La inteligencia artificial nos ayudará a dibujar el mapa del cerebro

Por Zuberoa Marcos | Pedro García Campos/El  futuro es apasionante/El País

Sebastian Seung

Profesor Neurociencia Computacional Universidad de Princeton

“¡Y pensar que yo, para garantizar la paz del espíritu y huir de toda posible popularidad, escogí deliberadamente la más obscura, recóndita y antipopular de las ciencias!”. La modestia de Santiago Ramón y Cajal era proverbial. También su genialidad. Adolescente díscolo, con talento para el dibujo, mal estudiante, buen deportista y rebelde, Ramón y Cajal fue capaz de ganar un premio Nobel -es uno de los dos científicos españoles que lo han conseguido- en un ambiente poco propicio para la investigación, lejos de los principales focos de conocimiento de su época y sin apenas recursos que le apoyaran. Hombre de una intuición espectacular, muchas de las reflexiones que realizó sobre el sistema nervioso (y que no podía probar con los medios de la época) fueron después confirmadas. Falló únicamente al asegurar que la suya era la más “obscura, recóndita y antipopular de las ciencias”, puesto que el conocimiento de la anatomía del cerebro y su funcionamiento -campo en el que gracias a él se dieron pasos de gigante- es todavía hoy uno de los mayores retos científicos a los que nos enfrentamos.

Por contraste, el ambiente que rodea a Sebastian Seung, uno de los más ilustres continuadores del trabajo del español, es perfecto para la ciencia. El científico de origen coreano se doctoró en Harvard y es actualmente investigador en el departamento de Neurociencia de Princeton y profesor del MIT. Seung quiere lograr una hazaña hasta ahora inimaginable: trazar el mapa completo de conexiones de nuestro cerebro… aunque para ello haya comenzado con el de un roedor. Para hacernos una idea de lo titánico de la empresa, basta con saber que un solo milímetro cúbico del cerebro humano puede contener cien mil neuronas y cada una de ellas establece hasta diez mil conexiones con sus células vecinas. Colorear todas las conexiones de un corte de un milímetro cúbico podría llevar a una persona, según Seung, “unos cien mil años”, por lo que si realmente queremos alcanzar este objetivo vamos a necesitar algo más que tiempo y paciencia. Vamos a necesitar la ayuda de la inteligencia artificial: “Hace 50 años utilizamos nuestros cerebros para crear ordenadores más potentes y eso culminó en la actual inteligencia artificial. Y ahora utilizamos los ordenadores para ayudarnos a entender el cerebro.”

Seung no solo confía en que seremos capaces de conseguir este mapa, sino que asegura que lo haremos antes de que termine el siglo XXI. Sería el primer paso para alcanzar el viejo sueño de copiar un cerebro; primer paso porque una cosa son los circuitos y otra, obviamente, lo que circula por ellos (toda la información y la actividad química y eléctrica). Seung cree que es el conectoma, el mapa neuronal, lo que nos hace únicos como individuos más fuertemente incluso que el genoma. Y que tal vez podamos conservar y copiar ese conectoma en algún momento. ¿Qué ocurrirá entonces? ¿Será algo así como una especie de trascendencia digital? Todavía no lo sabemos, pero con la ayuda de la tecnología (ya sean dibujos como los de Ramón y Cajal o una poderosa inteligencia artificial) no hay fronteras imposible. Así reflexionaba Seung en una conferencia TED: “¿Debemos ridiculizar a los buscadores modernos de la inmortalidad llamándolos locos? ¿O algún día se reirán sobre nuestras tumbas? No lo sé. Yo prefiero poner a prueba sus creencias, científicamente.

Edición:  Pedro García Campos | Cristina del Moral
Texto: José L. Álvarez Cedena

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