¡¡¡QUEREMOS ROOOOOCK….!!!

 

Por Dra. Zaida Alicia Lladó Castillo

 

Muchos de nosotros fuimos rockeros y rockeras. No necesariamente “gruesos”. Pero pertenecimos a una generación que vivió la génesis de la música de protesta, que se manifestaba desde la balada contestataria, pasando por las creaciones musicales del rock lento de los grandes genios, hasta los grupos que ensordecían las discotecas o que llenaban los grandes estadios o campos de golf, donde se disfrutaban ya los primeros equipos de alta fidelidad manejados con tecnología que producía luz y sonido, en el momento de avanzada.

Los estereotipos que de ahí surgieron, lamentablemente fue, la de los chavos “grifos buena onda”, “pachecos”, que quemaban carrujos y consumían marihuana desde el desayuno hasta la cena. Pero, no todos los de esa generación lo hicimos, aunque llegamos a ver sin duda a muchos compañeros que lo acostumbraban, a los que siempre respetamos, porque finalmente era su gusto darse un “viaje”.

Quienes estudiamos en una facultad (Psicología) que se caracterizara por ser de las más “alivianadas” integrada por jóvenes, hombres y mujeres, que buscaban respuesta a sus inquietudes y con ello lograr nuevas experiencias y derivado de las modas del momento, hizo que casi nos acostumbramos a observar o convivir con amigos o compañeros que sí apetecían de sus buenos “Joints[1]; que lo hacían en las reuniones o fiestas y que, con sus contadas excepciones, la mayoría se mantenía tranquilo y respetuosos de los demás. Pero también habíamos jóvenes medias “fresonas”, que no lo acostumbramos, que estudiábamos y trabajábamos, que nos divertíamos y que nos teníamos que limitar, porque sabíamos que si nos desvelábamos, pues mal pasaríamos al otro día en el centro de trabajo.

Recuerdo que cuando estaba en el 2º semestre de la facultad, se celebró el festival de Avándaro, para ser exactos el 11 y 12 de septiembre de 1971, en Valle de Bravo, Estado de México. Hace 42 años. Éste congregó a más de 250 mil personas en unión “pacífica” por el rock y fue la muestra de unión y simpatía por la música y lo que originalmente se llamaría “Festival de rock y ruedas” pasó a llamarse simplemente “Avándaro”.

Avandaro tomó como modelo, el festival de Woodstock, celebrado dos años antes para ser exactos del 15 al 17 de agosto de 1969 celebrado en una granja de Bethel Nueva York. Y sin duda, se convirtió en el icono de una generación de estadounidenses hastiada de las guerras, que pregonaba la paz y el amor como forma de vida y mostraban su rechazo al sistema; por lo tanto, gran parte de la gente que concurrió a dicho festival era “hippie”. Chavos y chavas que llevaban melena y amuletos, con vestimenta de colores—las chicas sin sostén, como una forma de expresar su libertad corporal–, y que tomaban simbologías como la paz, el amor libre y la desinhibición. Desde luego el festival llegó a los extremos de los consumos de estupefacientes y se vivieron intensas noches de sexo y drogas, consumiéndose LSD y marihuana.

Y Avandaro, como festival  y como “destrampe”, no le pidió nada a Woodstock, fue exactamente igual o peor.

Los que asistieron no podrán olvidar la presentaciones de grandes grupos–en el momento algunos desconocidos–, pero que hicieron carrera de éxito después de Avandaro, entre ellos: los Dugs  Dugs, Zafiro, Soul Master, Sociedad anónima, La ley de Herodes , Fachada de piedra , Los tequila , El Epílogo , División del Norte , Pece And love , El Ritual, Bandidos y Three soulds in my mind entre otras que hicieron actos de presencia ante los miles de espectadores que disfrutaban del rock and rol en su máxima expresión .

Luis del Llano,  en ese entonces Director General de Tele sistema Mexicano, hoy Televisa, que en conjunto con Armando Molina y Jaime Almeida fueron los responsables de que doce bandas estuvieran al frente del escenario de Valle de Bravo, confesaba después en una entrevista que, nunca se imaginó que el festival fuera a convertirse en un icono en el país, no sólo por su notoriedad sino por los efectos sociales, políticos—incluso religiosos-, que contrajo su presentación. Porque, nunca les fue posible controlar una masa de 250 mil personas, enardecida de algarabía, que sacó todo el coraje que traía dentro contra lo preestablecido—recordar que apenas dos años antes aconteciera lo del movimiento del 68–, embrutecida por las drogas y alcohol. Lo que hizo doblemente peligroso el escenario.

Si bien es cierto no hubo vidas que lamentar, porque la raza “iba a lo que iba”: a oír música y dar rienda suelta a sus ímpetus y deseos de libertad y sexo, los destrozos que dejaron en Valle de Bravo, los riesgos de que a los adictos se les pasaran las dosis, etc., estuvo latente siempre y…desde luego le costó mucho dinero después a las autoridades de Valle, sacar del lugar a los hippies mexicanos y extranjeros que se apostaron y amenazaban en quedarse ya como congregación y casi a la fuerza los expulsaron, como el recuperar la belleza de lo que era en el momento los inicios de un Club de Golf , planeado de primer nivel, tal y como en la actualidad luce. 

Pero, ¿qué efectos sociales y psicológicos producen los conciertos de bandas rockeras? Bueno el primer efecto es definitivamente de vía de escape para el estado emocional, status social y/o modus vivendi. Y entre mayores sean las emociones positivas o negativas, serán las reacciones que se expresarán o de las que se quiere escapar ¿Y de que quieren escapar los jóvenes? Pues pueden ser diversos aspectos, entre otros:

Sistema social impuesto.- El resultado de dogmas,  doctrinas, falta de voluntades políticas para resolver los problemas más apremiantes de los jóvenes, expresiones de intereses individuales de los grupos que tienen el poder, etc.

Falta de identidades.- Los jóvenes buscan adherirse a simbologías propias, careciendo de otras valiosas como las nacionalistas, y buscan  en los extranjerismos formas que adoptan para distinguirse de los demás.

Llamar la atención.-Posiblemente sea una forma de demostrar la existencia, como un elemento de reforzamiento de la autoestima, virtualmente negado a los jóvenes por los sectores sociales, laborales, políticos  y/o culturales.

Rechazo a tradicionalismos.-Como una forma que algunos tienen de demostrar que quieren libertad, fuera de limitaciones y de compromisos mismas que sienten que ligan y amarran la individualidad. Y por eso se identifican con los cantos –como por ejemplo, algunas canciones de Heavy Metal, que enseñan que no se tiene que escuchar a los padres y que se debe vivir como se quiera, sin ataduras y compromisos–. Ello son posiciones radicales que alimentan algunos jóvenes y que les causa mayores frustraciones, porque en esos grupos no es fácil encontrar la respuesta a sus inquietudes, limitaciones e inseguridades.

La búsqueda de gente con problemas similares.-Que hace que se identifiquen con gente que vive igualmente los problemas y que los toman como modelos de comparación para superar o no los mismos.

La cultura de la moda.-Como una forma de expresión de salir de lo establecido y se da en la música, cantos, ritmos, vestimentas, peinados, usos y modismos al hablar, etc., que se presentan como ritos en los conciertos o movimientos, donde comparten creencias, formas singulares de convivir y de comportarse en la esfera social. De ahí surgen los estereotipos para bien o para mal.

Pero, sean cuales fueren los motivos que tienen los jóvenes para asistir a los conciertos,  la verdad es que son movimientos que exhiben el derecho de expresión y de ejercer un espacio social para hacerlo, sin tener que ser juzgados por quienes no lo aceptan.

 

¿Pero para los momentos que se viven en el país, son recomendables ese tipo de eventos?

 

Si no se controla lo necesario  en la seguridad en estos lugares, definitivamente no es recomendable realizarlos. Porque no es la primera ocasión que éstos se toman de pretexto para hacer destrozos y se salgan las cosas del orden y respeto establecidos para una sana convivencia. Porque estos espacios también se convierten en el mejor negocio para los narcotraficantes, menores y mayores, que los esperan para enganchar a jóvenes, que de buena fe asisten a divertirse. Por eso el gobierno debe intervenir en la organización de los mismos para garantizar la seguridad en todos los aspectos.

 

Y esa fue la razón de la reacción de las autoridades del Estado de México, de suspender–y no será el único caso en el país o en mundo que se hace –, el famoso festival Hell & Heaven Metal Fest en Texcoco, programado para días 15 y 16 de marzo pasado. Y las mismas fueron: a) razones de control de espacios para evitar riesgos–de avalanchas humanas—y de seguridad para los asistentes, b) la situación actual que vive el país en ciertas regiones que  lo hace doblemente riesgoso para los jóvenes, ya que de todos es sabido de que así como van muchos a divertirse y a disfrutar sus grupos favoritos, también es claro que hay otros que van a dar rienda suelta a su frustración, adicciones y creencias contrarias al orden y la moral y que violentan la convivencia, sin excluir a quienes ven el evento como el mejor negocio de su vida.  

 

Y eso no quiere decir que se suspendan los conciertos en el país, porque los jóvenes no lo merecen. Por el contrario, hacerlo pero bien planeado, para que éstos se diviertan y no se pierda el objetivo esencial de estos eventos: disfrutar la buena música, en el tipo y forma que sea y fomentar la convivencia respetuosa.

 

Porque la música rockera, sea de los 70 y 80, 90 o actual, nació para quedarse y se puede y debe disfrutar, igual en un concierto que en la sala de la casa, y así como nosotros tuvimos nuestro momento, ahora es el de nuestros hijos que hoy la adoptan como propia y seguramente nuestros nietos, la seguirán escuchando y deleitando con ella.

Gracias y hasta la próxima.



[1] Joint: palabra utilizada en la década de los 70 del siglo XX, para significar un porro o cigarrillo liado, de marihuana, o de hachís mezclado con tabaco.

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