Pavarotti, una leyenda con luces y sombras

Luciano Pavarotti en una de sus poses características, «abrazando» al público y con el pañuelo en la mano
Luciano Pavarotti en una de sus poses características, «abrazando» al público y con el pañuelo en la mano
Ron Howard ha rodado un bello documental hagiográfico sobre el tenor italiano Luciano Pavarotti, exuberante en su arte y en su vida privada. Se estrenará en España a comienzos de 2020
Por Ángel Gómez Fuentes/Abc Cultural

«Viajaba con treinta maletas que contenían todo lo que era su mundo, incluyendo la comida, con jamones enteros, tortellini y parmigiano». Sirva esta confesión de Nicoletta Mantovani, la segunda mujer de Luciano Pavarotti (Módena, 1935-2007), para reflejar que el gran tenor italiano fue un personaje exuberante en todo: en el físico y en la voz, en éxitos, en familia, mujeres, traiciones, aventuras… y en la cocina, donde se dejaba llevar por la glotonería. Una leyenda. Fue capaz de marcar el mundo de la ópera y vender 100 millones de discos, hacer popular el bel canto y mezclar música clásica y pop.

Sobre la extraordinaria vida del llamado «tenor del pueblo» ha hecho un documental el estadounidense Ron Howard, uno de los realizadores estrella de Hollywwod (Una mente maravillosa -por la que ganó el Oscar a mejor director-, Apolo 13, El código Da Vinci). El documental, que se estrena en España a comienzos de 2020, es un excelente retrato de la vida pública y privada del artista, con sus luces y sombras, con entrevistas a las 60 personas que mejor lo conocieron, entre ellas su primera mujer, Adua Veroni, con quien tuvo tres hijas: Lorenza, Cristina y Giuliana. En 2000 se separó y tres años después se casó con su secretaria, Nicoletta, 35 años más joven, suscitando un cierto escándalo.

Amores turbulentos

«El documental es un trabajo formidable, con testimonios y filmaciones inéditas», confiesa su viuda en la casa museo que era «nuestro nido de amor», donde el tenor falleció a causa de un cáncer de páncreas que se le diagnosticó demasiado tarde. En contraste con la paradisíaca vida de Luciano con Nicoletta, Adua Veroni cuenta unos inicios en precariedad: «Vivíamos como en La Bohème, no teníamos nada, era yo la que ganaba un sueldo en los primeros años». Inevitable una referencia de Adua a la traición nunca asumida: «Me hablaban de que me era infiel, pero yo nunca me lo quise creer. Él me juraba que no era verdad. Luego descubrí que me engañaba». En su turbulenta vida sentimental, Pavarotti mantuvo una relación extramatrimonial con la soprano Madelyn Renee, a la que dio lecciones; debutó con él representando a Mimi en La Bohème.

Se casó con su secretaria Nicoletta
Se casó con su secretaria Nicoletta

Gracias al retrato que Howard hace del artista y del hombre, el resultado del film es bello e interesante, pero al estar «bendecido» por la familia es excesivamente hagiográfico. Howard se apasionó con el personaje «conocido en todo el mundo, pero del que no se sabe mucho de su vida privada». El realizador deja muchas cosas en el tintero, sin que aparezcan voces críticas o algunas que podían haber contado cosas importantes.

Por ejemplo, el maestro Leone Magiera, pianista y director de orquesta, que recuerda hoy su primer encuentro con Pavarotti en Módena: «Me llamó su madre para que le diera clases. Luciano era maestro de escuela y, al mismo tiempo, vendía pólizas de seguros. Me pareció un chico lleno de vitalidad. Cantó un aria de Lucía de Lammermoor y «Che gelida» de La Bohème. Me dio una notable impresión, con su voz fresca aunque todavía no era potente. Cantaba y los ojos le reían. Era un diamante sin pulir. Le dije que debía estudiar mucho si quería ser un gran tenor. No conocía la música. Nunca la aprendería, pero sus cuerdas vocales eran divinas. Nos despedimos con un apretón de manos, no sin que antes aprovechara para hacerme un seguro de vida».

La imagen del mito

Todos recuerdan esa sonrisa que emocionó al maestro Magiera, su acompañante musical durante años. El tenor en frac, los brazos abiertos y extendidos como si quisiera abrazar al público, con el pañuelo en la mano… Todo ello forma parte del mito. Es la imagen que mejor representa a Pavarotti.

Con las enseñanzas del maestro Magiera, logra a sus 31 años, en junio del 1966, el debut en el Covent Garden de Londres, un momento clave que define su carrera internacional. Interpretó con Joan SutherlandLa Fille du Regiment (La hija del regimiento), una ópera cómica de Gaetano Donizetti, famosa por el aria «Ah! mes amis». Pavarotti, provocado aquella noche por el director de orquesta, logró lo que no se recordaba que alguien hubiera hecho: llegar a voz plena a los nueve «do de pecho» o «do sobreagudo» previstos en el aria. Lo hizo con la nota final limpia: más de seis segundos de agudo, 12 segundos con la variación. La escena, que lo lanzó a la fama internacional, se ve en blanco y negro en el documental. «El rey de los do de pecho», tituló la prensa de medio mundo. La platea del Covent Garden decretó un antes y un después en la carrera de Pavarotti.

Con la Princesa de Gales, en un concierto benéfico en Módena, en 1995
Con la Princesa de Gales, en un concierto benéfico en Módena, en 1995

Otro momento lleno de pasión sucedió en el Teatro Amazonas, en Manaos, donde cantó para unos pocos íntimos y el pianista que se llevó para la ocasión. Llegó sin anunciarlo, y consiguió que abrieran el recinto para dar un pequeño recital en homenaje a Caruso, el gran tenor napolitano que actuó allí un siglo antes. En el film se ven los conciertos de beneficencia de Luciano en Módena con estrellas del pop como Bono o Sting. Se muestran los famosos conciertos de los Tres Tenores, con Plácido Domingo y José Carreras, el trío que nació con el Mundial de Fútbol 1990 y que dejó en las Termas de Caracalla un inolvidable «Nessun Dorma».

No se da voz al que está considerado como el más prestigioso crítico musical italiano, Paolo Isotta: «Sostener que Pavarotti fue uno de los más grandes es fruto de la ignorancia o el servilismo, pero los tenores de hoy no tienen ni siquiera su voz. Era un analfabeto musical, en el sentido de que no sabía leer la melodía de la partitura. Las óperas las tenía que aprender con fatiga, nota a nota. Los grandes tenores tenían una voz exquisita, igual o mejor que la suya, provistos además de cultura y musicalidad: Carlo Bergonzi, Mario Del Monaco, Nicolai Gedda, Francisco Araiza y Plácido Domingo». De todas formas, el crítico reconoce que «en la parte inicial, Pavarotti nos dejó maravillosos testimonios de arte. Su declinar llegó con papeles no aptos para él y luego se convirtió en un personaje grotesco, sobre todo en su vida privada».

 

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