Los Chara

Por Andrés Timoteo/Texto Irreverente/Notiver

Si hay un lugar en Veracruz donde se acumulan fortunas de largo tiempo es Córdoba, una ciudad que creó su propia aristocracia provinciana con los descendientes de inmigrantes españoles, italianos y judíos. Son familias autodenominadas “de abolengo” y los clubes donde conviven,  como el Rotario y el Casino Español, son verdaderos cotos de poder e influencia. En ese mundillo se mueve la familia Mansur que hoy es la comidilla en los merenderos locales porque uno de sus integrantes, de nombre Antonio, está a punto de ir a parar a la cárcel.

José Antonio Chara Mansur Beltrán es nieto de Chara Mansur Julián un personaje respetado en la también llamada Ciudad de los Treinta Caballeros –pues la leyenda cuenta que a Córdoba la fundaron treinta españoles que hace medio milenio acompañaban a Hernán Cortés y que compararon las colinas de Huilango, nombre original del lugar, con el paisaje de la Córdoba ibérica, en ese entonces en poder de los moros-. Mansur Julián fue un empresario visionario y benefactor de la ciudad.

Fue propietario del equipo de béisbol “Cafetaleros de Córdoba” y  en 1972 construyó el estadio Beisborama, hasta hoy el único gran espacio para reunir multitudes en una ciudad que no tiene centro de negocios ni salones suficientes para eventos masivos. Los Mansur eran incluso admirados en la aldea hasta que a la tercera generación la contaminó la fidelidad.  José Antonio  “lleva también el nombre del abuelo, Chara, pero lo deshonró”, cuenta un cordobés, pues  se hizo amigo de Javier Duarte y esa fue su perdición.

Mansur Beltrán de los pocos que aceptaron a Duarte al que no consideraron nunca ni “rico” ni “aristócrata”. El  gobernante siempre fue mal visto en esa sociedad cerrada. Si bien estudio en el Colegio La Salle donde asistían jóvenes acomodados,  todos lo identificaban como “el hijo de la panadera”, la que vendía repostería para ayudarse en el gasto familiar. El joven Duarte ayudaba con los pedidos y algunas ventas en el colegio mismo. El bullyng era cosa de todos los días.

Es más, un empresario  de la ciudad jura que no se acordaba de Duarte de Ochoa pese a que estudiaron en el mismo salón. “Yo supe de él hasta que quiso ser diputado por Córdoba, nunca antes fue de nuestro circuló, nunca convivimos con él y quien presionó para que fuera recibido en algunos clubes fue el exgobernador (el innombrable) cuando lo placeaba como aspirante a la diputación”, reconoce. “Por extrañas razones, Toño (Mansur) se hizo amigo de él”- agrega- “y ese fue su error, porque los demás lo veíamos de lejos, si se hacía negocio (construcciones, proveedurías, publicidad) pero no se caía en delitos”, acota.

De ser un empresario que heredó fortuna del padre y del abuelo, José Antonio Mansur, pudo quedarse con sus negocios que le eran redituables pero fue seducido por el dinero fácil al amparo del gobierno de Duarte de Ochoa. Su tren de vida se disparó a finales del 2010, cuando Duarte asume la gubernatura, y los excesos sorprendieron hasta a los excéntricos cordobeses que año con año acostumbran a viajar por el mundo en las temporadas vacacionales.

Por ejemplo, otro industrial -que un tiempo fue regidor del ayuntamiento cordobés- cuenta que desde los primeros meses de la administración duartista, había un avión privado listo en el aeropuerto de Veracruz para irse de compras a Nueva York, a esquiar a Colorado o a asolearse en las playas de Miami para la Mansur Beltrán y su familia. Iban, claro, acompañados por la familia Duarte Macías. Las naves estaban listas, a su disposición en el momento que se les ocurriera.

“Había un helicóptero o una avioneta en el aeródromo Juan Antonio Perdomo (en la misma Córdoba) para trasladar a los Mansur Beltrán hasta el puerto de Veracruz donde estaba listo otro avión privado para llevarlos al extranjero, así fuera para comprar un pastel o ir a cenar a Las Vegas, una manera de derrochar dinero que ni los más ricos de acá tenían”, relata el industrial.  Ahora se sabe que esos vuelos nacionales y los internacionales los pagan del erario público. También ahora se sabe que los propietarios de esas naves rentadas al gobierno estatal eran políticos allegados a la fidelidad, ente ellos Edgar Spinoso Carrera.

Igualmente ahora se sabe que muchos de esos vuelos que hicieron a los Estados Unidos sirvieron para concretar el negocio de las 16 residencias que Mansur Beltrán compró en el condado de Woodlands, las cuales en realidad serían de Duarte de Ochoa.  Le sirvió como prestanombres, para ‘blanquear’ el dinero robado en ese y otros rubros porque  también formaron sociedades para operar gasolineras, constructoras, hoteles, ranchos hípicos, restaurantes, corredoras de bienes inmuebles en el país y hasta inversiones en los equipos de béisbol manejados por la familia cordobesa, dicen en el cotilleo de Los Portales.

Pero también fue doble partida porque su prima Astrid Elías Mansur, colocada en la dirección del Sistema Estatal para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) también hizo negocios fabulosos en complicidad con la conyugue de Duarte, presidenta del mismo organismo. Una revisión al padrón de proveedores, a los fondos destinados para campañas de asistencia y los programas institucionales comprobará el saqueo financiero que se cometió en ese organismo.

“Las damas también roban”, dicen entre risas en Los Portales de Córdoba, en referencia a las dos encargadas del DIF estatal. Sin embargo, el plan se les cebó y las raterías hoy son del dominio público. Mansur Beltrán fue expulsado del PRI y aunque nunca haya militado formalmente en ese partido, ese es el anticipó de que está desprotegido por la clase política que gobierna y sería uno de los personajes que serán enjuiciados al lado de Duarte.

“De verdad lo embarró, si hoy el abuelo viviera, Chara viejo, se volvería a morir al ver que el nieto le  salió ratero”, agrega el  cordobés consultado quien convivió de cerca  con el patriarca fundador del clan. “Les inculcó cosas buenas a sus hijos y a sus nietos, me consta, fue un hombre decente, pero hoy su apellido está enlodado, al mismo nivel que los Duarte de Ochoa y Duarte Macías, y esos ni alcurnia tienen. No se vale”, se queja el flemático cordobés.

Envoyé depuis Paris, France

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