Por Inés García Nieto
Regis, busco una explicación a tu ausencia.
Hace ocho días, el viernes 27 de abril estabas con vida. Seguro te levantaste como todas las mañanas a escuchar algún noticiero mientras ordenabas tu recamara, a bañarte, a buscar la ropa que usarías. Tu ágil mente repasó los lugares a que acudirías, mientras revisabas tu grabadora, tu libreta y lapicero. Nada falta dijiste. El jueves por la mañana tal vez te dio tiempo checar tu correo, y tomar un café, luego saliste de prisa al centro de la ciudad en Xalapa.
Tenías prisa de respetar los horarios de envíos de información, te estresaba que el entrevistado pudiera no asistir a la cita por ti solicitada pues debías dar seguimiento a las notas anteriores, ver que había ocurrido en el Congreso, preguntar a tus fuentes lo de última hora. En el trayecto te encontraste a alguna compañera o compañero de trabajo, se saludaron, intercambiaron palabras y si llevaban la misma ruta, tenían tiempo de ahondar más en el tema. Tal vez a quien encontraste fue algún entrevistado tiempo atrás, lo saludaste y seguiste tu camino.
La delgada pequeña y frágil silueta llevaba dentro a un David, resuelto a ganar la batalla informativa, y no solo por el hecho de ganar la exclusiva porque muy pocos te hacían competencia dado lo delicado de los temas que tu abordas, sino por ayudar a alguien a ganar una lucha añeja, dura y complicada, que a pocos colegas interesaban. Dado que hoy a los reporteros se les exige cinco notas por día, pues lo más conducente es hacer entrevistas cortas o refritearse al compañero más documentado…el trabajo a destajo también es duro, por lo que muchos caen la declaracionitis.
Y ahí vas Regina, subiendo calles empedradas o bajándolas, según el caso…apresurada siempre, con tu rostro serio y reflexivo. La última vez en Xalapa nos encontramos en la calle aledaña a Catedral. Brevemente te platique la razón de mi estancia en la ciudad capital y te entregué los documentos que llevaba. El propósito era ayudar a los alumnos de un telebachillerato de Tuxpan, y el reportaje lo sacaste en el diario Política donde entonces trabajabas.
Te dimos las gracias, nos abrazamos y nos despedimos. La última vez que nos encontramos fue en las vías de ferrocarril que unen a Orizaba con Río Blanco, pues cubrías la Caravana por la paz, esto en favor de los migrantes centroamericanos. Cuando yo los alcance en la colonia Modelo, el padre Solalinde ya había salido a Puebla, y me dijiste que acababas de ver a Pedro Matías, corresponsal de Proceso en Oaxaca. Me subí a buscarlo a los autobuses y no lo encontré. Me regresé al grupo con el que estabas y ahí estaba Rodrigo Soberanes, mi joven ex jefe a quien solo conocía por internet y por teléfono. Él con la barba crecida y tú extremadamente cansada. Tu piel se veía maltratada y tus ojos urgidos de dormir. Estabas al límite de tu resistencia pero afortunadamente para los que habían salido tres días antes con los activistas, religiosos y migrantes, ahí terminaba su jornada laboral.
Me presentaste a unas mujeres de la huasteca, y por eso no los pude acompañar de regreso al centro de Orizaba. Me dijiste.-Te vas con nosotros? Y te respondí. No, gracias, me quedó a hacer algunas entrevistas. Los vi caminar cansados por la calle principal y me dije.- ¿Por qué no toman un taxi? Lo hicieron más adelante.
Ese día Regis, te vi tan cansada que me pregunte, qué días dejará de trabajar? Y nunca lo supe, pero lo que si me queda claro es que tenías urgencia extrema de ayudar a quien pudieras ayudar con tus notas, tenías urgencias de ser más que precisa en tu información, y hacerlo lo antes posible pues muchas personas abrigaban la esperanza de ver resueltos sus problemas, atendidas sus viejas peticiones. Tu querías con tu alma y tu conciencia que ellos, por primera vez en la vida fueron vistos, escuchados…te dolía el como el poder los ignoraba. Supiste del líder campesino que prefirió quemarse en pleno zócalo de la capital de Veracruz ante la indiferencia de las autoridades agrarias; conociste la lucha de las enfermeras que con sangre escribieron sus pancartas para de esa manera ser atendidas por el sector salud en sus centros de trabajo…supiste y escribiste de esas luchas, y por eso el tiempo era prioritario para ti.
Escribir, publicar, difundir esas historias te quitaba el sueño, así como horas de descanso y diversión. Hasta el último aliento lo dabas, lo diste a los demás. A esos por quienes vale la pena vivir, porque te hacen sentir que todavía tiene sentido el luchar… ¿Presentiste en algún momento que alguien sin entrañas planeaba, a sangre fría terminar con tu valiosa vida? ¿Pensaste alguna vez qué tan valiosa era tu existencia? ¿Tuviste tiempo para pensar en eso, o ni siquiera te importó?
Estos días, después del trágico sábado 28 de abril, por las noches y al despertar mi alma se tortura imaginando tu última noche, tú último despertar. Eras introvertida, reservada y desconfiada, pero ni tú ni ninguno de nosotros pensó que tu casa sería abierta por una mente criminal, para hacerte sufrir de la manera que lo hizo, a ti tan pequeña y frágil: sin posibilidad de defensa alguna.
Regis, desde el recuerdo trato de pensar que ahora estás bien, desde la reflexión sé que tus amigos y tus compañeros de aventura no hemos de olvidarte. Todos los que te conocimos sabemos que nunca obtuviste un Premio Estatal de Reportaje, pero bien que te ganaste la gratitud y la admiración de miles de miles de lectores, tuiteros y gente pensante de España, Francia y otras latitudes del mundo.
Regis, en esta conmoción en que me encuentro, pido al Padre Todopoderoso que tú estés en paz, que tú estés disfrutando del descanso que tanta falta te hacía, y que el dador de vida eterna, el Dios de Amor guarde en el hueco de su mano a los que no podemos renunciar a la tarea de informar, porque junto con millones de veracruzanos y mexicanos, más que nunca anhelamos vivir en un clima de justicia y la libertad.
Te amamos, Regis.
Editorial
