El lado oscuro del espionaje

El lado oscuro del espionaje
En la piel de Barack Obama. “¿Qué le aconsejarías, hacerlo o no hacerlo?”, pregunta mirando a los ojos al visitante el exvicedirector de la CIA, Michael Morell, después de repasar la información que el presidente Barack Obama y su equipo tenían a su disposición cuando dieron luz verde a la operación que acabó con Osama Bin Laden.
El Museo Internacional del Espionaje de Washington reabre sus puertas con una colección ampliada de artefactos usados por espías de carne y hueso sin obviar las facetas más incómodas como la tortura o la vigilancia masiva
Por Beatriz Navarro/La Vanguardia

Un Aston Martin DB5 plateado con la matrícula JB007 recibe al visitante en el nuevo edificio del Museo Internacional del Espionaje. Pocos personajes de ficción han moldeado tanto la imagen popular de este mundo como Bond, James Bond pero en sus 6.000 metros cuadrados de exposición apenas hay concesiones a la cultura pop y la ficción.

Para empezar, porque se encuentra en Washington, a 15 minutos de la sede de la CIA. Entre sus visitantes hay no sólo turistas y curiosos sino expertos y personas con conocimientos más o menos inconfesables sobre el tema. “Washington es la capital por excelencia del espionaje desde hace décadas”, afirma el historiador Vince Houghton. “Prácticamente todos los países del mundo tienen embajada aquí. Es un lugar único y muy práctico para espiar. Hay más espías en Washington que en ningún lugar del mundo”, asegura el asesor del museo.

Ocultarse, escuchar, huir

Los artefactos para espiar no son más que soluciones físicas a problemas básicos

Y ¿quién necesita recurrir a la ficción con historias reales como la del esclavo James Lafayette, el maestro medieval Francis Walsinghan, la seductora Mata Hari, el asesinato de Trotsky, el agente doble Juan Pujol García, el héroe o traidor (según se mire) Aldrich Ames, el analista Edward Snowden o Morten Storm, el yihadista danés arrepentido que trabajó para la CIA?

El nuevo museo, totalmente interactivo, permite poner a prueba las habilidades personales de los aspirantes a espías.
El nuevo museo, totalmente interactivo, permite poner a prueba las habilidades personales de los aspirantes a espías. (Saul Loeb / AFP)

La fachada del nuevo edificio, como en el Centro Pompidou y otros diseños de Richard Rogers, deja a la vista sus tripas y su estructura, como dentro se hace con la historia del espionaje. Para hacerse una idea de adonde va este viaje a los secretos del espionaje más valdría fijarse en el dron naranja que cuelga suspendido sobre el hall, precursor de los utilizados por la CIA para seguir o asesinar terroristas. Dieciséis años después de su apertura en un pequeño espacio del centro de Washington, sus gestores –una organización sin ánimo de lucro fundada por los filántropos Milton y Matar Maltz – concluyeron que en el 2019 era imposible hablar del espionaje sin mostrar su lado más oscuro y el museo aborda por primera vez temas como el uso de la tortura, las filtraciones o la vigilancia masiva.

El arte del despiste

“Pones capas y capas hasta desaparecer bajo otra persona”, dice la exjefa de disfraz de la CIA

El museo cuenta con unos 10.000 artefactos, de los que expone un millar. Objetos fascinantes pero “no hay que olvidar que el primer instrumento de espionaje fue el cuerpo humano, explica Anne Slaffer, vicepresidenta de exposiciones, por eso la primera galería está consagrada a personas de carne y hueso. Allí está George Washington, el primer presidente de EE.UU. y el agente 711 de la primera agencia de inteligencia del país (su carta fundacional original es uno de los tesoros de la colección). O la legendaria espía Mata Hari y una decena de mujeres que trabajaron para la CIA y cuentan cómo les influyó el personaje.

Un visitante en el Museo Internacional del Espionaje
Un visitante en el Museo Internacional del Espionaje (Saul Loeb / AFP)

“Me hubiera gustado tener algo así cuando trabajaba”, comenta entre risas Jonna Mendez mientras observa a un visitante disfrazarse digitalmente. Méndez es una artista del despiste. Tras trabajar como agente en medio mundo, volvió a la central para dirigir su departamento de disfraces. Su técnica es la de cebolla: “Pones una capa tras otra. Cosas que por sí mismas no significan nada, transparentes, pero que se acumulan y te hacen desaparecer en otra persona. El maquillaje, el perfume, anillos de boda, el color de los ojos y el pelo… Sigues y sigues hasta que despareces”, comenta Méndez, que ahora se disfraza por pura diversión. Su marido, Tony Méndez, inspiró la película Argo.

Operaciones históricas

Se exhibe el piolet con el que Mercader mató a Trotsky y la copia del paraguas de Markov

Los artefactos de espionaje no son en realidad más que soluciones físicas a problemas básicos: cómo comunicarse, ocultarse, escuchar información y pasarla, sabotear algo o matar a alguien. Así surgieron objetos como el pintalabios o guantes con pistola incorporada; la ganzúa que la CIA escondía en una estampita; la máquina ‘Enigma’ para codificar mensajes; la moneda con veneno para suicidarse; el zapato con un transmisor en el tacón…

La fotografía clandestina ocupa un lugar aparte. El siglo pasado había cámaras ocultas en relojes, sujetadores, corbatas, fajas, relojes de cuco, maceteros, fundas de gafas, botones… Hoy hay drones, antes se usó palomas. Cambia la tecnología pero no los desafíos. La primera gran operación de engaño y sabotaje fue la del caballo de Troya, que hoy toma la forma de virus informático. Una ‘infinity room’ con espejos da idea de las posibilidades del espionaje en la era de la proliferación de los datos personales digitales.

Fracasos del espionaje

Ha habido fiascos y fallos fatídicos como los atentados terroristas del 11-S en el 2001

El coleccionista Keith Melton, que ha donado 5.000 objetos, no quiere ni pensar qué quisiera salvar en caso de incendio pero no oculta su especial aprecio por el piolet con el que –asegura– Mercader asesinó a Trotsky en 1940. Lo buscó 45 años, siguió pistas falsas y recibió ofertas de varios estafadores. Pero cuando la hija de un policía mexicano dijo tenerlo y lo vio con sus propios ojos, supo que era el bueno. Pruebas posteriores le han convencido de que “sin duda, es el auténtico”. Junto al piolet más famoso del mundo, por primera vez expuesto al público, está un anodino paraguas negro envenenado con el que se concluyó que el KGB asesinó en Londres al disidente búlgaro Georgi Markov. Es una réplica, claro.

Un Aston Martin utilizado en la película de James Bond  se exhibe en el museo
Un Aston Martin utilizado en la película de James Bond se exhibe en el museo (Saul Loeb / AFP)

El museo es totalmente interactivo. “En los 16 años que estuvo abierto el anterior museo, nos dimos cuenta de que la gente quería no sólo aprender sino poner a prueba sus capacidades para espiar”, explica Slaffer. Quien no sólo esté interesado en la historia podrá asumir una identidad secreta y llevar a cabo una misión a través de diferentes pantallas y pruebas. Al final evaluarán sus habilidades. Habitualmente escurridizos, son muchos los antiguos altos cargos de la CIA y exagentes que han colaborado con el museo y comentan sus experiencias en diferentes vídeos. Lo que no se ve en el cine, cuenta un exagente francés, es que después de una operación cogen el metro para volver a casa.

En otra sala uno puede ponerse en la piel de Barack Obama y decidir si debe entrar o no en una casa de Pakistán para buscar a Osama Bin Laden. O viajar al hotel más vigilado de la guerra fría, el Palashotel y someterse a un interrogatorio en un cuarto de la Stasi. El sudor que los detenidos dejaban en la silla podía ser recogido en un cojín, de forma que un perro pudiera seguir sus pasos, se recuerda cuando a la salida del falso recinto de Berlín Este un can digital asalta al visitante.

Ejemplos de algunos elementos que se muestran en el museo
Ejemplos de algunos elementos que se muestran en el museo (Saul Loeb / AFP)

No todo son historias de éxitos. La bandera que los soldados estadounidenses querían haber plantado en La Habana y tuvieron que llevarse de vuelta a casa es el mejor testigo del fracaso de la operación Bahía de Cochinos. Tampoco se obvian fiascos históricos como las inexistentes armas de destrucción masiva de Irak o fallos fatídicos como los atentados terroristas del 11 de septiembre del 2001. La respuesta de EE.UU. a esos ataques ocupa una página negra en la historia
del país que el museo no evita.
“No se puede ignorar las horas más sombrías de nuestro pasado. No podemos callarnos porque haga sentirse incómoda a la gente”, afirma Houghton.

En una sala se puede ver una réplica de las tablas de madera utilizadas por la CIA en interrogatorios para simular ahogamientos junto a un kit auténtico empleado para enseñar a los soldados estadounidenses a soportar esta técnica, equivalente a la tortura. También hay una ‘caja de estrés’ como la usada con Abu Zubaydah, el primer detenido de la “guerra contra el terror”, que pasó 29 horas confinado en un pequeño cajón. “¿Es fiable la información obtenida bajo presión? Y aunque lo sea ¿son esas técnicas compatibles con nuestra ética y valores?”. Altos cargos de la Administración Bush comparten en un vídeo sus opiniones, pero la conclusión se deja a juicio de cada uno.

De remodelar o ampliar el museo dentro de otros 16 años, seguramente ocuparían un lugar más destacado dos temas que ahora apenas se abordan, como el terrorismo nacional o el espionaje industrial, que es en realidad tan viejo como las operaciones para robar los secretos de la porcelana o el color rojo mexicano. Entender cómo funciona el espionaje, dicen, es entender cómo funciona nuestra sociedad y viceversa. “Ahora lo sabes. El mundo ya no volverá a parecer el mismo”, dicen al visitante al cruzar la puerta de la salida. De vuelta a la luz de la mano de Google, Siri y el micrófono de Alexa esperándonos en casa.

Comentarios de Facebook
Comparte en tus redes sociales
Share on Facebook
Facebook
Tweet about this on Twitter
Twitter
Print this page
Print

Acerca de Expreso de Tuxpan

El sitio de noticias líder de Tuxpan, todo lo importante de la política, cultura, mundo, desarrollo, ciencia, tecnología y más.

Ver todas las entradas de Expreso de Tuxpan →