Clientela o eficacia

La izquierda tiende a tolerar Gobiernos más grandes de lo necesario y a premiar alineación ideológica sobre eficacia. Eso puede hacer que el sexenio que viene decepcione a los optimistas.

Por Jorge Suárez-Vélez/Reforma

John Hickenlooper, el popular Gobernador demócrata de Colorado, dice que si la izquierda cree en la importancia del Gobierno, debe empezar por asegurarse de que funcione. Más fácil desearlo que lograrlo. Se requiere de liderazgo dispuesto a generar tensión con los grandes sindicatos de burócratas, y es incompatible con los intereses clientelares del Gobierno en turno.

La izquierda tiende a tolerar Gobiernos más grandes de lo necesario y a premiar alineación ideológica sobre eficacia. Eso puede hacer que el sexenio que viene decepcione a los optimistas.

Llegaremos a la triste culminación del sexenio de Peña Nieto, que ha tolerado y a veces fomentado grotesca corrupción, cuando termine el teatro de la «captura» de Javier Duarte. Gente como él, Lozoya o Ruiz Esparza acabaron de quitarle credibilidad a nuestra administración pública.

La mayoría de los mexicanos no entiende la diferencia entre el político corrupto y el mucho mayor número de funcionarios públicos profesionales, bien preparados y experimentados, que ni aunque quisieran tendrían cómo corromperse. Pero son éstos los que hacen que el Gobierno funcione.

Podemos discutir hasta el cansancio por qué México no crece, por ejemplo, pero gracias al profesionalismo de funcionarios en Banco de México llevamos décadas manteniendo la inflación bajo control. Gracias a la escuela que inició don Miguel Mancera Aguayo hace décadas, millones de mexicanos no saben hoy lo que era tener inflación de tres dígitos (en 1987 fue 131.8 por ciento).

Pero la política monetaria no se hace sola, requiere de un banco central autónomo, y de formar funcionarios que puedan hacer carrera y que reciban una compensación razonable y proporcional a la responsabilidad que asumen.

López Obrador da una muestra tras otra de que va a terminar con el incipiente servicio público de carrera que poco a poco íbamos formando, no sólo en el banco central y en algunas Secretarías, sino también en órganos constitucionales autónomos, cuya importancia ha ido creciendo.


Son el mejor contrapeso al abuso, a los excesos y a la corrupción, pero la tentación de diezmarlos se confirma cuando vemos que la prioridad de la administración que viene es formar una base clientelar nacional sólida. Ése es el principal objetivo de crear la nueva estructura de delegados estatales.

Poblarán a la administración pública con burócratas incapaces, pero leales. El apetito clientelar explica la cercanía con los sindicatos minero y magisterial. La aseveración del Presidente electo de que en la educación pública importa la cobertura y no la calidad, marca el desafortunado arranque de un sistema que los dotará con generaciones de militantes leales bien adoctrinados, funcionalmente analfabetas y crecientemente dependientes de la ubre del Gobierno.

El día en que se nombró al próximo director de Pemex, cayó en más de 10 mil millones de pesos el valor de mercado de los bonos emitidos por la empresa. Los inversionistas castigaron que se eligiera lealtad sobre experiencia.

La gente del equipo de López Obrador empieza a darse cuenta de que no hay «fondo de moches», de que la gran mayoría del presupuesto público está asignada por ley, y de que no tienen los recursos para cumplir promesas de campaña, pero se van a cuadrar ante los caprichos del jefe.

Echarán mano de nuevos impuestos (a la herencia y a la riqueza, probablemente), y propondrán «cajones» para forzar a las Afores a «invertir» en arbolitos, refinerías y trenes absurdos, hipotecando el ahorro de los trabajadores.

López Obrador tiene el mandato, el capital político y la oportunidad histórica para forjar un Gobierno de izquierda moderno, fuerte y eficiente, que dé argumentos para que su partido mantenga el privilegio de la preferencia electoral por muchos años.

En vez de eso, repetirá el error de otros movimientos populistas en nuestra región, regresando a un pasado que ya no tiene sentido, y buscando arraigarse por medio de una masiva operación política y clientelar que empobrecerá al País.

Como lo hicieron antes otros, al no lograr crecimiento, intentarán disminuir la desigualdad empobreciendo al rico. Su Cuarta Transformación podría acabar siendo el enésimo retroceso.

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