Bonitas, pero corrientes e incultas

Por Dra. Zaida Alicia Lladó Castillo

 


 

Hay muchas definiciones del concepto “cultura”, pero una de las más completas es aquella que la entiende como “un sistema de premisas interrelacionadas que norman o gobiernan los sentimientos, las ideas, la jerarquización de las relaciones interpersonales, la estipulación de papeles sociales que hay que cubrir, las reglas de interacción de los individuos en tales roles, los dónde, con quién y cómo desempeñarlos y es válido para la interacción en familia, los grupos de convivencia, las estructuras institucionales: educativas, religiosas, gubernamentales, etc.” (Díaz Guerrero (1972).

 

 

La cultura como sistema, contiene subsistemas y subculturas. En los subsistemas quedan inmersos las creencias, ideales, valores, normas, tradiciones, tabúes, rol social, costumbres, ritos, etc., incluso los avances tecnológicos. Las subculturas, recogen los hábitos y costumbres regionales (grupos locales o en espacios específicos), ocupacionales u organizacionales, pero tanto unos y otros, definen formas propias de actuación dentro del ambiente y se heredan modificadas o no, de generación en generación. (Arias, 1999).

 

 

Pero, ¿Por qué digo todo ésto? ¿A dónde quiero llegar? a reflexionar sobre lo que pasa dentro de una cultura general cuando se crean culturas particulares, derivado de formas especificas de comportarse los grupos en el contexto de la sociedad y explicarnos cómo esas subculturas que exhiben determinadas formas en el hablar, vestir y convivir,  pueden llegar a conformar las llamadas culturas del futuro en nuestro país.

 

Por ejemplo, históricamente los barrios populares se han distinguido por formas especiales de hablar, vestir y convivir,  y en ello comparten normas, estilos y problemáticas. Pero cuando estos grupos, buscan imitar a gente de niveles medios o altos en sus costumbres o hábitos, realizan adaptaciones (de acuerdo  a sus posibilidades limitadas), para lograr lo mismo pero muy a su estilo y manera y entonces definen una subcultura. Los mexicanos y me atrevo a decir que todos,  nos hemos encargado de estigmatizar a esos grupos llamándoles “nacos” o “corrientes”, como una forma de identificarlos y en ocasiones hasta devaluándolos.

 

 

Al “corriente”  o “naco”, se le relaciona con otros conceptos similares,  como: “común”, “habitual”, “ordinario”, “mediocre”, etc., y la propia sociedad distingue en ellos aquellas costumbres  y comportamientos que se distancian de los cánones que impone ésta: modas, tradiciones,  hábitos familiares y de convivencia, normas cívicas y urbanas,  formas “refinadas” de comportarse en ciertos lugares, altas expectativas de desarrollo etc.etc. Uno de los indicadores de los “nacos y “corrientes”, es su forma de hablar. El caló, es uno de ellos y correspondió en un principio a la forma especial de comunicarse de las sociedades marginadas o muy populares, llamadas también “lenguas secretas” y que al igual que han estado presentes en la historia, siguen existiendo en casi todas las culturas del mundo.

 

 

Recordemos que México, no fue conquistado por la nobleza española, sino por marinos ignorantes que venían de los niveles socioeconómicos bajos de la península ibérica, que traían pésimos  hábitos de aseo, de comida, de relacionarse con los demás y la forma de hablar de éstos venía ya contaminada con raíces diversas y con modismos que identificaban las lenguas de los gitanos, algunos exiliados de las regiones árabes, del sur de Francia, incluso del norte de la India y de Italia. México fue mutilado de su cultura  y le impusieron una nueva y una religión, que fomentó la imagen del Dios castigador y de la sumisión o lambisconería hacia la autoridad. Por lo tanto, impusieron una cultura a través de la espada y la cruz.

 

 

En nuestro país, las clases sociales se identificaron desde la conquista: españoles, mestizos, criollos, indios y negros. Posteriormente aristócratas y burgueses-vs-burócratas y proletariado.  Los grupos humanos definieron a través del tiempo, sus propias formas de convivencia y ello ha conformado determinadas subculturas, algunas han surgido de las clases medias y algunas continuaron siendo selectivas y otras, por el contrario inclusivas, abiertas o democráticas.  Eso es lo que ha permitido que ciertos grupos no vean con buenos ojos el poder mezclarse con otros que no sean los de su nivel cultural, social y económico. Hay quien le llama a ello discriminación, Darwin le llamó “selección natural” que es parte de la teoría de la evolución de las especies. Por eso cuando un personaje, que proviene de niveles donde no se posee cultura urbana y cívica ni valores, y quiere convivir con niveles sociales que los tienen como prioridad, si no demuestra ser digno de confianza y no se ajusta a las exigencias y normas sociales y económicas del nuevo nivel, puede ser designado como “corriente”. “naco” o “indeseable” y ser rechazado en automático.

 

 

Los “nacos” o “corrientes”, no necesariamente tienen que pertenecer a los grupos en pobreza; se tiende a verlos como sinónimos, pero no es así. No hay que confundirlos con los grupos que aunque no son pudientes,  poseen tradiciones o cultivan una cultura que les identifica y pertenecen a grupos productivos y valiosos; como por ejemplo: los artesanos, los grupos indígenas que se sienten orgullosos de sus tradiciones, la gente del campo, campesinos y ganaderos, la gente emprendedora, creativa y productiva, como los comerciantes, obreros, profesionistas, etc., que tienen valores y formas propias de comportarse, de compartir sus costumbres y de construir expresiones propias de sus pueblos, regiones o centros de trabajo o profesiones, etc.

 

 

El lenguaje suburbano ha existido y sigue existiendo, y más en nuestro país que tiene en ello una gran riqueza. Pero el “lenguaje soez”, el vulgar, es el que se ha  extrapolado a los diferentes niveles sociales y económicos en la actualidad. 

 

 

Por ejemplo, antes “el caló” como lenguaje, era común en las colonias de los barrios populares de México o eran vocablos que se utilizaban en los centros de confinamiento: cárceles, ejército, orfanatorios o en los centros de diversión del bajo mundo y los deportes de llano, etc., Es decir, “el caló” y los modismos, tales como los albures, la picardía, las “malas palabras”, el doble sentido, etc.,  han existido siempre en imágenes, expresiones, símbolos y significados. Pero en la actualidad, no hay sólo nivel social o económico que se salve de utilizarlos. Y los medios de comunicación masivos han tenido mucho que ver en estos cambios.

 

 

Todos recordamos a personajes históricos, del cine, revista o la tv, que surgieron y se hicieron famosos imponiendo una vestimenta o una forma de hablar peculiar de las clases populares, que podrían caer en la definición de “naco” o “corriente” y gracias a su difusión se generalizaron y cambiaron en parte, la forma de comunicarse, de los mexicanos.

 

 

El grandioso Mario Moreno con su personaje “Cantinflas” (que emulaba con el Chaplin Inglès) desde fines de los años 30, fue uno de los que popularizó a un ingenioso “desarrapado” que podía codearse con cualquier rico, hacendado, político o profesionista de primer nivel y dominarlo o “marearlo” con su clásica forma de hablar. “Cantinflas”, fue y seguirá siendo  el personaje que dibujó a los humildes con un alto nivel de consciencia, nobleza y con grandes valores humanos. Su estilo de hablar “de decir mucho sin decir nada”, trascendió y fue aceptado por la Real Academia de la Lengua en 1992 como el verbo “cantinflear” y el adjetivo “cantinflesco” o “acantinflado”.

 

 

Igualmente, a la revista o “Pepín” (como así se les llamaba a los “comics” o historietas),“La familia Burrón” de Gabriel Vargas, que dibujó en 1948 al México y la familia popular de esa época, se le deben términos como: “a mover el bigote”, “está de rechupete”; “está bien chipocludo”; “pégale en los oclayos”; “vete de volada a comprar las tortillas”; “mira nomás que cuchitril”, “is”, “nones” y “estuvo a todo mecate”; entre otros. Y nadie puede negar que estas expresiones se volvieran indispensables en el vocabulario nacional. Personajes como “Tin Tan”, “Resortes”, generalizaron la figura del “Pachuco”; “Viruta y Capulina” y “Chespirito” generalizaron el humor blanco y establecieron modismos que repetían los niños y jóvenes de la época.

 

 

La expresión “la buena onda”, surgió en los años 60 entre los jóvenes que asistían a las tardeadas o a los cafés-cantantes y se adoptó con otra connotación en la década de los hippies. Igualmente otro personaje de la década de los 70: “El vulgarcito” de Alejandro Suarez, que por gracioso y elocuente impuso la forma de hablar de los jóvenes de la década de los 80 , con sus palabras: “Nel, pastel”, “ìs barniz”, “simón”, “no hay fijón”, “que epazotes con los elotes”, “te traigo finto”; sin embargo, a éste se le debe también los modelos de irreverencia con el jefe, el policía, el maestro, el papá, etc.

 

El Flánagan” de Héctor Suarez, en los 80, estableció el lenguaje de los drogadictos,  “grifos”, o “pachecos”, acorde con las formas de actuar de esas décadas liberales de los jóvenes; modismos que llegaron para quedarse. Igualmente la influencia de personajes como “el Pirruris” de Luis de Alba, hizo famosa la palabra “naco” con todas sus derivaciones, y daba a notar las diferencias entre las expectativas y  la forma de hablar de los “ricos” respecto a los pobres y Eugenio Derbez, en esa década, que generalizó el doble sentido “fino” aún y de excelente nivel cómico.

 

 

 

Pero las imágenes que degradaron al varón y mujer mexicanos, fueron las películas de las “ficheras” en la peor época del cine mexicano, pues era común ver escenas y lenguaje vulgar en guiones sin sentido; lenguaje que se hizo usual en determinados medios. Igualmente, cuando en la Tv se eliminó la censura algunos canales como TeleHit, incluyeron programas donde se permitía la majadería abiertamente, que fue subiendo de tono con el tiempo. 

 

 

Muchas de las palabas que usan los jóvenes en la actualidad, han salido también de modas e imágenes, unidos al caló o “bronx” norte americanizado;  en esa combinación se obtiene una deformación tanto de una lengua como de la otra. Palabras como “huerco”, “migra”, “troca”, etc., se generalizaron  en la frontera entre otras y en el caso de la expresión “Wey”, se dice que pudo venir de alguna deformación del Inglés, pero se le asocia más a la palabra “buey”, que como animal es lento y sonso. En otros casos se piensa que sustituye a la palabra “brother” o “brodita”, (muy usado por el chicano del sur de los EEUU),  para referirse al amigo casi “hermano”,  tomándolo como sinónimo de  “manito”, “cuate” “wey”, etc. Ese término venía siendo utilizado en ciertos lugares del país antes de la década de los 90, pero fue en “Otro Rollo” con  Adal Ramones (oriundo por cierto de Monterrey, N.L.) que junto con la palabra “aaròn”, lo popularizó de manera significativa, entre otros muchos cómicos que las usaron en sus personajes. Y siguiendo con la imagen del “naco”, Adrian Uribe con “El Vitor” en “La hora pico” al inicio de la década del  2000, lo retoma con los personajes de  “Nacaranda” y “Nacasia” su amiga, exhibiendo la forma de comportarse de los “nacos”.

 

 

Además de los Reality-Show, que hicieron común el actuar en forma “ordinaria” y el oír majaderías y vulgaridades sin sorprenderse. Recientemente me decían algunas madres de familia, “las cosas han llegado a tal extremo en los últimos años que hay programas, que dan vergüenza por la serie de bajezas que dicen, hombres que no están actuando, sino que en verdad son  “patanes” y “prosaicos” dentro y fuera de las cámaras”. Y no se equivocan.

 

 

Las palabras “vulgar” y “patán”,  viene a ser un grado peor al “naco” o “corriente”, por lo tanto no son lo mismo. El concepto “vulgar”, corresponde a una persona que actúa y habla procazmente, que se comporta en forma desinhibida al actuar, hablar o vestir, desubicándose del contexto; es decir la vulgaridad (intencional o inconsciente) es una forma de egoísmo, porque la persona no diferencia los lugares en donde podría actuar con libertad, sin causar problemas. ”El patán”, por su parte, corresponde a la actuación de un sujeto  (hombre o mujer) que además de “vulgar” y “corriente”, lleva una intención dañina en su actuación; es decir en su forma de actuar  media la falta de respeto y de eludir compromisos, todo como una forma de revelarse de las normas que la sociedad establece y a las que no desea ajustarse;  es decir “el patán” premedita su actuación “el vulgar”, es espontáneo pues actúa en función de su cultura. Pero ambos son demostraciones de frustración e inmadurez (por un deseo incontrolable de llamar la atención), que hace que consciente e inconscientemente ofendan, incomoden o dañen a los demás y en la actualidad, son los propios medíos los que les publicitan para obtener audiencia. Actitudes vulgares y patanes se pueden ver todos los días, en: las empresas, los sindicatos, los partidos políticos, el gobierno, en los centros escolares, las religiones, el deporte, el ejercicio de la profesión, las organizaciones de la sociedad civil, igual en los espacios de ricos que de  pobres. En la actualidad, podemos ver juniors tratando a jovencitas como si fueran sus sirvientas; o algunos “nuevos ricos y ricas” (que poseen fortunas no precisamente provenientes de la cultura del esfuerzo) que alcanzan  estilos y formas de vivir, vestir y de convivir en los excesos como una demostración de ostentación y en esa coraza pretenden sustituir su falta de cultura y de valores personales y por ello hacen alarde de dinero y bienes; pero como dice el refrán: “no todo lo que brilla es oro”. Y para muestra un botón.

 

 

Si pudimos ver a las “Ladies de Polanco”: Azalia Ojeda, ex big brother y Maria Vanessa Polo Cajica, ex Nuestra Belleza Puebla 2004 ambas guapas , aparentemente con dinero, camioneta del año (como se pudo percibir en cadena nacional), pasarán a la historia como dos mujeres que exhibieron su origen, su pésima educación, sus escasos principios, en pocas palabras su “vulgaridad” y “patanería” y sumado al estado etílico o drogo en que estaban, les convirtió en animales enfurecidos e irracionales. Con seguridad, la más humilde y honesta trabajadora,  les podría dar clases de comportamiento, prudencia y respeto a los demás.

 

 

Luego entonces, es claro que el ser gente respetable y respetado, no es cuestión de dinero ni de poder o de ser guapo o bonita, porque lo que vale para ser reconocido frente a los demás, es la forma en que los individuos son valorados por su cultura y buenas acciones personales, familiares y profesionales y eso, no es tan fácil de obtener. Como dice nuestro vocablo mexicano: “eso se mama” desde niño y  se reafirma con el tiempo,  si el individuo se empeña en preservar lo que da consistencia a la familia y a la sociedad.

 

 

Por eso, independientemente de los grupos en que se conviva y la forma de comportarse de cada quien, que es respetable, lo importante es ubicarse cada quien en su realidad y estar satisfecho de lo que es y disfrutar lo que modestamente tiene, siempre y cuando no lesione o vulnere los derechos de otros. Además de que, en el respeto otorgado esta el respeto recibido de los demás. Como decía un promocional de la librería Gandhi en México que me encantó: darle a los jóvenes más “book” y menos “face”;  en suma,  más cultura, virtud y productividad  y menos anti-valores y superficialidad.

 

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