato social  del Estado y las organizaciones.

Conforme a John Lock (1690) el poder era: una condición de creación o conformación, permanencia y supervivencia legítima que surge de la asociación de individuos y se circunscribe a límites concretos donde debe privar un orden e igualdad para los miembros, sea este el gobierno civil o cualquier tipo de agrupación que tenga por objetivo la relación social libre o soberana.

Para Lock, el ejercicio del poder implicaba utilizar la fuerza, pero no como medida de represión sino para ajustar o reajustar el comportamiento de los miembros de la asociación, entendiéndose este como gobierno civil.

Para J. Rousseau (1762): el poder es un medio en la realización dentro del valor significativo de lo social, es decir de las relaciones sociales. Siempre interpretado como resultado de una especie de convenio o contrato social. El poder, entonces, es el instrumento que vence las diferencias y hace prevalecer los intereses generales sobre los individuales; es una condición del contrato social, evitando la guerra de todos contra todos.

Friedrich Nitzsche (1878) abordaba el tema desde el punto de vista de los valores y del voluntarismo entre los miembros para garantizar condiciones de agrupación de individuos que se unen para alcanzar fines concretos o determinados. Atribuía al poder a: la voluntad del ser, siendo esta el motor de todos los procesos de la sociedad, por tanto, la sociedad debe conducirse a alcanzar el poder como forma de existencia y permanencia social.

Max Weber (1915) definía al poder como: la probabilidad de imponer la propia voluntad dentro de una relación social, aún contra toda resistencia y cualquiera que sea el fundamento de esa probabilidad. La relación social quiere decir que los miembros que han decidido integrarse para conformar relaciones de grupo también tienen que actuar socialmente, lo que implica que deberán dejar de lado sus individualidades y apegarse a la conducta que se ha establecido, es decir, sujetarse a un orden legítimamente establecido que garantice la conducta conforme a reglas pactadas.

En este sentido y de acuerdo con Michel Focuault (1971), el poder: no tiene como función esencial decir no, prohibir y castigar, sino ligar su espiral indefinida: la coerción, el placer y la verdad; al mismo tiempo el poder implica un contra-poder.

De ahí que el poder definía la exigencia del cumplimiento de los compromisos de relación social pactados y sería ejecutado por la mejor voluntad y por el orden administrativo, pues este regularía la acción de una asociación humana. En el orden administrativo se habrían de incluir las normas que pretenden valer tanto para la conducta del cuadro administrativo como para la de sus miembros; con ello deja claro que el poder está perfectamente acotado a parámetros de control y que el poder no es libre ni puede ser enajenado o vulnerado por los responsables de la ejecución ni por los miembros de una organización.

Por eso Hannan Arendt (1974) lo concebía como: la aptitud humana no sólo de actuar, sino de actuar de manera concertada. El poder no es nunca la propiedad de un individuo; pertenece a un grupo y existe sólo mientras permanece unido el grupo. Cuando se dice que alguien está ‘en el poder’, se refiere a que efectivamente a que tiene poderes de un cierto número de personas para que actúe en su nombre. En el momento en el que desaparece el grupo que dio origen al poder en un principio, el poder se desvanece igualmente, esto es: ‘sin pueblo o grupo no hay poder’

Luego entonces, el poder es la: fuerza, medio, valor, imposición, derecho, capacidad, medida, acción, concertación, relación o condición, de un sistema social o político organizado para lograr o alcanzar las oportunidades que brinda el marco institucional en el que se sustentan sus intereses (alcanzar metas, evitar entorpecimientos indeseables, imponer el respeto a la autoridad, controlar las posesiones),en este sentido, el poder puede ejercer influencia sobre los procesos para normar y regular la convivencia conjunta entre sus miembros, de forma que se evite la desintegración de sus componentes y que se desvirtúe el sentido de la oportunidad en que se fundamenta su razón de ser o existencia social (Rodríguez, 2010).  

Pero regresando a nuestros días, que lamentable es que pocos sepan para qué sirve el poder y que cualquier persona llegue a los puestos de decisión, sea cual fuere el nivel. Sobre todo porque, su ejercicio no puede estar separado del estricto apego y respeto a la ley y a la profunda visión humana y política, decisión y mano firme, pero sobre todo de mirar siempre hacia el lado y los intereses de las mayorías gobernadas. Y eso implica un determinado perfil, para que quien lo ostente lo haga bien.

Por lo tanto el poder, lo que menos sugiere es desvirtuarlo y eso, es lo que lamentablemente han hecho algunos sujetos (hombres o mujeres) que llegaron a puestos directivos gubernamentales o de representación—y como ejemplo hablaba antes de los expresidentes municipales en la entidad o exgobernadores del país–, que se van, dejando serias irregularidades en su administración defraudando la confianza que se les depositó en su momento. Y eso es lo grave, porque se les fue la gran oportunidad de haber podido ejercer un gobierno de eficiencia, calidad y calidez, de afianzar esa confianza si hubieran entregado buenas cuentas, si los resultados se hubieran reflejado en beneficios para sus conciudadanos y no en los personales.

Por el contrario, se les olvidó, que esos cargos no son eternos y que tarde o temprano les llega el juicio de la historia, de la familia…y/o de los tribunales. Y si la libran ante los órganos de fiscalización o ante las autoridades judiciales competentes, ¿habrán de acostumbrarse al “NO PODER”?; No lo creo,  porque el no tenerlo viene siendo un insulto a su egolatría.

Imaginen a esos alcaldes o exfuncionarios de gobierno, que se acostumbraron a mandar, controlar, comprar voluntades, negociar con lo sucio, prostituir colaboradores y sobre todo, a gastar dinero que no es suyo, etc., estar destinados a permanecer en su casa olvidados, sin recibir lisonjas o aplausos y todavía cargando con el desprestigio. O tener que cuidarse de que no los secuestren–porque quedaron podridos en dinero–, y ahora tienen que andar protegiéndose hasta de su propia familia.

Imagínenlos, pidiendo o suplicando un trámite, haciendo cola para pagar el predial, o pidiendo una consulta médica en el IMSS o en el ISSSTE o sacando una licencia, ¡NOO! ¡Qué horror para ellos!; imagínenlos (as) ya sin maquillaje, sin el glamour que da el dinero, sin los “sopla-nucas”, sin guaruras, sin chofer, sin las “rorras” o “rorros” tras de ellos, etc., imagínenlos así al natural, mostrando su fealdad interna y externa…en verdad, para mi gusto, lo uno que pueden dar es…lástima.

Por eso algunos y algunas se prestan “a todo” con tal de conservarse en el poder hasta que les dura el gusto y hasta que los sacan por nefastos y…cuando lo dejan, se van de sus regiones, de sus países o…de esta vida, porque no soportan hacer evidente el NO PODER.

 Gracias y hasta la próxima.

Bibliografía:

1.        ARENDT, Hannah, On violence, Londres, Allen Lane, The Penguin Editores, 1974, pp. 40

2.        Cisneros González, Raúl, (2010)  Que es el poder, UNAM.

3.        HOBBES, Thomas, El Leviatán, México, Nuevo Mar Editores, 1987.

4.        LOCKE, John, Ensayo sobre el gobierno civil, México, Nuevo Mar Editores, 1984, pp. 29-

5.        80.

6.        ROUSSEAU, Juan Jacobo, El contrato social, Bogotá Colombia, Linotipo Editores, 1979,

7.        pp. 3-70.

8.        WEBER, Max, Economía y Sociedad, México, Fondo de Cultura Económica, 1998, pp. 5-45

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