Chernóbil: 35 aniversario de la mayor catástrofe nuclear de la historia

El Gobierno ucranio quiere que la zona de la central sea reconocida como Patrimonio Mundial de la UNESCO

 

Por María R. Sahuquillo/El País

 

El 26 de abril de 1986, de madrugada, se produjo en la central nuclear de Chernóbil, en la antigua Unión Soviética (hoy, Ucrania) un accidente que desencadenó la mayor catástrofe nuclear de la historia. Hoy, 35 años después, la explosión del reactor número 4 de la central y que derivó en una cadena de ocultación y mentiras de las autoridades soviéticas para minimizar la escala del suceso. La estructura del reactor ardió durante 10 días. Sus partículas contaminaron 142.000 kilómetros cuadrados: el norte de Ucrania, la rusa Briansk, el sur de Bielorrusia.

La radiactividad llegó más lejos. Fue detectada por los países nórdicos. Los primeros en dar la alarma, el 27 de abril. El 28, después de dos días de silencio, las autoridades soviéticas hablaron por primera vez sobre el accidente. Pero solo con una breve nota de la agencia oficial soviética Tass que se leyó en el noticiario nocturno de la televisión: “Se toman medidas para eliminar las consecuencias de la avería. Las víctimas reciben ayuda. Se ha creado una comisión gubernamental”.

Al menos 31 trabajadores de la planta y bomberos murieron inmediatamente después del desastre, en su mayoría por causas derivadas de la radiación. Miles fallecerían después, aunque la cifra sigue siendo objeto de un intenso debate, debido a la ocultación de las autoridades durante años. Los médicos tenían prohibido poner en los expedientes sanitarios de sus pacientes cualquier cosa que sonara a radiación; y mucho menos dejar constancia de ello en los partes de defunción, como denunciaron después activistas y expertos.

Solo el 4 de junio de 1986, el diario oficial Pravda reconoció altos niveles de contaminación fuera del perímetro de 30 kilómetros alrededor de la central de Chernóbil. Prípiat, la ciudad más cercana a la central, el orgullo del desarrollismo soviético y donde vivían muchos de sus empleados, ya había sido evacuado la misma noche del accidente, pero la información del Pravda llevó a evacuar también a miles de habitantes de la vecina República de Bielorrusia, la zona que sufrió la peor parte de la catástrofe.

Hoy, Prípiat, que llegó a tener 50.000 habitantes, es un escenario postapocalíptico visitado únicamente por expertos, pero cada vez más por turistas –en grupos y bajo la supervisión de un guía oficial–, seducidos por el turismo de catástrofes. Las visitas se dispararon después de la serie de la HBO Chernobyl, que tan bien relató esa cadena de noticias falsas y ocultación que derivó en muertes.

Las autoridades ucranias han pedido ahora que se incluya la zona de exclusión como Patrimonio Mundial de la UNESCO. Sostienen que el lugar es único y “de interés para toda la humanidad”. Busca así para atraer más visitantes y fondos para desarrollar la zona. El Ministerio de Cultura ucranio ya ha iniciado los trámites para reconocer ese territorio – la central nuclear en ruinas rodeada de terrenos baldíos, escombros y edificios abandonados— como monumento. Sin embargo, algunos temen que la zona de exclusión termine por convertirse en una simple atracción. Algo que el ministro de Cultura, Oleksandr Tkachenko, cree que hay que evitar. “Debería servir para enseñar, para tomar conciencia de la memoria histórica y de los derechos humanos”, ha dicho estos días Tkachenko a la televisión ucrania.

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