Gritos de socorro para salvar el futuro

De izquierda a derecha, la bióloga Sylvia A. Earle, el Rey Don Felipe, la Reina Doña Letizia y el cineasta Martin Scorsese. PACO PAREDES
Todos los discursos de los premiados coincidieron en apelar a los jóvenes para salvar los muebles del porvenir
Por Jesús Ruiz Mantilla/El País

El tiempo que vivimos resulta tan preñado de nubarrones que la ceremonia de entrega de los Premios Princesa de Asturias estuvo plagada de gritos de socorro para salvar el futuro. La incertidumbre y el desasosiego en boca (y como prevención) de gente tan sabia asusta. Y el cielo gris que nublaba Oviedo ayer resultó coherente con la inquietud que los discursos despedían. Olía a cierta intuición de apocalipsis.

Fue así en las apelaciones de Sylvia A. Earle (premio de la Concordia) y con algo más de esperanza en Alma Guillermoprieto (Comunicación y Humanidades). Una lo hizo desde su conocimiento del fondo de los océanos y la otra, aún apostada en la trinchera del periodismo. Con la advertencia de los “tiempos oscuros que sufre la democracia”, por parte del filósofo Michael J. Sandel (Ciencias Sociales) y el aviso contra los molinos de viento de la frivolidad y tecnología que esgrimió desde su armadura y lanza quijotesca Martin Scorsese (Artes).

Todos coincidieron en apelar a los jóvenes para salvar los muebles del porvenir. La mexicana Alma Guillermo Prieto dio las gracias por 40 años de periodismo. Nunca fue un oficio cómodo y ha visto caer a algunos de sus más queridos amigos y compatriotas, como fue el caso de Javier Valdez, asesinado el año pasado en México. Pero no baja los brazos y persiste: “Donde matan a uno, a la larga, suelen salir dos”.

Así que su oficio es tanto o más cuestión de testadurez que de destreza. Por eso ha renunciado a dejar de convencer a los jóvenes de que no se metan en líos o se decidan a llevar una vida más tranquila: “Si antes intentaba disuadirlos, hoy, sin embargo, les digo, háganle, denle nomás…”. Y los motivos que lanzó fueron un sentido canto al oficio más bello del mundo, como lo calificaba Gabriel García Márquez: “Porque contamos la historia del mundo, porque dejamos constancia de lo que otros quieren tapar, porque somos el antídoto de las redes sociales con su inmediatez y su potenciación de la rabia. Porque hacemos falta”.

Quizás para que luego no nos pidan cuenta, como destacó la estadounidense Sylvia A. Earle, a quien apodan, la dama de los océanos. También su destino está ligado a la cabezonería: “Cuando era niña nadie había subido a la Luna o bajado a las mayores profundidades del mar. Algunos me dijeron que, como mujer, no debería aspirar a ser científica o exploradora. Pero hay una diferencia entre deber y poder, así que me convertí en ambas cosas”.

La Tierra en peligro

Con esa fuerza que hoy asombra encerrada en su aparente fragilidad, Earle ha llegado a conclusiones de alarma. “Dentro de 50 años, los niños de hoy pueden mirar atrás y preguntarse: ¿Por qué no hicisteis algo mientras todavía había tiempo? O por el contrario: Gracias por la sabiduría de proteger a la Tierra cuando todavía había una oportunidad de hacerlo”. Todo, según la investigadora y vigilante de la salud de los mares, “cuando las acciones tomadas en los próximos 10 años determinan nuestro futuro para los próximos diez mil”.

Seguramente entonces se sigan viendo las películas de Martin Scorsese. Pero será en una época en que ya le tendrán catalogado como gran clásico, a la altura de los genios que, según él, le convertían ayer en alguien humilde y que no se resistió a citar: “Me siento así por pisar la tierra que nos dio a Cervantes, a Goya, Unamuno, Picasso, Lorca o Luis Buñuel, uno de los más grandes artistas de la historia del cine”.

El director también miró hacia el futuro en su discurso: “Por ahora, a los jóvenes cineastas, ¡qué tiempo les toca! ¡Cuántas oportunidades tienen!”. Pero precisamente por eso, qué peligro. “Estoy preocupado por el pasado del cine sí, y muy preocupado por su futuro”, advirtió. “El clima, el ambiente de hoy día. Las imágenes inundan nuestra vida. Pero todo se ha convertido en contenido, una palabra que desprecio. Ahora que el cine se está devaluando continuamente y al mismo tiempo la tecnología permite que cualquiera pueda hacer una película. ¿Qué supone esto para los jóvenes? ¿Qué tipo de inspiración reciben? ¿Cómo cambiamos ese clima venenoso que nos rodea por uno en que un artista pueda seguir la luz que lleva dentro, esa chispa, esa alma, su duende?”.

La amenaza viene, según Scorsese, al confundir prioridades con dañinas alucinaciones, algo que en su día nos mostró y nos sigue enseñando El Quijote: “Se ha dicho que los molinos de viento pueden haber representado la tecnología de su época. Así que para preservar el espíritu, luchó contra esa tecnología. Con esa imagen en mente, una de las grandes y más duraderas en la civilización, podemos encontrar la manera de conquistar la nuestra para que los artistas la usen en lugar de lo contrario, es decir, que la tecnología utilice al artista”.

El esfuerzo y la determinación también lo representaban ayer sobre el escenario del teatro Campoamor otros premiados: ¿Con qué si no escaló sin oxígeno los ochomiles que ha conquistado el italiano Reinhold Messner o la pericia que ha mostrado en la autosuperación el alpinista polaco Krzystof Wielicki?

O nadie mejor que dar ejemplo de cómo utilizar medios para salvar vidas que los representantes de Amref, curtidos en sanar África de las humillaciones de la mutilación genital. Lejos pero cerca, en ese viaje que nos transportaba hacia un difuso futuro quedaban también de manifiesto los hitos de Svante Päävo (Investigación Científica y Técnica). Sus hallazgos han descifrado las cadenas de ADN que nos han llevado a conocer mejor a los neandertales. Ojalá, en ese negro futuro que todos pintaron ayer, quienes se apliquen en conocer lo que fue nuestro presente gocen de pistas más certeras que en los tiempos de las cavernas. De nosotros depende esparcirlas. Por el bien de la especie.

Todos los premiados

Premio de las Artes. El direcotor de cine Martin Scorsese.

Premio de Comunicación y Humanidades. La periodista Alma Guillermoprieto.

Premio de Cooperación Internacional. A las organizaciones de ayuda sanitaria en África: Amref Health Africa (Global) y Amref Salud África (España).

Premio de los Deportes. Los alpinistas Reinhold Messner y Krzystof Wielicki.

Premio de las Letras. La escritora Fred Vargas.

Premio de Investigación y Técnica. El biólogo Svante Pääbo.

Premio de Ciencias Sociales. El filósofo Michael J. Sandel.

Premio de la Concordia. La bióloga del mar Sylvia A. Earle.

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