Mensaje del Obispo de Tuxpan: Contemplativos y activos

En este décimo sexto domingo del tiempo ordinario la palabra de Dios nos presenta a María de Betania, sentada a los pies de Jesús para que entendamos que escuchar la Palabra de Dios, meditarla y asimilarla es un aspecto fundamental en la vida de todo bautizado. 

La primera lectura se relaciona con el evangelio: Abraham brinda hospitalidad a unos forasteros. En realidad, era el Señor que se hacía presente a través de aquellos desconocidos. El patriarca es recompensado con un hijo; Marta y María hospedan a Jesús, y el Señor las recompensa concediéndoles entender el verdadero sentido del discipulado.

Si bien estas Lecturas nos muestran el servicio a Dios en atenciones domésticas, debemos tener en cuenta que servir a Dios es sobre todo disponernos a hacer su voluntad.  Servir a Dios es ponernos a sus órdenes: dejar que El nos dirija.  El salmo 39 expresa la disposición del creyente para seguir el plan de Dios: “Aquí estoy Señor para hacer tu voluntad”.

María escogió la mejor parte

El evangelio nos muestra dos formas de seguir a Jesús, y también nos indica cuál es la más perfecta. A primera vista parece que Jesús recrimina a Marta por dedicarse a trabajar mucho y elogia a María por no hacer nada.

Sin embargo, la Iglesia celebra cada año, el 29 de julio a Marta como Santa, y nos la propone como modelo de los que se dedican a servir en el hogar. Entonces ¿Qué es lo que critica Jesús en Marta y en qué alaba a María? Marta y María, hermanas de Lázaro, reciben a Jesús en su casa, pero observa San Lucas que mientras Marta «estaba muy ocupada en las tareas de la casa, María, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra»

Marta le reclama a Jesús la aparente inactividad de su hermana y su injusticia al no ayudarla.  Y la respuesta del Señor fue un tanto desconcertante: “Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa por muchas cosas. En realidad, una sola cosa es necesaria y María escogió la mejor parte”. Lc 10, 41-42. Estar en oración a la escucha de la Palabra del Señor, estar a los pies del Señor-, no sólo es la mejor parte, es lo único necesario.

El discípulo escucha la Palabra

En esa época, eran los discípulos quienes se sentaban a los pies de sus maestros. Y María, aprovecha la oportunidad, para sentarse a los pies de Jesús, para ser su discípula. Y ésta actitud era escandalosa para las costumbres de aquella época, porque no se admitía, que las mujeres fueran discípulas. En tiempos de Jesús, un hombre no podía estar hablando públicamente con una mujer, y muchos menos aún enseñarle. Asimismo, sólo los varones podían asistir al culto, las mujeres estaban en las casas de oración en lugares apartados y secundarios.

Sin embargo, el Señor reconoce la laboriosidad de Marta. No la regaña por ser trabajadora. Y tampoco alaba a María, porque está ahí sin hacer nada para servirlo. En el evangelio no se hace alusión a que María no trabajara habitualmente, sino sólo destaca que en ese momento, en el momento que Jesús llega a su casa, y que ella tiene oportunidad de escucharlo y de aprender, entonces en ese momento, en lugar de hacer las tareas de la casa, lo escucha.

Marta en cambio, si bien está haciendo algo bueno y valioso y quiere servir a Jesús de la mejor manera, en realidad se encuentra con una respuesta del Señor que la desconcierta, el Señor le hace ver, que con tantas preocupaciones no se toma el tiempo para escuchar lo que Jesús le quiere decir.

Las dos hermanas, quieren a Jesús y lo quieren con todo el corazón. Por supuesto que ambas lo quieren servir, pero de distinta forma, y el Señor remarca, que hay un tiempo para cada cosa. En nuestra vida, tendremos momentos en los que habremos de trabajar; y tendremos igualmente momentos en los que habrá que estar atentos al Señor, para dialogar con él, para escuchar su Palabra y meditarla a fondo. Definitivamente, tenemos que dedicar tiempos exclusivos para hacer oración

Aprendamos a vivir nuestra fe hoy

Entonces, ¿qué tenemos que hacer nosotros, discípulos de Jesús en este siglo XXI, ponernos a rezar o comprometernos en el servicio de nuestros hermanos? Son las dos cosas.

Si Marta representa el prototipo de la actividad y María el de la oración, podríamos preguntarnos: ¿qué significa esta respuesta del Señor? ¿Dónde queda mi deseo de hacer, mi deseo de ayudar, mi deseo de actuar? ¡Dónde queda mi responsabilidad!

La dificultad en no comprender la respuesta del Señor está en que los hombres de hoy nos consideramos los protagonistas principales de nuestra vida.  Olvidamos que Dios todo lo dispone.  En eso no nos parecemos en nada a Abraham, que sabía que era Dios quien regía su vida.  Recordemos cómo esperaba contra toda apariencia. 

Los hombres de hoy no nos damos cuenta que nuestra vida es la historia de las acciones que Dios realiza en nosotros y a través de nosotros.  Nos creemos protagonistas y no vemos la acción de Dios en nosotros.  ¡No vemos que Dios es el principal protagonista en la vida de cada uno de nosotros!

Para no quedar desconcertados con la respuesta que el Señor dio a Marta, para no quedar desconcertados porque el Señor nos dice lo mismo: que nos preocupamos por muchas cosas que realmente no son necesarias y nos perdemos de la mejor parte, necesitamos darnos cuenta de que no somos nosotros quienes llevamos las riendas de nuestra vida:  es Dios quien las lleva. 

Pero el problema es que andamos como Marta, sólo ocupados en la actividad, y se nos hace imposible llevar una relación íntima con el Señor, se nos hace imposible estar atentos a su Voz en la oración.  Si andamos ocupados y preocupados sólo en la actividad, no tenemos tiempo para la oración.  

Oración y acción

Hay una frase: Ora y labora, reza y trabaja. Cada acción en su lugar y en el momento oportuno. Pero el que no toma suficiente tiempo para la oración y para escuchar la Palabra de Dios, no podrá ser efectivo en las acciones de su vida cristiana. El servicio es bueno y el Señor lo aprecia; es más, lo señala como un criterio, por el que seremos juzgados al final de nuestra vida: “Vengan benditos de mi Padre a heredar el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, fue forastero y me hospedaron…”. Lc 25, 34 – 35.

En el sermón de la montaña Jesús nos dice: “Bienaventurados los misericordiosos porque alcanzarán misericordia”.  Mt 5, 7. Y en otro espacio nos animaba a vivir la santidad: “Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. Lc 6, 36).

Un famoso teólogo alemán del siglo XX decía: “los cristianos del siglo XXI serán contemplativos o ya no serán cristianos. No olvidemos el dicho popular: “a Dios rogando y con el mazo dando”.

+ Juan Navarro C. / Obispo de Tuxpan

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