Por Ramón Rodríguez Rangel
El proceso electoral municipal de Tuxpan lejos de ser un ágora donde se discutan las ideas, las propuestas se ha convertido en un fango, en un lodazal, donde se pretende que el menos enlodado sea el elegido, el menos peor.
Las redes sociales se llenan de descalificativos, de ofensas, una competencia por denigrar al adversario, faltando a las normas más elementales de civilidad.
A los suspirantes se les exhibe, se les trata de ridiculizar con argumentos infantiles en el batidero de lodo putrefacto de la política.
En aras de una victoria artificial, construida por métodos que degradan no solo la justa democrática, la sana convivencia de la comunidad tuxpeña, para que impere la ley de la selva, lo bestial.
Se redimensiona el papel de la violencia, el terrorismo, para mandar mensajes cifrados en códigos rojos, mientras otros con cada muerto, se sienten fortalecidos, alimentándose políticamente de cadáveres, como buitres, como zopilotes políticos, sin ningún respeto en ninguno de los casos a la vida humana, en una ciudad o un pueblo que tradicionalmente ha vivido en paz, muy a pesar de los poderes subterráneos, que subyacen en las tinieblas y que solo muestran la punta de la madeja, aquí se apuesta por la paz, el orden y la legalidad.
Aunque se pretenda desvirtuar la realidad, el ejército mexicano está imponiendo orden poco a poco, con operativos de seguridad pública permanentes y con inteligencia militar, ningún criminal se puede sentir impune ni los materiales ni los intelectuales.
Tampoco no por el hecho de que antes de que se edificara la presidencia municipal y la plaza cívica había un predio con un circo, los activistas políticos de los diferentes partidos políticos se disputan el ciberespacio para publicar la mejor payasada, como si por los antecedentes históricos, se tenga que elegir a un payaso de presidente municipal, o lo mismo un rostro, una carita hueca o llena de perversidad.
Las campañas políticas deben proyectar los más altos valores humanos de los candidatos, no la suciedad, la porquería en la que se baten.
No se trata de ganar simplemente la elección municipal, el problema real estriba en hacerlo con legitimidad no solo jurídica, política, ética.
La construcción de una candidatura triunfadora, de un nuevo liderazgo en la comunidad, de una presidencia municipal cuya fortaleza radique principalmente en su legitimidad social y política, exige una campaña política electoral acorde con los propósitos que se tienen.
Los serviles, los prestos a cometer cualquier brutalidad para satisfacer a su candidato abundan en las campañas políticas, sobre todo cuando no hay en el candidato, que es el jefe finalmente de la campaña, el equilibrio emocional necesario o el carácter para no permitir que se desvirtué, su proyecto político electoral, no se manche, no se degrade, «no siembre tempestades”. Si se siembra odio y ofensas continuas contra sus adversarios no puede pensarse que cosechará respeto y reconocimiento.
Se trata de ganar con la legitimación política, ser después con el triunfo de su causa partidista, un presidente municipal respetado por todas las corrientes políticas y partidistas, por toda la comunidad.
Cuando se lucha por el poder por el poder, no se piensa, se actúa de acuerdo a los instintos, salvajes muchas veces o como ente cibernético, y esto no puede ser bueno, lo recuerda muy bien Hannah Arendt en la Banalidad del Mal, como personas normales con el simple objetivo de agradar a sus jefes realizaron cosas inimaginables a otros seres humanos.
Las campañas políticas es un escaparate que no solo exhibe a los candidatos, a sus operadores políticos, a sus partidarios, muestran el estado de su condición humana, reflejan su nivel cultural también.
Las campañas políticas evidencian que muchos de los que participan abierta o encubiertamente vienen arrastrando hasta traumas psíquicos de la infancia o su vida que los lleva a tomar actitudes esquizoides en su desempeño profesional o político, lo preocupante es que muchas de estas personas de apariencia normal podrían ser nuestras próximas autoridades municipales.
No queremos más corrupción es cierto eso, pero tampoco un alcalde psicópata o un títere de personajes trastornados o intereses obscuros, queremos un presidente municipal a la altura de los retos que el nuevo desarrollo sostenible que requiere Tuxpan necesita, con mentalidad de futuro no aldeana, no canibalesca.
Abierto a escuchar a todas las corrientes de opinión, a gobernar por consenso, pero tomando en cuenta y respetando el disenso.
No se quiere en Tuxpan un nuevo mesías político, un faraón, un nuevo señor feudal con su corte real, que piense que el pueblo es súbdito y ellos los dueños de la comarca.
Que se pasen la planeación y el ordenamiento de la ciudad por el arco del triunfo, no respeten el uso de suelo, y sigan poniendo el futuro de Tuxpan al mejor postor sin importar legislaciones y bandos de buen gobierno municipal.
Las campañas políticas negras se están ensañando con el eslabón más débil de la cadena, el alcalde interino que tiene menos de 4 meses en funciones, a quien se ve haciendo lo que puede, con lo que tiene, se le ve en la información que se difunde esmerándose en tratar de cumplir las demandas ciudadanas, aún con los escasos recursos que le deja el fin de un cuatrienio.
Las campañas negras tienen que terminar, la sociedad tuxpeña, el pueblo, no padece retraso mental, sabe razonar que cuando se revuelve el agua, algún pescador busca ganancia.
Ningún favor les hace a sus candidatos los que abonan desde sus perfiles a la distorsión de la realidad, a la degradación de la participación política, a empantanar el proceso electoral.
Los candidatos no necesitan legiones de ideotas, como señaló el teórico de la comunicación Umberto Eco, necesitan a partidarios que contribuyan a elevar la calidad de la competencia con actitudes que reflejen como piensan y lo que son, que le entren al debate de las ideas que enriquezcan dialécticamente la contienda, no que se revuelquen en el cochinero.
Ya la propia gobernadora del estado Rocío Nahle García ha manifestado su condena al juego sucio en las campañas políticas, a las campañas de odio, lo quieran entender o no los participantes, ni batideros de lodo, ni carroñeros políticos caben en esta jornada electoral en Tuxpan.