‘Viento de libertad’, un thriller de aromas hollywoodienses

‘Viento de libertad’, un thriller de aromas hollywoodienses
Viento de libertad
El muniqués Michael Herbig aborda la célebre e increíble huida en globo hacia occidente de dos familias de la RDA
Por Ignasi Juliachs/La Vangardia

Por si había dudas, La vida de los otros, de Florian Henckle von Donnersmarck reflejó de modo impecable e implacable lo que era para intelectuales, actores y gente dedicada a las más diversas artes vivir bajo el régimen comunista de la RDA. En aquella cinta, nada de épicas, sólo sufrimiento, persecución, represión, control absoluto de cada individuo, miedo extremo y la sensación de estar viviendo “1984”, la célebre novela de George Orwell.

Viento de libertad , de Michael Herbig, visionada en el BCN Film Fest, recoge ese mismo status quo a través de una gesta de dos familias de Pößneck (Turingia), ocho miembros en total, diez años antes de la caída del muro de Berlín: la huida hacia la RFA, el 16 de septiembre de 1979, no a través de alambradas sino en globo aerostático de fabricación casera. Esta vez hay épica, acción, respuesta a un régimen opresor progresivamente paranoico y asfixiante hasta extremos indecibles, con un control del ciudadano irrespirable alimentado por la permanente sospecha del propio vecino y de las miradas de todo el mundo en los lugares públicos. Algo, la delación, que, salvando las distancias, quedaba muy claro en el film de horror y ciencia-ficción La invasión de los ultracuerpos, de Philip Kaufman –el célebre remake de La invasión de los ladrones de cuerpos, de Don Siegel–, de la que la cinta de Herbig parece extraer alguna idea cuando la gente observa en la calle a los protagonistas de manera inquietante.

Fotograma de 'Viento de libertad'
Fotograma de ‘Viento de libertad’ (null / LVD)

La Walt Disney ya se había acercado a este sorprendente episodio de la Guerra Fría en 1982 con el film Fuga de noche, de Delbert Mann, donde intervenían John Hurt y Beau Bridges, que al parecer no satisfizo nada a las dos familias implicadas, los Strelzyk y los Wetzel.

Herbig ha invertido seis años en la realización del film. En el proceso, tuvo encuentros con Günter Wetzel, quien vio con buenos ojos el proyecto, aunque hubo que salvar algunos escollos con la Disney y los derechos vendidos por las familias. En la cinta se han empleado dos globos aerostáticos auténticos; no se ha recurrido en ningún caso a lo digital, si bien sí a la técnica fotográfica del croma. Para el rodaje, el globo del segundo intento de fuga alcanzó los 1245 metros cuadrados de tela, 32 metros de altura, con un volumen de más de cuatro mil doscientos metros cúbicos. En el caso auténtico, todo el proceso tuvo lugar en año y medio, y los intentos fueron tres, no dos como en el film. La cinta resuelve el arco temporal mediante la reducción de todo ello a unos pocos meses de preparación y ejecución, pero el cosido de los coloridos globos requería, dadas las dimensiones, un lento proceso de ir juntando telas, que debían adquirirse en diversos lugares y a lo largo de tiempo para no despertar sospechas, lo mismo que con las bombonas de butano requeridas, las cuales sumaban una sospechosa cantidad igualmente.

Al inicio de la cinta, se informa de que en el periodo en que la frontera entre las dos Alemanias estuvo vigilada, miles de personas intentaron huir; de éstas, más de cuatrocientas fueron asesinadas sin miramientos, ya fueran hombres, mujeres, o niños, aunque probablemente el número exacto de muertes sea superior. No se toleraba el menor ápice de disidencia.

Con este clima, Herbig ha sabido imprimir una cinta de corte muy americano, un thriller muy tenso con varias libertades respecto a los hechos verídicos, en que un elemento decisivo es la presión que ejerce la Stasi sobre las familias al ir cerrando el círculo en torno a las mismas, que conscientes de ello trabajan a contrarreloj a medida que las pistas dejadas en el primer intento fallido de fuga iban concretando la zona, la población, la calle y finalmente las casas. Remarcable el trabajo del actor Thomas Kretschmann como el oficial Seidel de la Stasi, encargado de dar con los fugitivos. Transmite la encrucijada en que se halla: personalmente le da lo mismo que la gente se vaya, secretamente incluso lo encuentra lógico, no así otros colegas, que parecen lobotomizados. Pero no puede permitir que logren la huida porque nota el aliento del poder en la nuca, y sabe que va a haber serias represalias si no logra evitarla. Así se funcionaba, mediante el pánico. Incluso los que habían logrado huir, siguieron teniendo presiones para que regresaran y velados seguimientos en el lado occidental.

La película se mira con absorbente interés, aunque también cabe admitir que en su clímax, cuando convergen todos los factores, presenta algunos problemas de coherencia narrativa: no resulta del todo convincente, ni queda claro el arco temporal de las acciones paralelas, la de la huida y la de la persecución, en su pretensión de tirar del recurso del “salvado en el último minuto”. También resulta un tanto innecesario el metraje de las secuencias finales. No obstante, es un producto digno que despierta toda clase de admiraciones respecto a una gente, con niños pequeños y adolescentes, sin ninguna idea previa de aerostática, al parecer tan sólo guiados por una revista occidental que abordaba cómo fabricar un globo aerostático, con la espada de Damocles de ser descubiertos por vecinos, uno de ellos de la Stasi, que supieron desafiar el futuro en una labor titánica plagada de imprevistos y de mala suerte, con una persistencia ante los fracasos digna de encomio.

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