Tuxpan, tres décadas del buque oceanográfico Justo Sierra de la UNAM

  

 

 

En 30 años el buque oceanográfico  de la UNAM ha dado 1.4 vueltas al ecuador terrestre en su equivalente en millas náuticas: laboratorio científico de vanguardia.

 

 Para celebrar este tiempo dedicado a la investigación del mar, el Instituto de Ciencias del Mar y Limnología, al que pertenece, organizó un seminario donde se mezclaron las aguas del pasado y el presente, las anécdotas de vida y los temas científicos que se han desarrollado a partir de datos y muestras adquiridos abordo de la embarcación.

 

De Noruega a Tuxpan.

 

Fue entregado a la UNAM el 20 de noviembre de 1982, en el Puerto de Tuxpan, Veracruz. Se diseñó y construyó a lo largo de ese año en el astillero Mjellem & Karlsen de Bergen, Noruega.

 

Probó suerte al cruzar del frío Mar del Norte al cálido Golfo de México, en el que ha navegado tres décadas para que sus tripulantes puedan indagar a detalle ese cuerpo de agua nacional.

 

Desde su planeación, fue concebido como un buque de investigación oceanográfica competitiva, por ello fue dotado de instrumentos de vanguardia que se han sustituido con los años para modernizarlo y mantenerlo vigente, destacó Carlos Arámburo de la Hoz, coordinador de la Investigación Científica.

 

Ha contribuido a formar recursos humanos de alto nivel; indagar temas de investigación como el conocimiento de la biodiversidad, el movimiento de las especies marinas y la contaminación ambiental en los litorales.

 

Ha apoyado labores de otras instituciones, como PEMEX, al asistirlo en análisis tras derrames de crudo, o al INAH, al alojar campañas de arqueología submarina que estudian, por ejemplo, el hundimiento de galeones.

 

“En 2012, año en que cumplió sus tres primeras décadas, el Justo Sierra llegó a su máximo histórico recorrido en campaña, al sumar 196 días en activo, dar 1.4 vueltas al ecuador terrestre en su equivalente en millas náuticas y realizar dos terceras partes de sus campañas para servicios externos a la UNAM, que dieron recursos económicos para continuar con su mantenimiento”, expresó.

 

Arámburo de la Hoz adelantó que en unas semanas la embarcación estrenará un nuevo muelle en el río Tuxpan, que permitirá mejorar su operación y ahorrar energía, al utilizar electricidad en vez de diésel en el momento que no esté navegando.

 

 

El hijo menor.

 

El Justo Sierra es el hijo menor del proyecto oceanográfico de esta casa de estudios, iniciado en 1981 con el buque El Puma, primogénito construido en 1980 y abanderado el 14 de diciembre de ese mismo año en Mazatlán, Sinaloa, donde tiene su muelle para navegar en el Océano Pacífico.

 

Ante el ex rector Guillermo Soberón Acevedo, que encabezó durante su administración ese proyecto, la directora de  Ciencias del Mar, Elva Guadalupe Escobar Briones, comentó que en aquella época, aún sin el concepto de sustentabilidad que ahora domina, la visión que se tuvo por parte de la Universidad fue primordial.

 

“Para quienes éramos en aquel entonces estudiantes fue muy importante este proyecto para quedarnos a hacer el posgrado en la UNAM, a sabiendas que venía una plataforma, después dos, fundamentales para las ciencias del mar. Sabíamos que la institución era en ese momento la mejor universidad de Latinoamérica y que nos ofrecía la oportunidad de observar los mares, por eso muchos de nosotros nos quedamos aquí”, recordó.

 

En la primera década de resultados científicos, las campañas oceanográficas se mantuvieron sobre la plataforma continental, al tratar temas de pesquerías y contaminación.

 

En los años 90, apuntó, hubo una expansión hacia la porción central de la Zona Económica Exclusiva y en temas como recursos pesqueros y energéticos. “En el siglo XXI nos alejamos más de la costa y llegamos a las aguas internacionales”, precisó.

 

Adiós al aventón.

 

Al evocar el inicio del proyecto oceanográfico, Soberón narró que fue en un congreso en Mazatlán, al que lo invitó Agustín Ayala Castañares (entonces titular de Ciencias del Mar), donde se interesó a detalle por la investigación que realizaba la comunidad oceanográfica de la UNAM. Además de temas de geofísica marina, de los frentes del sur y los primeros intentos por indagar el fondo marino, el entonces rector conoció que los investigadores iban de aventón en embarcaciones de otras instituciones para hacer trabajos científicos. “Pensé que con algunos ahorros que tenía la Universidad estábamos en condiciones de tener un barco, así que hablé con el Patronato Universitario, donde hubo extrañeza por mi propuesta, pero los convencí.”

 

Como en una familia, comparó, en el momento que teníamos una embarcación ya

estaba en construcción la segunda. “Al abanderar el primer navío, El Puma , en Mazatlán, dije entonces que con investigación científica la UNAM tiene manera de asomarse a problemas nacionales. Si se piensa a lo grande, se pueden lograr cosas grandes”, rememoró.

 

Emilsson, un vikingo al timón.

 

Fundamental en el desarrollo del proyecto oceanográfico, en la instrumentación de los buques, la navegación y la formación de recursos humanos, el oceanógrafo físico Ingvar Emilsson, nacido en Islandia, ha sido el hombre al timón al frente de la Comisión Académica de los Buques Oceanográficos de la UNAM.

 

Hombre de los mares, experto en matemáticas aplicadas y pescador de bacalao, cruzó de Islandia a Brasil para fundar el Instituto Oceanográfico de Sao Paulo. Luego, con apoyo de la Unesco, participó en el Proyecto de Fortalecimiento de las Ciencias Marinas en América Latina.

 

Su travesía lo llevó a Cuba, ahí estuvo cinco años, y lo trajo a México, donde planeaba estar dos, y ya lleva 43, relataron sus colegas y discípulos Erick Cab, Luis Soto, Miguel Ángel Alatorre, Alfredo Laguarda y el almirante Alberto Vázquez de la Cerda, quienes también mencionaron su labor como formador de generaciones y como artífice de la flota oceanográfica de esta casa de estudios.

 

Celebrado en un homenaje, Emilsson recibió medalla, diploma, un ramo de flores y el emotivo y agradecido reconocimiento de todos aquellos a quienes ha enseñado a sobrevivir

 


 

 

Barco Justo Sierra de Tuxpan, laboratorio científico de la UNAM

 

Por María Luisa Santillán, DGDC-UNAM


Con tres décadas al servicio de la comunidad académica oceanográfica, el buque oceanográfico es un instrumento importante para estudiar los mares del Golfo de México.


De origen noruego, se inauguró el 20 de noviembre de 1982 como un instrumento al servicio de investigadores de todo el país.


Con la llegada del Justo Sierra se reforzó la capacidad de nuestro país para realizar investigaciones competitivas y de alta calidad, así como para contribuir en la formación de recursos humanos, labores que ya había iniciado dos años antes El Puma, buque oceanográfico también propiedad de la Universidad Nacional, cuya base se encuentra en Mazatlán.


Durante la primera década de su existencia la mayor parte de las campañas oceanográficas realizadas por el Justo Sierra fueron hechas sobre la plataforma continental. Después de los años noventa s se expandieron a la porción central de la zona económica exclusiva. En ese entonces, los proyectos estaban encaminados a estudiar los efectos de la contaminación, los recursos pesqueros y los recursos energéticos.


En la última década, las campañas oceanográficas se alejaron de la costa e incursionaron en aguas internacionales, con lo cual fue posible ampliar el tipo de investigaciones siendo algunas de las más destacadas el estudio y reconocimiento de nuevos ecosistemas.


Científicos a bordo


Gracias a la riqueza y potencial de los mares del Golfo de México y El Caribe, el buque oceanográfico Justo Sierra ha contribuido a la realización de diversos proyectos de investigación de la UNAM y de instituciones como el Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Enseñada, Baja California (CISESE), Pemex o el Cinvestav.


Uno de estos proyectos es el estudio de los frentes en el sur del Golfo de México. La doctora Adela Monreal Gómez, del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM, mencionó que con apoyo del buque Justo Sierra se han realizado diversas campañas oceanográficas para identificar que no siempre son superficiales, sino que pueden afectar a los organismos que habitan en el fondo de los ecosistemas acuáticos. Además durante estas navegaciones se han obtenido datos para modelar las corrientes oceanográficas.


Por su parte, el doctor David Salas de León, del ICMyL, habló de la investigación realizada en el Cañón de Campeche,  el cual tiene 125 kilómetros de largo, 30 de ancho en la cabeza y cuya profundidad va desde los 200 hasta los 2 mil 800 metros. Explicó que cuando el agua entra en él por diferencias de densidad, tiende a compensar esa pérdida del fondo y se genera vorticidad, es decir, giros, que suceden no en la superficie, sino más abajo.


Se realizaron diversas campañas oceanográficas para estudiar el Cañón de Campeche y, entre otras cosas, se encontró que los organismos que ahí habitan no están distribuidos de forma aleatoria, siguen estructuras hidrográficas bien definidas y aprovechan los movimientos del agua, como las mareas o las ondas internas, para acoplarse en sus ciclos biológicos y tener efecto sobre la distribución del plancton.


Otro estudio apoyado por el Justo Sierra fue la campaña oceanográfica en la que participó el ICMyL para verificar la existencia de la Isla Bermeja, cuya aparición se menciona por primera vez en el siglo XVI, pero a partir del siglo XVIII empieza a haber dudas sobre su existencia y finalmente, en el siglo XX ya no era parte de los registros cartográficos.


Este proyecto se hizo en colaboración con el Instituto de Geografía de la UNAM y estuvo integrado por tres fases: un crucero oceanográfico, un vuelo a baja altura y la investigación cartográfica. El doctor Miguel Ángel Alatorre Mendieta, explicó que el buque oceanográfico Justo Sierra cuenta con ecosondas de profundidad que le permitieron rastrear la zona en donde se creía que se localizaba dicha isla y corroborar que no existió.


Asimismo, para el Laboratorio de Zooplancton del ICMyL apoyarse de la plataforma del Justo Sierra es fundamental en su trabajo de investigación. El doctor César Flores Coto, responsable de esta área, explicó que se han realizado distintas campañas oceanográficas en las cuales se ha registrado la presencia de al menos 307 especies, 283 géneros y 120 familias de larvas de peces. Con estos trabajos se han podido analizar diversas asociaciones y comunidades de los principales ecosistemas del sur del Golfo de México.


María Luisa Machain Castillo, investigadora del ICMyL habló de los estudios micropaleontológicos y paleoceanográficos realizados gracias al buque oceanográfico Justo Sierra, explicó que los microfósiles calcáreos permiten hacer estudios de reconstrucción ecológica. Con sus investigaciones han permitido establecer las características particulares de estos microfósiles y a qué factores ecológicos responde la distribución de las especies, para después utilizarlos en un registro geológico.


Insistió en que sin el apoyo del Justo Sierra se seguiría haciendo trabajo sobre las lagunas costeras y en áreas de muy baja profundidad, pero gracias a este buque, es posible delimitar los diferentes ambientes de depósito sedimentario en el sur del Golfo de México.


Contribución interinstitucional

 

  

Dentro del trabajo que se ha realizado con el Justo Sierra destaca la colaboración con diversas instituciones, una de ellas con el Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Enseñada Baja California (CICESE), que desde hace 18 años ha recibido apoyo de este buque para la realización de diversas campañas oceanográficas.


El doctor Julio Candela Pérez, investigador del CICESE,  habló de más de 20 campañas, las cuales iniciaron con el fin de estudiar la dinámica del intercambio entre el Caribe y el Golfo de México, a través del Canal de Yucatán. El enfoque de este Centro ha sido el de mantener instrumentación anclada en diversos puntos de estos mares.


Asimismo, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en 2012 realizó una campaña oceanográfica con apoyo del buque universitario  para continuar con el inventario y diagnóstico de recursos culturales sumergidos en el Golfo de México, así como para seguir con la búsqueda de los restos de Nuestra Señora del Jucal, navío de la flota de la Nueva España que existió en los años 1630-1631.


Cabe destacar que la importancia de la investigación oceanográfica realizada en México puede tener un impacto en el desarrollo económico del país, por lo que el buque oceanográfico Justo Sierra seguirá en la preferencia de los científicos como un instrumento para adentrarse al conocimiento de los mares.

 

 

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