El PRI y su disfraz de víctima

 

Por Carlos Loret de Mola


Si mañana usted ve en la televisión que Mario Marín fue detenido por su presunta colusión con bandas pederastas, ¿lo creería?, si escucha por la radio que agarraron a Arturo Montiel por enriquecimiento ilícito, ¿le sonaría lógico?,  si al comprar el periódico descubre que Ulises Ruiz tiene una orden de aprensión  por homicidio durante su gobierno en Oaxaca, ¿le sorprendería?, si abre internet  y se topa con que el ex mandatario de Durango, Ismael Hernández, es sospechoso de haber escondido al “Chapo” Guzmán ¿le parecería inaudito, difícilmente.

El PRI no es víctima. Abuso del poder por más de siete décadas, y cuando lo perdió en 2000, el fin del presidencialismo heredó a los gobernadores- la mayoría priistas- el absolutismo que se ejercería desde Los Pinos.

En esas condiciones, surgieron en el partido tricolor lideres indefendibles, políticos  evidenciados por los medios de comunicación en la flagrante comisión de diversos delitos, quienes, no obstante, quedaron impunes una camada de viejos y jóvenes cuyas actuaciones ridiculizaron el concepto del “nuevo PRI”.

Frente a los atropellos de algunas de sus más destacadas figuras, este partido ha tenido dos opciones: Entregarlos a la justicia para demostrar que aprendió de sus errores del pasado o encubrirlos con el argumento de que el electorado recordaría la peor cara del PRI y dejaría de votar por ellos.

De manera sistemática, los priistas han optado por la segunda, la de encubrimiento, que es complicidad. Para justificarse, recuerdan que el escándalo de los millones del ex gobernador mexiquense, Arturo Montiel, no solo descarriló sus  aspiraciones presidenciales sino que término con los de su rival, Roberto Madrazo, y dejó al partido vapuleado en el tercer lugar en el 2006.

Por eso el PRI negoció con el entonces Presidente electo Felipe Calderón que lo dejaría tomar posesión y lo apoyaría con sus votos en el congreso para poder arrancar su gobierno a cambio de que el panista olvidara, de entrada dos de sus mencionadas promesas de campaña: Enjuiciar a Mario Marín y a Ulises Ruíz. Selló el pacto y ningún priista relevante fue perseguido en el primer tramo del sexenio.

Para fortuna del PRI, que hoy quiere jugar el papel de la víctima, el gobierno de Felipe Calderón se enfrasco en una guerra cuyos procedimientos causan sospecha en la opinión pública, y ha sido descubierto en varias mentiras para proteger a sus elementos cuando matan a ciudadanos por error. Además es verdad aceptada que el Presidente está concentrado en la operación política para que el PAN suba en las encuestas por la sucesión presidencial, al grado de aliarse ahora con el PRD para que el PRI no vuelva a Los Pinos. (El Universal)

El PRI,  pues, no le apuesta a la depuración de sus filas, sino a que la gente crea que tras la detención de Jorge Hank Rhon y las que pudieran venir en el futuro no existen expedientes delictivos, sino solo motivos electorales. (El Universal)

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