Un relato de amor en navidad 2013

 

Por Dra. Zaida Alicia Lladó Castillo

La neblina estaba hasta el suelo, el chipi-chipi caía sobre los hombros sintiéndose helado, pues las bajas temperaturas de la ciudad de Xalapa habían empezado con el mes de Diciembre del año 2013. Y antes que oscureciera pensaba: “me voy a dirigir rumbo a la ave. 20 de noviembre y pasaré a rezar una oración al santísimo en el Monasterio de “Corpus Christy” de las madres adoratrices, para después pasar a visitar a mi amiga de la preparatoria “Luchita” (cambie el nombre) que, –lamentablemente me habían comentado el domingo pasado –, que su estado de salud estaba en etapa de gravedad debido al cáncer”.

Y después del monasterio, me dirigí a la dirección que me dieron, donde me recibió muy amablemente la familia de mi amiga. Entre ellos, su hija Luz (cambie también su nombre) una jovencita muy linda que con el rostro lleno de tristeza me llevó hasta la recamara de mi amiga. Y ahí estaba ella, semidormida, semiconsciente, pero siempre bonita, sin pelo, pero con su tono de piel normal, natural, sin que se notara la gravedad de su enfermedad.

Y me dijo su hija: “háblele, ya no contesta pero si escucha”. Y le tomé su mano y conteniendo mi tristeza tomé fuerza y empecé a hablarle muy despacio, diciéndole: Luchita, soy Zaida, tu compañera de bachillerato…te acuerdas cuando platicábamos y carcajeábamos en los pasillos de la Prepa Juárez, …recuerdas los concursos de oratoria y declamación…recuerdas cuando con los amigos nos íbamos a las “Mil Tortas” a comer y nos llevábamos una baraja del tamaño de mi dedo chiquito para jugar póker sin que se dieran cuenta…recuerdas el baile de graduación con Angélica María y los Hermanos Castro…Luchita, te queremos mucho y los compañeros te mandan muchos saludos y envían todo su cariño, esperando que pronto estés con todos nosotros reunida…”

Y mientras decía todo esto su hija lloraba intensamente en silencio y eso era suficiente para que no me permitiera hacer lo mismo;  así que tuve que hacer un gran esfuerzo para no quebrarme. Mientras hablaba, nunca le solté su mano y casi al concluir, sentí el apretón suave de mi amiga que me indicaba que me había escuchado y que le dio gusto oír esos recuerdos. Le apreté la mano fuertemente y luego le toqué su frente y me despedí de ella. Su hija me acompañó hasta la puerta y me dio las gracias, lo que por supuesto no tenía nada que agradecer, porque para mí había sido una bendición el haber podido estar con ella y saber que está bien, rodeada de su familia, de sus hijos y todos los que la aman y… lo que viniera sería la voluntad de Dios incuestionable.

Me subí a mi camioneta y no pude manejar… porque lloré como niña, mucho, muchísimo. Tenía que desahogarme antes de llegar a mi casa, porque me había contenido demasiado y sentía que era mejor así. Y pedí mucho por ella, rogándole  al creador que no sufriera hasta que lo dispusiera, y siguiera recibiendo el apoyo y cariño de todas las personas que le rodearan.

Pero, cuántas cosas pasaron por mi mente después de esa visita. Quizás fuera por la época navideña que me hizo ser más sensible al dolor y la necesidad de los demás. Cosa de la que nos olvidamos comúnmente.

¿Cuántas amigas y amigos se adelantaron sin que siquiera nos tomáramos el espacio de haberles hablado por teléfono o de mandar aunque fuera un saludo con un amigo o un familiar?

¿Cuántas amigas, amigos, compañeros de trabajo, no los vemos aunque estén frente a nosotros y menos los entendemos en sus problemas y necesidades?

¿Por qué esperar que las personas fallezcan o estén en su lecho de muerte para poder expresarles lo mucho que las queremos?

Y entonces recordé las palabras de un buen amigo de las mujeres políticas veracruzanas, el Prof. Rafael Arreola Molina, que en 1995, escribiera en el prólogo de mi primer libro­: “Mujer priista veracruzana, historia y compromiso”, las siguientes palabras: 

“Volviendo la vista a mi lejana juventud, me siento emocionado al pensar en el número de personas a quienes debo gratitud, por todo lo que para mí han sido y por todo lo que hicieron por mí. Pero al mismo tiempo, me acongoja el sentimiento de no haberles expresado mi gratitud entonces, en mi juventud, como hubiera debido. Muchos de mis bienhechores murieron sin que yo les hubiera expresado mi perdón y mi afecto. Cuantas veces, meditando junto a sus tumbas, he dicho en voz baja a los muertos, palabras que mis labios debían a los vivos. Por eso hoy, con toda la fuerza moral de mi ser, con infinita emoción digo a los presentes y ausentes, muchísimas gracias por todas vuestras bondades, por haber cooperado a construir mi personalidad y conquistar mi destino; a quienes me han dañado, a quienes han sido injustos conmigo, también les doy las gracias pues sus acciones fortalecieron  mi ser, y me enseñaron a ser roble que sobrevive a las mezquindades y tempestades humanas”. (Arreola R., 1995)

Por eso, sigo pensando que las cosas hay que hacerlas y decirlas en vida, así sea una expresión de: reclamo, de amor, de perdón, de comprensión etc. Porqué ¿para qué hacerlo después sino ya no veremos más a una amiga, un padre o madre, un hermano, un hijo o esposo? Lo mejor es hacerlo hoy y estar en armonía consigo mismo y con los demás.

Hoy es Navidad, es una época hermosa llena de emociones y alegría, donde nos contaminan buenos deseos y buscamos bendiciones, pero…igual lo podemos hacer todos los días de nuestra vida, echándole ganas a nuestro trabajo, al estudio, enseñando a nuestros hijos el significado de la amistad, del perdón, de la fe, de la humildad y de la solidaridad, especialmente para quien está padeciendo una limitación, una necesidad o el dolor.

Los que somos católicos tenemos el mejor ejemplo en Jesús, cuando éste consolaba a sus discípulos antes de su partida y ellos se hallaban confundidos y le hacían preguntas teniendo miedo. Él les dijo: “También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y nadie os quitara vuestro gozo” (Juan 16: 22)

Así que, a ser feliz en esta Navidad y todos los días de nuestra vida. Que disfruten intensamente los momentos con la familia, amigos y los seres amados. Porque cada día digamos: hoy están conmigo, hoy es el momento para expresarles lo mucho que los amo y la oportunidad para compartir con ellos mi felicidad.

¿Después para qué?

Un abrazo con mucho afecto y lo mejor para todos en el año venidero.

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