La humanidad se enfrenta a una crisis existencial

Entrevista- ED GILLESPIE
Biólogo marino, activista medioambiental y defensor del ‘slow travel’, el gurú británico de la sostenibilidad plantea que lo más urgente de la crisis climática es cuestionar los mecanismos del progreso. E identificar todas sus trampas.
Por Ixone Díaz Landaluce/Abc

Cuando trabajaba como biólogo marino, Ed Gillespie se pasaba el día repitiendo el mismo mantra a todo aquel que le quería escuchar: “Si no dejamos de pescar todos los peces del mar, llegará un momento en que no habrá más peces”. Frustrado y preocupado por la situación del planeta, decidió buscar otra tipo de plataforma para hablar de los grandes problemas medioambientales. Después de trabajar como mánager medioambiental para el departamento de transporte de Londres, creó Futerra, una consultoría dedicada a transformar empresas comprometidas con la sostenibilidad. Por el camino, se convirtió en emprendedor medioambiental, conferenciante y gurú de la sostenibilidad, además de formar parte del consejo directivo de Greenpeace en el Reino Unido. Gillespie, que hace unos años dio la vuelta al mundo sin poner un pie en un avión, es un defensor acérrimo del movimiento slow travel. Y predica con el ejemplo. Para esta entrevista, que se celebró en Madrid, viajó en tren desde Londres. “Utilizo el tren siempre que puedo…. ¡Y vivo en una isla!”, dice riendo.

Dice que la clave está en convertir lo sostenible en deseable. ¿Cómo?

Logrando que la solución sea mejor. Si pudiéramos tener una energía limpia y obtenida de fuentes naturales como el viento, el sol o las olas, ¿no sería ese un diseño mejor y más elegante que el de los combustibles fósiles? Fíjate en los coches. Los de gasolina funcionan gracias a una serie de explosiones controladas. Si lo piensas así, es una barbaridad. En cambio, los coches eléctricos prácticamente no necesitan mantenimiento y sus baterías son muy duraderas. Son diseños más sencillos e inteligentes.

¿Qué necesita una respuesta más urgente en este contexto de crisis climática?

La gente debería reflexionar y pensar más en el impacto de sus decisiones. El progreso está lleno de trampas. La energía abundante y barata que viene de los combustibles fósiles, que no dejan de ser miles de millones de años de rayos solares fosilizados, nos ha permitido hacer cosas extraordinarias y construir este mundo a nuestro alrededor. Pero quemar esos combustibles genera emisiones de carbono que provocan el cambio climático que amenaza con socavar todo el progreso futuro. Por eso, estamos ante una crisis existencial para la humanidad. Y por eso, deberíamos empezar a desafiar las convenciones tradicionales sobre los mecanismos del progreso.

Consumir no nos hace más felices. ¡Ten el corazón abierto al cambio!

Dice que el cambio real afectará a  la comida y la energía. Empecemos por el final…

Antes o después, el mundo funcionará al cien por cien con energías renovables. Así que… ¿Por qué no alcanzamos ese horizonte lo antes posible? Tenemos el potencial para lograrlo, pero hay muchos intereses creados porque vivimos en un sistema dependiente de los combustibles fósiles. Hay que terminar ya con los subsidios a ese sector e invertirlos en energías renovables.

¿Qué hacemos con el sector alimentario?

El mayor reto es dejar de tirar tanta comida. Un tercio de la comida que producimos nunca llega al estómago humano. Eso ocurre en nuestras casas y podemos evitarlo. Pero también tenemos que cambiar nuestra dieta y cómo la producimos porque la agricultura es responsable del 15 por ciento de las emisiones de carbono. El futuro significa menos carne. Además, el sistema de agricultura intensiva, tan dependiente de grandes recursos energéticos, pesticidas y fertilizantes, debe cambiar.

Trabajó como mánager medioambiental del transporte de Londres. ¿Qué aprendió?

A finales de los 90, el metro era uno de los grandes consumidores de energía eléctrica del Reino Unido y el suministro dependía de los combustibles fósiles. Además, los autobuses eran diésel. Nos dimos cuenta de que, si no hacíamos nada, el transporte público podía convertirse en el medio de transporte más sucio y empezamos a apostar por las pilas de combustible, los vehículos eléctricos… Aprendí que no podemos hacer pequeñas cosas, hay que hacer cambios profundos y radicales.

¿Y qué tienen que hacer las ciudades para ser más habitables?

Paradójicamente, muchos urbanitas llevan un estilo de vida de bajo impacto porque, a veces, ni si quiera tienen coche. El problema es que muchas ciudades se han construido por sectores: el industrial, el financiero, el residencial… Y eso es muy ineficiente porque obliga a la gente a ir y venir. La ciudades que se plantean el futuro de manera inteligente están relocalizando los barrios, consiguiendo que a una pequeña distancia de tu casa lo tengas todo: colegios, centros de salud, comercios… También hay que mitigar el efecto de tanto cemento y acero. El arquitecto malayo Ken Yeang cree, por ejemplo, que los edificios pueden crear más espacios verdes de los que quitan.

La superpoblación también es un problema, pero ¿cómo se combate?

Prefiero no llamarlo problema, sino reto. La población ha crecido demasiado rápido. En 1900, había 1.600 millones de personas en el planeta, ahora somos 7.500 y para mitad de siglo rondaremos los 10.000. Sin embargo, el 10 por ciento de la población es responsable del 50 por ciento de las emisiones. El gran problema, en realidad, es el consumo, que está prácticamente conectado de manera lineal con los ingresos. La manera de controlar la población es la educación, emancipación y liberación de las mujeres, para que puedan decidir sobre sus derechos reproductivos y sobre el tamaño de la familia que quieren tener. Así que… Hay que cargarse el patriarcado.

Mencionaba el consumo. ¿Qué tipo de hábitos debemos evitar?

El consumo debe ser responsable y no excesivo. La moda, por ejemplo, tiene un impacto masivo en el medio ambiente y todos tenemos el armario lleno de ropa que no nos ponemos. Consumir no nos hace felices por mucho que nos sintamos arrastrados por ese mantra hedonista y aspiracional según el cual comprar cosas te define como una persona de éxito. No es verdad. La industria del marketing lleva jugando a eso 50 años, reemplazando las necesidades reales, como el contacto con la naturaleza, con mecanismos artificiales sobre qué clase de coche deberías conducir.

A pesar de todo, ¿se puede entender la crisis climática como una oportunidad?

Se puede entender como una llamada de atención a la humanidad, que está siendo forzada a reevaluar sus fundamentos. Hemos llegado a un punto en el que el planeta nos está diciendo, de manera bastante inequívoca, que la forma en la que vivimos no funciona. No solo por las emisiones, sino también por la biodiversidad que hemos perdido. Estamos destruyendo la capacidad que el planeta tiene de autorregularse. Dicho esto, la oportunidad está en que, si escuchamos lo que la ciencia está diciendo, podemos alcanzar una vida más plena, gratificante y sostenible, que se traducirá en comida más saludable, más espacios verdes y la conciencia de que nosotros también somos naturaleza. Lo que le hacemos a ella, nos lo hacemos a nosotros mismos.

Frente a los viajes en avión, defiende las virtudes del ‘slow travel’…

En realidad, no es nada nuevo, antes viajábamos así: por tierra y despacio. Entre otras cosas, te garantiza tiempo para pensar y reflexionar. Volar se ha convertido es un mal necesario que implica que el viaje no tiene nada que ver con las vacaciones. En un tren, en cambio, tienes un asiento cómodo, un paisaje precioso, un espacio que te permite ser productivo… Es mucho más relajado, aunque sea un poco más largo. En 24 horas, te plantas en cualquier punto de Europa. Además, en la era de los smartphones, es una experiencia muy social en la que conoces a gente extraordinaria.

¿Cree que estamos preparados para renunciar a volar?

El problema no es que ahora volemos todos, es que algunos lo hacen constantemente. El problema no es la familia británica trabajadora que vuela una vez al año a España para pasar sus vacaciones, sino esas personas que hacen 20 vuelos al año y que quizá deban replantearse si son realmente necesarios. La burbuja de los vuelos baratos es eso, una burbuja que ha creado una demanda artificial. Antes no había tanta gente interesada en ir a Tailandia. Esa necesidad no existía.

Entonces, ¿viajar en avión tiene que volver a ser elitista?

Volar es artificialmente barato, porque el combustible de los aviones está exento de impuestos. Es una ventaja injusta. Las compañías aéreas deberían pagar esos impuestos, que servirían para subvencionar formas de transporte más eficientes, como el tren.

Se define a sí mismo como ‘futurista’. ¿Cómo cree que viviremos allá por 2050?

A menudo, cuando se trata de imaginar hacia donde se encamina el mundo, se tiende a pintar una extensión del actual ‘estatus quo’. Por eso, en Regreso al futuro todo el mundo tiene un peinado ochentero y en Blade Runner Harrison Ford lee periódicos de papel. Ver lo disruptivo, lo no-lineal, requiere más imaginación. Yo puedo ver, oler y degustar un mundo que ha razonado ante el reto del cambio climático y la tragedia de la pérdida de biodiversidad y que está liderado por un pensamiento que no solo viene de la cabeza, sino también del corazón y las entrañas.

¿Y qué pinta tendrá ese mundo?

Veo ciudades verdes, gente que camina y va en bici, que tiene una conexión más íntima con la naturaleza y que valora lo que realmente importa, que son las relaciones. Desde donde estamos ahora, es difícil imaginar ese mundo. Con toda la riqueza y el éxito material, falta mucha felicidad psicológica y espiritual. Esa es la razón por la que la soledad y la depresión son tan omnipresentes. Por eso, nos medicamos tanto. Algunas de las necesidades que se deberían saciar con las conexiones humanas y con la naturaleza, se intentan saciar con lo material, que nunca será suficiente porque hemos creado un apetito voraz. Cuando miro al futuro, soy un optimista precavido.

¿Por qué?

No será sencillo. Creo que habrá periodos difíciles. En los últimos años, hemos comprobado lo frágiles que pueden ser nuestras democracias. Es fácil imaginar lo que sucedería si hubiera problemas de desabastecimiento de alimentos o energía… No debemos perder la esperanza, pero tampoco podemos permitirnos caminar como noctámbulos. Es el momento de tener los ojos y el corazón abiertos. Y de estar dispuestos a cambiar.

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