Normandía: los muertos y los que van a morir

Spielberg y el frenesí en el arranque de «Salvar al soldado Ryan»

El 75 aniversario del desembarco de Normandía devuelve a la actualidad un episodio reflejado por el cine en clásicos como «El día más largo» o «Salvar al soldado Ryan»
Por Víctor Arribas/Abc Cultural

Las mejores batallas en el cine las ha dado Hollywood. El bombardeo japonés sobre Pearl Harbor (Tora, Tora, Tora o De aquí a la eternidad), la encerrona a los Delta Force tras el accidente del helicóptero en Mogadiscio, Somalia (Black Hawk Down), y hasta la batalla de las Termópilas llevada mejor a la pantalla en 1962 por Rudolph Maté (El león de Esparta) que por Zack Snyder cuatro décadas después (300). Aunque hay fogonazos bélicos de calidad en otras cinematografías a la hora de reflejar contiendas gloriosas: la francesa en La Batalla de Argel, o la rusa en Alexander Nevski.

El 75º aniversario del desembarco de Normandía ha devuelto a la actualidad esta semana la proeza de los ejércitos aliados para iniciar su ofensiva. En la playa de Omaha se quedaron las almas de miles de hombres que combatieron por la libertad y las películas supieron recompensarles con un paseo bajo el sol del celuloide. En aquella arena plomiza, según el cine, había aquel 6 de junio de 1944 «dos tipos de hombres: los muertos y los que van a morir».

En los primeros minutos de Salvar al soldado Ryan, Steven Spielberg exprime la capacidad del steadycam para situar al espectador entre los unos y los otros: los ya fallecidos, mutilados y enterrados en proyectiles, deambulando por los fotogramas con los que luchan aún por no ser alcanzados antes de tomar la colina de las ametralladoras nazis.

Itinerario moral

Había en ella una causa noble en mitad de la destrucción: el Estado debe devolver a su madre a un joven combatiente cuyos tres hermanos han muerto en la misma guerra, para evitar dejar a una familia americana sin todos sus vástagos. Regresaron tres… cadáveres. El cuarto debe ser un símbolo de la victoria. El itinerario físico y moral de los guerreros, liderados por el capitán Miller-Tom Hanks y el sargento inmortal Horvath-Tom Sizemore, pretende emular al de los héroes de Objetivo Birmania, quiere parecerse a los de Platoon, pero se conforma con influir en el bélico posterior: Dunkerque y otras batallas como Gangs of New York le deben mucho al soldado Ryan.

Tom Hanks y Tom Sizemore antes de salvar a Ryan
Tom Hanks y Tom Sizemore antes de salvar a Ryan

La serie televisiva Hermanos de sangre sí es deudora del filme de Spielberg, y no solo por ser él su productor y la estrella Hanks andar metido en labores de dirección. Uno de los capítulos, «Day of Days», nos mete en la compañía de paracaidistas que llegan a Normandía, una óptica aérea para un desembarco. Más allá de las lágrimas, los hermanos crearon una escuela en el formato televisión que aún está por superar.

Hay un filme de la FOX que se adelantó en 1956 a todo ello, Día D 6 de junio, con Robert Taylor preparando a las tropas para la misión suicida en las playas francesas, mientras perseguía a Dana Wynter. Salvando a todas ellas, más o menos relacionadas con los hechos del día seis, El día más largo es la obra que quiere ser más fiel a lo ocurrido. El productor Darryl F. Zanuck fue quien levantó el proyecto que pretendía ser la última palabra en cine bélico. Es decir, que fue una película pretenciosa, y esa fórmula rara vez se traduce en obras maestras. Pese a lo cual no fue un fracaso, sino todo lo contrario. El público de 1962 se dejó llevar en masa por un proyecto con ¡cuatro! directores (Wicki, Marton, Annakin y Oswald) y un puñado de grandes estrellas de todas las épocas como John Wayne, Henry Fonda, Robert Mitchum, Robert Ryan, Richard Burton y Sean Connery.

Casi un documental

Pero no se engañen: Zanuck fue el auténtico auteur de esta pieza maestra del género bélico, episódica y de estilo documentalista, que quiso quedar en la historia como una película realista y aséptica respecto a los hechos que narraba, empleando a menudo toques de humor. Siendo brillantes muchas de sus secuencias, como la toma del puente, adolece de un estudio psicológico de los personajes: los generales al mando, la tropa e incluso la población civil de la comarca de Normandía.

Como alegato antibélico funciona mejor la magnífica obra de Sam FullerUno Rojo, división de choque, en la que un pelotón de infantería combatía en diferentes escenarios geográficos. Un buen puñado de camaradas repartidos por todos los focos de conflicto en la Segunda Guerra Mundial: las arenas sangrientas del desierto sahariano, las tierras sicilianas, la playa de Omaha en Francia en el Día D, Bélgica, Alemania y Checoslovaquia. Almas en las hogueras de las grandes batallas de la Segunda Guerra Mundial.

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