Guderian: las grandes mentiras sobre los (no tan) letales tanques nazis que hemos creído 80 años

Ni fue el creador de la «Blitzkrieg», ni revolucionó en solitario la doctrina militar de los blindados germanos. Sí fue, no obstante, uno de los máximos exponentes de los Panzer como arma independiente
Por Manuel P. Villatoro/Abc Historia

«La artillería conquista, la infantería ocupa». Este curioso lema, salido de los labios del mariscal galo Philippe Pétain, explica a la perfección cuál era la mentalidad de los generales de la Primera Guerra Mundial. Las más de 700.000 bajas de la batalla de Verdún dejaron claro a Europa que era imposible escapar del terror impuesto por los cañones. Ni siquiera los temibles ingenios estrenados por los ingleses en el Somme allá por 1916 (ellos los llamaban tanques debido a que los habían camuflado como tanques de agua para evitar que los germanos los descubrieran) sirvieron para acabar con la preponderancia de la artillería en los campos de batalla. Apenas dos décadas después, en cambio, los carros de combate se convirtieron en la columna vertebral del ejército del Tercer Reich y en un enemigo temible gracias a la «Blitzkrieg» o «Guerra relámpago».

Heinz Guderian, durante la Segunda Guerra Mundial
Heinz Guderian, durante la Segunda Guerra Mundial

El mito (llámese leyenda, llámese mentira) nos ha metido en la cabeza que el creador de esta doctrina militar fue Heinz Guderian, considerado uno de los mejores generales de la Segunda Guerra Mundial. La creencia popular afirma también que, de la mano de este oficial, los Panzer a las órdenes de Adolf Hitler aplastaron Polonia sin apenas bajas en menos de un mes. Pero, como suele suceder siempre, la realidad es algo diferente. No se puede negar que este oficial se ganó sus galones y fue uno de los principales instigadores del uso de los blindados como un arma independiente y veloz (algo revolucionario para la época). Sin embargo, lo que sí se debe matizar es que no solo no ideó la «Guerra relámpago» (la cual nació en Gran Bretaña), sino que hubo otros germanos que, antes que él, apoyaron el uso de carros de combate.

Mención aparte merece la supuesta preponderancia de los Panzer durante la invasión de Polonia. Sí, acosaron a los polacos. Y sí, sorprendieron a un ejército que combatía, todavía, como se había hecho en la Gran Guerra. Pero, como bien explica Carlos Javier Frías Sánchez (coronel de artillería y uno de los mayores estudiosos de España sobre las doctrinas miliares durante los años treinta y cuarenta) en su dossier «Evolución de la doctrina militar en la Segunda Guerra Mundial: la invasión de Polonia», sufrieron severas bajas y no fueron utilizadas como, después, si lo harían en Francia y Rusia. En septiembre de 1939, en la Wehrmacht todavía no se había generalizado el uso de las unidades de carros de combate (blindadas) e infantería montada sobre vehículos (motorizadas) como un único ente. Algo que, en contra de lo que se ha extendido, impidió exprimir del todo el buen uso de los acorazados.

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Realidades

La historia de Guderian nos dice que nació en 1888 y que participó en la Primera Guerra Mundial como oficial de inteligencia. Su buen hacer como militar y táctico le llevó a ascender poco a poco en el escalafón hasta que arribó al Estado Mayor del ejército alemán, donde permaneció (según afirma José A. Márquez Periano en su libro «Héroes Panzer») hasta el final de la contienda. La firma del Tratado de Versalles (que obligó a reducir el ejército germano a un máximo de 100.000 hombres e impidió al país desarrollar nuevas armas como los carros de combate) no detuvo su carrera. Al haber demostrado su pericia, fue llamado a formar parte del «Reichswehr» (las fuerzas armadas que sirvieron entre 1919 y 1935). Allí fue donde empezó a interesarse por las bondades que podía ofrecer la motorización.

Guderian se convirtió, a partir de ese momento, en uno de los mayores estudiosos de la guerra blindada y motorizada. A golpe de artículo e investigación, este oficial se atrevió a concebir un nuevo tipo de uso para los carros de combate. Unos ingenios que, hasta entonces, habían sido utilizados como un mero (y lento) apoyo de la infantería. Esa vieja concepción de la Primera Guerra Mundial (la que veía a los blindados como un parapeto gigante destinado a proteger a los hombres que combatían a pie) fue destruida gracias a él. A cambio, y como dejó patente en su libro «Achtung Panzer» (un superventas desde que fue publicado en 1937) su revolución radicaba en crear divisiones enteras de tanques ligeros y medios apoyadas (y seguidas) por soldados motorizados. Todo ello, con un objetivo: atravesar las líneas enemigas a toda velocidad y asaltar la retaguardia del contrario.

El vehículo de infantería SDKF (y sus múltiples variantes) se convirtió en la columna vertebral de las unidades mecanizadas germanas
El vehículo de infantería SDKF (y sus múltiples variantes) se convirtió en la columna vertebral de las unidades mecanizadas germanas

Así explicó el propio Guderian en su obra este cambio de mentalidad y la creación de lo que, a la postre, fue denominado «Panzergruppe» (la unión de divisiones blindadas y motorizadas en un único ente):

«La tropa blindada ya no es en la actualidad el arma auxiliar de la infantería; casi podríamos establecer la relación inversa desde que en Francia un ataque de infantes sin tanques no se considera realizable. […] Si, por ejemplo, existe la posibilidad de realizar rápidamente un ataque, no hay razón que impida que los tanques se expongan al peligro circulando lentamente, ya que podrían ser alcanzados por los cañones antitanque, y todo esto porque una infantería anticuada no puede seguirles el ritmo. Y como la técnica permite que los tiradores se desplacen en vehículos blindados de acompañamiento, que pueden ir tan rápido como los tanques, éstos podrán orientarse en su velocidad por los tanques».

También es cierto que (como bien explica Kenneth Macksey en su libro «Guderian, general Panzer») Guderian tuvo que enfrentarse a la vieja oficialidad prusiana para instaurar esta nueva concepción de la guerra blindada. La primera voz discordante era la de los oficiales de caballería, un arma que consideraba -en buena medida- que aquellos ingenios motorizados les sustituirían en batalla. «Veían a Guderian como una amenaza para su existencia, pero en su oposición simplemente conseguían retrasar lo inevitable», desvela el autor en su obra. El segundo grupo en contra del nuevo uso de los carros de combate fueron los artilleros. Estos entendían que la forma de lucha que planteaba el oficial germano («que en el ataque acorazado se proceda de forma rápida») acabaría, de un plumazo, con la importancia de los cañones en el campo de batalla para tomar las posiciones contrarios.

La infantería se dirige hacia el frente polaco
La infantería se dirige hacia el frente polaco – ABC

Es innegable, a su vez, que Guderian fue uno de los generales que apostó por obviar las restricciones del Tratado de Versalles y avanzar (en contra de lo dictado por la comunidad internacional) en el diseño de carros de combate y en el entrenamiento de las futuras tripulaciones de los blindados. El historiador Márquez Periano corrobora, por ejemplo, que este oficial viajó en 1929 hasta Suecia para «visitar un batallón de tanques equipado con los m/21 y m21-21» (evoluciones del germano LKII de la Primera Guerra Mundial) y, poco después, a la URSS. «También visitó el campo de pruebas de Kazán, en Rusia, donde conoció a varios oficiales de tanques», añade.

Una vez que se empapó de todos los conocimientos necesarios se hizo con todos los vehículos que pudo, los transformó en copias de blindados a golpe de madera y lona, y adiestró en ellos a conductores y artilleros para que estuvieran preparados para el enfrentamiento que se avecinaba.

Finalmente, es cierto que Guderian fue el hombre que extendió y puso en práctica (aunque no creó) el concepto de «Blitzkrieg» o «Guerra relámpago». Este consistía, en esencia, en atacar a toda velocidad el punto más débil de las defensas enemigas con divisiones acorazadas y motorizadas apoyadas por aviación; rodear las posiciones mejor defendidas del contrario y, por último, coordinarse con la infantería para asaltarlas desde todos los puntos posibles. Para todo ello, nuestro protagonista potenció el uso de las comunicaciones en los blindados: «La dirección de las unidades blindadas se lleva a cabo por radio, la de las unidades pequeñas de la compañía y las de menor rango también mediante señales luminosas. Mientras no se pueda establecer contacto por radio, la transmisión de órdenes y de información debe quedar garantizada mediante aviones, vehículos motorizados o el teléfono».

Y grandes mentiras

Las realidades sobre Guderian no se pueden negar. Sin embargo, su importancia se ha exagerado desde que finalizó la Segunda Guerra Mundial. La primera exacerbación que se ha hecho sobre su contribución al cambio de doctrina militar es que fue el primero en investigar el uso de los carros de combate en Alemania. Nada más lejos de la realidad, como bien explica Dennis Showalter en «Hitler’s Panzer. The lightning attacks that revolutionized warfare». En sus palabras, el verdadero pionero fue Ernst Volckheim, un destacado oficial de las escasas fuerzas acorazadas prusianas en la Gran Guerra. Este curioso personaje publicó, en 1923, un tratado en que llamaba a desarrollar los blindados debido a que habían demostrado ser letales sobre el campo de batalla: «Si los tanques no fueran un arma tan prometedora, los Aliados no los habrían vetado en el «Reichswehr»».

Volckheim argumentó que los carros de combate no tenían que ser utilizados solo como apoyo de la infantería, sino que debían ser capaces de atacar a cualquier objetivo enemigo de forma independiente. También señaló que su futuro radicaba en que los técnicos pusieran especial énfasis en potenciar su velocidad, fiabilidad y autonomía. Las tres cualidades que, en la actualidad, se consideran básicas en todo blindado. Sí es cierto que, mientras que Guderian no despreciaba los tanques ligeros por su velocidad, él apoyaba los de peso medio y argumentaba que la ventaja principal se hallaba en los cañones de gran potencia.

Volckheim publicó varias obras más sobre la mecanización de las tropas y la guerra acorazada y repitió hasta la saciedad que se convertirían en el centro de los ejércitos y que, en un futuro no muy lejano, la infantería pasaría a contar con un papel secundario. Llevaba razón en todo.

Volckheim, durante la Primera Guerra Mundial
Volckheim, durante la Primera Guerra Mundial

Por si fuera poco, insistió en que la tecnología serviría para producir una familia de vehículos blindados más rápidos, mejor armados y equipados con sistemas de comunicación que les permitirían actuar de forma independiente a las armas tradicionales (infantería, artillería y caballería). Las ideas de Volckheim fueron reconocidas por sus superiores. Así lo atestigua el que fuese un destacado profesor de tácticas motorizadas en Dresde y que, entre 1923 y 1927, publicara decenas de artículos en un diario militar analizando los problemas que podía tener su nueva concepción de la guerra mecanizada. Guderian, no obstante, reconoció de forma parcial que se había basado en las investigaciones de este oficial y apenas señaló que habían sido un punto de partida que le impulsó en sus nuevas ideas.

Tampoco es real, como se ha extendido, que los germanos no construyeran carros de combate en la Primera Guerra Mundial y que Guderian los ideó de cero. Sí, es cierto que la industria teutona de blindados no fue masiva. Sin embargo, también lo es que en Alemania se fabricaron -a partir de 1917- unos dos centenares y medios de tanques y vehículos blindados. Además, los ingenieros diseñaron varios prototipos (entre ellos, un vehículo superpesado) que no llegaron a ensamblarse debido a la firma del Armisticio el 11 de noviembre de 1918.

Guerian, durante la Segunda Guerra Mundial
Guerian, durante la Segunda Guerra Mundial

Otro tanto sucede con el mito que afirma que Guderian fue el pionero que extendió el uso del «Panzergruppe». Algo inexacto, según desvela en su artículo Carlos Javier Frías Sánchez: «Von Rundstedt decidió agrupar los Cuerpos de Ejército que reunían a sus Divisiones Panzer y Motorizadas en una organización nueva, llamada Panzergruppe Kleist (“Grupo Acorazado Kleist”; Ewald von Kleist era el jefe de esta unidad), compuesto de cinco Divisiones Panzer y tres Motorizadas».

Lo que es real es que nuestro protagonista favoreció el adiestramiento de los «Panzertruppen» (los soldados de las tropas blindadas) en el arte de combatir, de forma combinada, con vehículos veloces. En este sentido, Marquez Periano añade en su documenta obra que debían «entrenarse intensamente como mínimo tres meses en alguna de las dos escuelas» organizadas para ello.

Un punto a parte merece la destrucción del mito (cada vez menos popular) que afirma que Guderian fue el creador de la «Blitzkrieg». Los verdaderos artífices de esta forma de combatir se hallaban al otro lado del Canal de la Mancha, como bien admitió el propio oficial germano en «Achtun Panzer!»: «Tras largas y profundas reflexiones se decidió, hasta haber obtenido propias experiencias, basarse en las visiones de los ingleses, recogidas en la Parte II del “Reglamento provisional de combate para los carros de combate y blindados” del año 1927». El oficial teutón también admitió que el ideólogo de la «Guerra relámpago» había sido el mayor británico John Fuller, quien apostaba por acabar con el uso de los tanques como apoyo de la infantería y buscaba aprovechar su velocidad.

Guderian, no obstante, reconoció la aportación de Fuller (y de otros tantos) en la creación de la «Blitzkrieg» dentro de su libro: «Para superar la primera desventaja, la relacionada con los tanques, los defensores de la transformación motorizada del ejército -el general Fuller, Martel, Liddell, Hart y otros— exigían el refuerzo de las unidades blindadas puras con tropas motorizadas de todo tipo de armas, es decir, por una infantería y artillería que se apoyaría permanentemente en vehículos blindados, así como por pioneros mecanizados, tropas de transmisiones, bagajes y aparatos de repuesto. Éstas eran las reflexiones recogidas en el “Reglamento provisional de combate para carros de combate y carros blindados”, parte II de 1927, que además dieron lugar a la formación de una brigada mecanizada de entrenamiento en el mismo año».

 

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