Embarazo adolescente en México: un problema alimentado por la inequidad

La maternidad precoz es un problema que expresa desigualdad al presentarse en los estratos sociales bajos en comparación con los altos

Por: Grecia Villa/El País

México tiene la mayor tasa de natalidad en mujeres adolescentes de todos los países miembros de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE): 62 embarazos por cada 1.000 son de niñas y adolescentes. Pese a que entre los años 2000 y 2006 se logró una reducción de más del 8%, entre el 2007 y el 2012 el incremento llegó casi al 15%. En 2017, dos de cada diez nacimientos en México eran de una mujer menor de 20 años.

El embarazo adolescente es la causa principal de mortalidad en niñas entre los 15 y 19 años en el mundo. El 90% de las muertes ocurren en países en vías de desarrollo, como México y el resto de Latinoamérica, y la mayoría de estas son prevenibles. Pero la preocupación por esta problemática parte también de las tasas elevadas de abortos clandestinos y de la falta de conocimiento para buscar apoyo e iniciar control prenatal.

Existen factores de riesgo en la dimensión individual, familiar y social como la menarquia precoz, la baja autoestima, el uso de drogas, ser hija de una madre adolescente, un padre ausente, no usar métodos de planificación familiar, o la falta de conocimiento sexual. Así mismo, también existen factores protectores como una familia que apoye a la adolescente, la buena comunicación interpersonal, el sentido de la vida laboral, y la abstinencia.

El embarazo adolescente no es solo un problema de salud global, sino que expresa desigualdad al presentarse en los estratos sociales bajos en comparación con los altos. Las variaciones en México van desde 97 adolescentes por cada 1.000 mujeres embarazadas entre la clase más desfavorecida, a 15 adolescentes por cada 1.000 mujeres embarazadas en la más alta. Está documentado que la diferencia más importante en cuanto a salud reproductiva tiene que ver principalmente con la inequidad en el acceso a los servicios de salud, la cual se encuentra claramente marcada por los estratos socioeconómicos.

En 2017, dos de cada diez nacimientos en México eran de una mujer menor de 20 años

Además, el acceso a los anticonceptivos entre adolescentes de 15 a 19 años de edad sexualmente activas no es parejo a lo largo del país. Según el último informe Estado mundial de las madres que cada año realiza la ONG Save the Children, se evidencia la discrepancia en la prevalencia de uso de métodos anticonceptivos entre los estados más al sur del país, como Chiapas, con un 35,5%, y el resto, donde se estima su uso en un 59%.

Aunado a esto, se suma el problema del desempleo y el abandono escolar al enfrentarse a la problemática del nuevo embarazo. En este marco, se han implementado estrategias como el Programa de becas de apoyo a la educación básica de madres jóvenes y jóvenes embarazadas (Promajoven) de la Secretaria de Educación Pública. Sin embargo, los indicadores muestran que ha tenido poco éxito, ya que solo cuenta con un 22% de efectividad. De esta forma, la problemática social de los padres adolescentes continúa con sus hijos, pues ellos tienen mayores tasas de abuso y negligencia, mayores posibilidades de ser criminales y mayor probabilidad de convertirse ellas mismas en madres adolescentes, lo que perpetúa esta situación.

Con la finalidad de disminuir este problema social que tiene un impacto importante en los jóvenes del mundo, se han realizado múltiples intentos por entender las situaciones que llevan a las adolescentes a tomar decisiones que las ponen en riesgo de un embarazo. Se han realizado múltiples intervenciones, muchas de ellas multidisciplinarias, con enfoque en salud sexual y reproductiva, cuyos programas incluyan también nuevas oportunidades de educación y trabajo, todo esto con poco éxito.

Existe poca teoría para guiar la práctica y los programas de prevención de embarazo en adolescentes, por lo que urge el desarrollo de investigaciones que busquen entender los factores que predisponen a las adolescentes a embarazos a temprana edad. La finalidad es la de crear programas inclusivos y adecuados culturalmente que mejoren las condiciones de vida de los adolescentes y, con ello, les permita tomar mejores decisiones en cuanto al momento de la maternidad.

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