De cachorros y obsesiones

Jun 7, 2011

Por Federico Reyes Heroles

 

 

El personaje debiera ser indefendible. Indefendible por su ostentoso desprecio de la ley. Indefendible por su orgullo de navegar en aguas donde legalidad e ilegalidad se confunden. Indefendible por su misoginia festiva, por su machismo petulante, que no es cuestión de gustos sino un acto contrario a la igualdad de géneros, principio y norma de convivencia. Indefendible porque sus odios galopantes y públicos y sus coqueteos con la ilegalidad lo hicieron acreedor a la duda sobre su posible involucramiento intelectual en el homicidio de dos periodistas.

Indefendible por su afición a regar hijos, que no es un asunto de la moral privada sino del código civil. Indefendible por su gestión pública manchada de irregularidades. No se trata de calificar sus excentricidades a las cuales todo mundo tiene derecho, pero sus excentricidades quebrantan la ley. Indefendible pero, increíble, por momentos, popular al grado de haber sido presidente municipal de Tijuana y candidato a la gubernatura, misma que perdió aunque con un porcentaje de votos significativo. Las excentricidades y el machismo no necesariamente están reñidos con la obtención de votos. Es un retrato de una cultura política que está viva. Indefendible porque, no por edad, sino por decisión pertenece al México que debe desaparecer donde todo se operaba -¿opera?- en la opacidad. Indefendible porque representa la obtención de beneficios económicos a partir de posiciones políticas.

Pero la discusión es otra. Este «cachorro» mimado del PRI podría ser hoy simple mercancía ilegal en política. Paradojas de la existencia, ahora podría ser víctima de su estilo de vida. Difícil creer que la detención fue producto del azar, un azar muy favorable a los adversarios del PRI. Tendrán que demostrarlo fehacientemente. Las irregularidades de las que es protagonista el personaje de marras tienen décadas de ser conocidas. Pero es justamente un mes antes de la elección a gobernador del estado de donde es oriundo que se da la detención. Es mucha casualidad. Aparece así una de las zonas más oscuras de nuestra vida institucional: la discrecionalidad que proviene de la acumulación de denuncias sin investigación. Se presentan las denuncias pero con gran frecuencia la autoridad sólo procede cuando la coyuntura política le es favorable. La aplicación de la ley no es un acto reflejo, responde a consideraciones de otra índole. Se rompe así el principio de igualdad ante la ley: se procede contra los menos y se procede cuando conviene. ¿Fue de verdad un hecho fortuito?

Pero hay más agravantes. Felipe Calderón, el panista pero también el Presidente, ha sido claro: hará todo lo que esté a su alcance para evitar un posible regreso del PRI al poder. Obsesión que podría llevarlo a actuar en los límites, como sería involucrar al Ejército mexicano en una zancadilla política. Hay así un lado de oscuridad en ciertas decisiones presidenciales regidas por fobias más que por el raciocinio. Ese territorio de obsesiones da margen a la duda de si la detención del «cachorro» priista de verdad corresponde a un acto de aplicación de la ley o a un acto de campaña panista. Las preguntas son muchas: ¿cuál es el número de la averiguación previa? ¿Dónde están el oficio en que el MP solicita el auxilio del Ejército y la orden de cateo liberada por un juez? ¿Había permisos? ¿Puede haber flagrancia sin acción? ¿Se apegó la detención al debido proceso? O, una vez más, el ánimo de espectáculo fue la guía. Llueve sobre mojado en las administraciones panistas. El desafuero contra López Obrador también tuvo una oportunidad política difícil de creer.

El quid de la discusión es el Estado de derecho. Si los delitos no están bien fincados -como en el llamado «michoacanazo»- y todo resulta una pifia, ratificaremos el temor generalizado de que la aplicación de la ley esté siendo filtrada por el cedazo del cálculo político, de que el debido proceso no se respete. El Ejército mexicano está siendo señalado en el interior y en el exterior por violaciones a los derechos humanos cada vez más frecuentes. Es algo muy grave que trabajosamente estaba siendo arrinconado. No olvidemos la existencia ahora de la Corte Penal Internacional. La impunidad institucional y personal está en la mira del mundo. Sea quien sea el inculpado, el apego a la ley y al debido proceso deben ser siempre respetados. Para qué ir a una acción institucionalmente tan riesgosa.

Puede el caso del «cachorro» invertir las tendencias electorales del Estado de México. Muy difícil. Por el contrario, si se desnuda un operativo ilegal, la acción podría tener un efecto boomerang. Cassez, Michoacán, los reiterados espectáculos y ahora esto. La bruma es cada día más densa. Y es apenas el inicio del 2012. Está la aplicación de la ley al servicio de las debilidades, ésa es la duda. Ojalá y las autoridades acrediten sus pasos, porque de no ser así, siguiendo el dicho de EZ, lo indefendible se vuelve defendible.

 

 

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