Mensaje del Obispo de Tuxpan: Jesús, camino, verdad y vida

YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA
Nadie va al Padre, si no es por mí.  Jn 14, 6

Si la vida de Jesús merece la pena, merece la pena creer en el Dios que Jesús nos revela y nos narra con su vida. Aquello que Jesús siente, dice, hace… todo ello es provocado por Dios.  Dios es luz en sus ojos, calor en su corazón, energía en sus manos. Todo lo mira iluminado por Dios, todo lo percibe movido por Dios, todo lo hace empujado por Dios.

Para nosotros, cristianos, no hay nadie que nos muestre, que nos compruebe como Jesús que merece la pena creer en Dios y trabajar por su Reino. Nos revela que Dios es amistad y cercanía, ternura y solidaridad, y que cada persona y cada criatura constituyen el dolor y el gozo de Dios.

Creer en Dios es vivir la comunión, la confianza y el consuelo de Dios, y extender y proyectar esos valores con la vida. Jesús nos invita, con palabras de consuelo y esperanza, a no dejar espacio en la vida a la inquietud enfermiza, ni a la tristeza. Nos anima a buscar la calma y la fuerza en la fe.

Se olvida de sus problemas para reconfortar a sus amigos abrumados por la cercana despedida y por la decepción profunda que les produce lo que creen el fracaso del proyecto de Jesús, al que han dedicado su vida.

Se va Jesús, pero antes enseña a dónde va y por dónde va. El camino ya ha comenzado. Nos conduce a Casa, a la seguridad, la paz, la felicidad del encuentro definitivo con Jesús y con el Padre. La meta es estar donde está él.

No sabemos adónde vas, ¿cómo vamos a saber el camino? Tomás confiesa su ignorancia de la meta y del camino a seguir. Jesús le responde a él y a todos nosotros: si crees que yo soy la verdad  y la vida, puedes estar seguro de encontrar en mí el camino que conduce al Padre, hacia el que voy y en el que estoy. Él está ya donde nosotros queremos llegar. Nos urge a emprender la marcha y nos acompaña en el camino.

Alguien ha hecho el camino delante de nosotros. Conocemos las huellas a seguir.  No vamos sin rumbo, sin horizonte, no estamos perdidos. Conocemos el sentido y la meta de nuestro caminar.

En Jesús sabemos de dónde venimos y adónde vamos. Jesús nunca nos engañará. Siempre encontramos en Él la palabra auténtica, sincera. Él es la fuente de la vida. Ha venido para que tengamos vida y contagiemos vida en abundancia.

 

+ Juan Navarro Castellanos

Obispo de Tuxpan

 

Yo soy el camino, la verdad y la vida, dice el Señor. Nadie va al Padre, si no es por mí.  Jn 14, 6

Si la vida de Jesús merece la pena, merece la pena creer en el Dios que Jesús nos revela y nos narra con su vida. Aquello que Jesús siente, dice, hace… todo ello es provocado por Dios. Dios es luz en sus ojos, calor en su corazón, energía en sus manos. Todo lo mira iluminado por Dios, todo lo percibe movido por Dios, todo lo hace empujado por Dios. Para nosotros, cristianos, no hay nadie que nos muestre, que nos compruebe como Jesús que merece la pena creer en Dios y trabajar por su Reino

Nos revela que Dios es amistad y cercanía, ternura y solidaridad, y que cada persona y cada criatura constituyen el dolor y el gozo de Dios. Creer en Dios es vivir la comunión, la confianza y el consuelo de Dios, y extender y proyectar esos valores con la vida.

No se inquieten, confíen en Dios; en la casa de mi Padre hay un lugar para todos.

Jesús nos invita, con palabras de consuelo y esperanza, a no dejar sitio en nuestra vida a la inquietud enfermiza, ni a la tristeza. Nos anima a buscar la calma y la fuerza en la fe. Se olvida de sus problemas para reconfortar a sus amigos abrumados por la cercana despedida y por la decepción profunda que les produce lo que creen el fracaso del proyecto de Jesús, al que han dedicado su vida.

Se va Jesús, pero antes enseña dónde va y por dónde va. El camino ya ha comenzado. Nos conduce a Casa, a la seguridad, la paz, la felicidad del encuentro definitivo con Jesús y con el Padre. La meta es estar donde está él.

No sabemos adónde vas, ¿cómo vamos a saber el camino?

Tomás confiesa su ignorancia de la meta y del camino a seguir. Jesús le responde a él y a todos nosotros: si crees que yo soy la verdad y la vida, puedes estar seguro de encontrar en mí el camino que conduce al Padre, hacia el que voy y en el que estoy. Él está ya donde nosotros queremos llegar. Nos urge a emprender la marcha y nos acompaña en el camino.

Yo soy el camino, y la verdad, y la vida

Alguien ha hecho el camino delante de nosotros. Conocemos las huellas a seguir.  No vamos sin rumbo, sin horizonte, no estamos perdidos. Conocemos el sentido y la meta de nuestro caminar. En Jesús sabemos de dónde venimos y adónde vamos. Jesús nunca nos engañará. Siempre encontramos en Él la palabra auténtica, sincera. Él es la fuente de la vida. Ha venido para que tengamos vida y contagiemos vida en abundancia.

El que me ve a mí ve al Padre

El Padre se ha manifestado en Jesús, de manera total y definitiva.  La misericordia, la generosidad, la compasión, el amor y todos los sentimientos de Jesús, son los sentimientos del Padre. La comunión entre el Padre y el Hijo tiende a prolongarse en todos los creyentes, en toda la humanidad.

La fe es camino, un camino con horizonte que conduce al Padre. La fe es no estancarse, es avanzar, renovarse, crecer, construir, compartir, vivir abiertos al futuro. “La fe es un movimiento que se adueña de la vida del ser humano y la convierte en una marcha permanente” (Blank).

Señor, muéstranos al Padre

Ser cristiano es creer en Jesús. Por encima de todo catecismo, fórmula, credo, ley, moral, o rito; lo realmente decisivo es el encuentro con Jesús. Es importante ir descubriendo, por experiencia personal, la fuerza, la alegría, la luz, la libertad… que recibo de Él. Sentir desde la propia experiencia que Jesús es verdaderamente para mí el camino, la verdad y la vida.

Sin embargo, ante mis dudas, mis deseos, mis preguntas…. ¿puede responderme Jesús lo mismo que a Felipe? ¿Llevo tanto tiempo contigo y todavía no me conoces….? Lo nuestro es creer en Jesús, fiarnos de Él. 

En Jesús conocemos al Padre/Madre (Abbá). En el modo de actuar de Jesús veo cómo actúa el Padre. ¿Por nuestra forma de actuar, podríamos atrevernos, personal y comunitariamente, a afirmar: «el que me ve a mí, ve a Jesús»?

Si no creen en mis palabras, crean en las obras que hago

Jesús vuelve a invitarnos a creer y nos revela nuestra nueva situación: vuelto al Padre proseguirá su obra a través de los creyentes.

Nosotros debemos ser camino que facilite el tránsito por él hacia la casa del Padre. Estamos llamados a ser camino especialmente abierto para quienes en este mundo tienen más dificultades en su caminar, para los arrojadas en las cunetas de la vida.

Somos llamados a ser veraces y dar testimonio de la verdad. Esa verdad que hace personas libres y felices.

Estamos invitados a dar la vida, a mostrar al Dios de la vida. A hacer que todo lo que en el mundo es camino, verdad y vida, se vaya transformando en quien es el Camino, la Verdad y la Vida.

Aunque esté lleno de baches y piedras y tenga infinidad de curvas, aunque vaya por colinas y valles y sean frecuentes las pendientes, aunque sea estrecho y sin césped, unas veces polvoriento, otras veces, lleno de lodazales, voy por él siguiendo tus huellas, soñando utopías, buscando sombras, anhelando metas, disfrutando la experiencia.

Y Tú, que vas por delante, te me revelas, Señor y te ofreces cada día como Camino, Verdad y Vida.

Con el salmista podemos decir:

Cantemos al Señor un cántico nuevo: el Señor hace grandes maravillas y todos los pueblos contemplan la salvación, aleluya.  Sal 97: 1-2        

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