Asuntos de familia

Por Andrés Timoteo/Texto Irreverente/Notiver


En el tema  electoral hay un falso debate sobre los asuntos de familia entre los precandidatos a la gubernatura, el priísta Héctor Yunes Landa y el panista Miguel Ángel Yunes Linares, luego de que el primero se quejó sobre supuestos ataques que su primo le dirigió al recordarle que forma parte de un grupo político responsable del desastre económico, social, de seguridad pública y político de la entidad. Obvio que el asunto se ha potencializado en notas de prensa que llevan la intención de trasladarlo al seno de las querencias fraternales o sanguíneas y alejarlo del tapete político. No es así y lo dicho por Yunes Linares tampoco tiene desperdicio.

Al panista, como ya se ha citado, lo podrán acusar de muchas cosas pero no de mentiroso y lo que señaló de Yunes Landa es cierto. El priísta le sirvió tanto a la fidelidad como al duartismo, ocupó cargos importantes en los dos sexenios fatales y nunca alzó su voz para denunciar el saqueo de las arcas públicas, la permisividad al crimen organizado, los negocios con la obra pública, la creación de fortunas millonarias de los funcionarios, el desvío de cuotas de los trabajadores en el IPE, la malversación de recursos federales y ni siquiera la perversión en el ejercicio del poder político. Fue consentidor, siempre aplaudidor y ahora es, sin duda, será encubridor de esas practicas.

Hay una imagen que retrata de Yunes Landa tal como ha sido durante estos once últimos años y se dio cuando era subsecretario de Gobierno de la fidelidad. Un día varios compañeros periodistas de Jalapa se apostaron en la Plaza Sebastián Lerdo de Tejada –hoy plaza Regina- para protestar por la represión en los medios informativos, colocándose tapabocas como un signo del silencio que pretendía imponer la fidelidad. ¿Qué hizo Yunes Landa que salió a atenderlos?. Se puso su tapaboca y se paró a un lado de ellos, esbozando una sonrisa burlona.  Nunca tomó en serio las advertencias de los compañeros reporteros sobre la ola de represión que se gestaba –y que lleva acumulado en los dos sexenios veinte reporteros asesinados y seis desaparecidos-.

Yunes Landa se rió de sus denuncias, calló, desvirtuó las acusaciones, y protegió a la fidelidad. Lo mismo hizo cuando fue presidente del congreso local y lo mismo ha hecho en los años que lleva como senador de la República. Solo se atrevió a criticar blandenguemente algunos asuntos financieros y políticos pero porque le afectaban directamente a él en sus pretensiones electorales pero nunca ha sido alguien que hable a favor de los demás ni que “dé un paso sin huarache”, como dicen en el pueblo.

Lo que no le afecta, no lo suda. Ah y no olviden cuando se puso una bola roja en la nariz para burlarse de unos payasos que también acudieron a protestar al  mismo sitio en esos mismos tiempos.

Entonces, no hay que perder la ruta del tema, miso que  no es un asunto de familia sanguínea sino de familia política, es decir, la fidelidad, la que arropó a Yunes Landa, después  lo marginó, lo humilló, lo atajó y más tarde lo volvió a envolver en sus querencias.

Lo de Yunes Landa es un padecimiento sicológico que se llama Síndrome de Estocolmo porque se enamoró de sus verdugos y ahora los defiende frente a quienes los quieren juzgar y llevar a prisión por sus oprobios.

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