Una antigua tormenta solar brinda indicios de la presencia vikinga en América hace exactamente 1.000 años

Por Andrew Curry/National Geographic

En el año 993 de nuestra era, una tormenta en el sol liberó un tremendo impulso de radiación que fue absorbido y almacenado por los árboles de toda la Tierra. Ahora, ese evento solar ha demostrado ser una herramienta crítica para conocer el año exacto en el que los vikingos estuvieron en América

Desde el descubrimiento de una asentamiento vikingo en L’Anse aux Meadows (Canadá) hace más de 50 años, muchos estudiosos aceptan que estos marinos, cuyas exploraciones se realizaron entre el siglo XVIII y el siglo XII, fueron los primeros europeos en poner los pies en América. Sin embargo, el momento exacto de las incursiones de los vikingos en lo que ellos llamaban «Vinland» seguía siendo un misterio. Basándose en los objetos encontrados (datación por radiocarbono y la literatura vikinga), se pensaba que el asentamiento de L’Anse aux Meadows tuvo cierta prosperidad entre el 990 y el 1050.

Ahora, gracias a la tormenta cósmica de 993, los investigadores pueden asegurar que los vikingos ocuparon su pequeño asentamiento en el Atlántico Norte exactamente hace 1.000 años, en el 1021, según un estudio publicado el 20 de octubre en la revista Nature.

Aunque esta nueve fecha, más precisa, no traerá grandes cambios sobre nuestro conocimiento de la presencia vikinga en América, «confirma lo que los arqueólogos y otras evidencias previas sugerían», dice Ulf Büntgen, un geógrafo de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) que no formó parte del equipo de investigación. «Estoy realmente contento de poder ver este estudio, hace 20 años no habríamos sido capaces de obtener estos datos».

Además de aportar la primera fecha exacta para el asentamiento vikingo de Norteamérica, esta fecha también confirma los cuentos sobre los primeros viajes, escritos cientos de años después de los hechos. «Siempre supimos que era en torno al año 100, pero saber que es 1021 es muy importante», dice Davide Zori, un arqueólogo de la Universidad de Baylor (Estados Unidos) que tampoco participó en el descubrimiento; «esto demuestra que las sagas [vikingas] habían acertado la década. Eso es bastante impresionante».

Imagen microscópica de un fragmento de madera del yacimiento de L’Anse aux Meadows (Canadá). Los investigadores dataron ...

Imagen microscópica de un fragmento de madera del yacimiento de L’Anse aux Meadows (Canadá). Los investigadores dataron con carbono anillos individuales de árboles para identificar que uno se formó durante una tormenta cósmica en el año 993 d. C. Fotografía de Petra Doeve

«Como una mina de oro»

Las nuevas evidencias provienen de muestras antiguas. Docenas de dataciones por radiocarbono hechas a artefactos de madera extraídos de L’Anse aux Meadows en los años 1960 mostraron que el yacimiento tenía unos 1.000 años. Pero la datación por radiocarbono estaba dando sus primeros pasos en aquel entonces y los márgenes de error se solían medir en décadas o incluso siglos.

Afortunadamente, los arqueólogos veían las cosas con perspectiva y anticiparon que en el futuro se desarrollarían mejore métodos de datación, por lo que recuperaron y conservaron cientos de piezas adicionales de madera que encontraron dentro y alrededor del yacimiento y muchos de ellos los guardaron en almacenes refrigerados canadienses para evitar su descomposición. Cuando la arqueóloga de la Universidad de Groninga (Países Bajos) Margot Kuitems, una de las co-autoras del estudio, visitó el almacén hace unos años se quedó estupefacta. Madera de hace milenios «parecía totalmente fresca, como si la hubieran dejado ahí ayer», dice; «era como una mina de oro».

Kuitems no buscaba las piezas más bonitas. Junto con Michael Dee, un experto en datación por radiocarbono de la misma universidad, estaban buscando yacimientos para probar un nuevo método de datación que se basa en los anillos de los árboles. Para ver si podían precisar más la edad de L’Anse aux Meadows, Kuitems se fijó en cuatro troncos de abeto y enebro que todavía tenían la corteza, los cuatro habían sido talados y dejados cerca de las alargadas casas nórdicas. «Realmente no son artefactos o piezas elaboradas por los vikingos», dice Kuitems de sus muestras clave; «son desechos de madera».

Las cuatro muestras tenían algunos elementos en común que las hacía perfectas para las intenciones de Dee y Kuitems. Se encontraron en las misma capa de terreno junto a otros artefactos vikingos, conectándolos a la actividad vikinga. Se habían cortado o tratado con herramientas de metal, (un técnica de fabricación desconocida en Norteamérica en aquella época) y otras evidencias de que había pasado por manos vikingas. Además, todavía tenían la corteza, lo que dejaba claro el momento en el que el árbol dejó de crecer.

Había una cosa más que destacó: tres de los troncos de madera eran de árboles que estaban vivos durante el evento solar de 993, cuando una tormenta cósmica liberó un impulso radioactivo tan potente que quedó grabado en los anillos de los árboles de todo el mundo. Los investigadores se refieren a este fenómeno como «evento de radiocarbono cosmogénico» y es un fenómeno que solo ha ocurrido dos veces en los últimos 2.000 años.

La tormenta cósmica, junto con un evento similar en 775, dejó «picos» que sesgaron la datación de radiocarbono de la madera por casi un siglo, un hecho que los investigadores identificaron por primera vez en 2012. Se puede identificar solo comparando dataciones de radiocarbono individuales de los anillos de un árbol, la anomalía resultante crea una especie de sello temporal en los anillos del árbol. «Cuando llegas a los picos la cosa está clara», dice Dee, que lideró el nuevo estudio.

El equipo tomó muestras y dató meticulosamente más de 100 anillos, algunos de menos de un milímetro de ancho, esperando encontrar el pico de 993 en la edad de radiocarbono. En tres de las piezas de madera encontraron el salto abrupto que buscaban. Después un simple cálculo aritmético hizo posible descrifrar el año en el que los vikingos talaron el árbol. «Si tenemos un árbol con muchos anillos y la corteza en el exterior, es solo cuestión de contar», dice Dee. En este caso, había 28 anillos de separación entre la corteza y el anillo que tenía la marca del pulso solar del año 993.

«Las dataciones de radiocarbono [anteriores] iban desde el principio hasta el final de la Era Vikinga», dice Dee; «Ahora hemos probado que ocurrió, como muy tarde, en 1021».

Es más, esta fecha corrobora dos sagas islandesas, la Saga de los Groenlandeses  y la Saga de Erik el Rojo, que registraron los intentos de establecer un asentamiento permanente en «Vinland» en el extremo occidental del mundo vikingo. Pese a estar escritas en el siglo XIII, ambas sagas se refieren a eventos y personajes históricos, permitiendo a los investigadores reconstruir una línea del tiempo de los viajes en torno al año 1.000.

Zori está de acuerdo en que la nueva fecha no va a revolucionar lo que sabemos de los vikingos en América. Pero usando el pico radioactivo de 993 para datar otros asentamientos puede abrir nuevas puertas, especialmente ahí donde no es fácil ligar los registros históricos con los descubrimientos arqueológicos. «Cuando quieres unir eventos concretos con monumentos o edificios, tener una fecha precisa puede cambiar mucho nuestra comprensión», dice Zori.

Para Dee, fijar la fecha crea un enlace tangible con la época en la que la humanidad completaba su expansión por el mundo y se encontró en un espeso bosque en las orillas del Atlántico Norte. «El momento en el que se cruzó el Atlántico fue como el último paso», dice; «la fecha que tenemos apoya el hecho de que fue real».

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