Elba Esther Gordillo, Historias de Poder, Riqueza y Corrupción

 


Línea caliente – Edgar Hernández

 

A la maestra con cariño

 

El 23 de abril de 1989 a temprana hora el eterno líder magisterial Carlos Jonguitud Barrios, luego de entrevistarse con el presidente Carlos Salinas de Gortari, anuncia de manera sorpresiva su renuncia al liderazgo moral del SNTE, como presidente vitalicio de Vanguardia Revolucionaria, así como al sindicato magisterial.

Un día después, el 24, la maestra Elba Esther Gordillo, compañera sentimental y aliada sindical del potosino renunciante rendiría protesta como nueva secretaria general del sindicato magisterial más numeroso de América Latina que hoy mismo aglutina a un millón 200 mil agremiados.

“No permitiremos que el sindicato sea un botín de nadie, de nadie. No habrá reelección. Los estatutos no lo permiten”, declararía la maestra al asumir el cargo.

24 años después la historia se repite.

El pasado martes 26 de febrero de este 2013 en horas de la tarde y luego de casi un cuarto de siglo de ejercer un poder despótico, la Gordillo es puesta tras las rejas por razones políticas… y también jurídicas.

En realidad, de acuerdo a las reglas del sistema político nacional, la clase política no va a prisión por sus raterías sino por sus deslealtades. A Elba Esther el aparato la creó, el poder establecido la mató.

Así ha sido la historia política en México, así es como se dirimen las disputas por los espacios de poder, así es como se gestan los Frankenstein. La de Elba Esther Gordillo es tan solo una historia de tantas que la clase política guarda en el libro de la política, en la nomenclatura.

En alguna ocasión tras una taza de café don Fernando Gutiérrez Barrios platicó a quien esto escribe cómo se gestó el principio del fin del eterno líder magisterial Carlos Jonguitud Barrios, quien un 22 de septiembre de 1972, con el apoyo del presidente Luís Echeverría, se apoderó del edificio del SNTE con un grupo armado de unas 30 personas y proclamó como secretario interino a su incondicional Eloy Benavides, desconociendo a Carlos Olmos, entonces secretario general.

Terminaba así, prácticamente a balazos, el cacicazgo de Jesús Robles Martínez y Manuel Sánchez Vite, enemigos acérrimos de Echeverría.

 

En enero de 1974, Jonguitud sería designado secretario general del SNTE y a partir de entonces gestaría inmenso poder sobre el sindicato magisterial a través del grupo Vanguardia Revolucionaria. Vaya hasta gobernador de San Luis Potosí llegaría a ser sin dejar el cargo.

17 años después Jonguitud ya no es útil al sistema como resultante del divorcio entre la dirigencia sindical y sus bases, por su autoritarismo, por la represión sistemática sobre los disidentes, por la reducción de los sueldos a los maestros y por la penetración de la opositora Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación CNTE en varios estados y la capital del país.

Pero fundamentalmente por haber sido desleal al PRI y casi provocar la derrota electoral de Carlos Salinas al promover abiertamente la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas.

Por tanto debía pagar la factura.

Al Secretario de Gobernación de ese entonces, 1989, Fernando Gutiérrez Barrios, le tocaría tejer el entramado de su caída.

Es así que ese sábado 22 de abril de 1989 a eso del mediodía Jonguitud fue citado en las oficinas de Bucareli.

“Que lata que Fernando me mande llamar cuando es él quien debería ir a mi oficina”, le reclamó el dirigente magisterial al mayor Armando Félix Contreras, “El Sogocho”, jefe de ayudantes del secretario.

De inmediato el obeso profesor fue introducido no a la sala adjunta sino al despacho donde fue sentado frente al escritorio del secretario quien invariablemente se hacía acompañar del simbolismo: bandera nacional, el escudo y la fotografía del Presidente de la República.

Había que hacerle notar a este arrogante que estaba colocado frente al responsable de la política interior, de cara al poder. De hecho la silla donde fue sentado era más bajita que la de Don Fernando.

“Me ha pedido el señor presidente reflexione usted sobre la necesidad de dejar el sindicato magisterial”, le dijo Gutiérrez Barrios al flatulento líder.

“¿Cómo te atreves, Fernando, a pedirme eso? ¿Cómo se atreve el presidente a exigir tal aberración?.. Dile a Salinas que por si no lo sabe, él no me nombró, fueron un millón 700 mil maestros –cifra de aquel entonces- los que me eligieron”, respondió airado.

“Lo sé maestro. Sin embargo el señor Presidente le pide reflexione sobre los tiempos, el suyo está llegando a su término”, le devolvió el secretario.

“¡De ninguna manera!”, tronó el maestro al tiempo que hizo un ademán por levantarse y abandonar el despacho.

Don Fernando, con la parsimonia y fino desplazamiento que siempre lo caracterizaron timbró y acto seguido entraron una decena de ministerios públicos con tremendo legajo que rebasaba el metro de alto, al tiempo que le decía:


“Mire maestro. La PGR en coordinación con la Secretaría de Hacienda se han dado a la tarea de investigar su paso por el magisterio, además hemos recibido una serie de denuncias de los propios maestros y tiene usted que responder por ello”, le apresuró al tiempo que le acercaban tan voluminoso legajo.

“¡Errr..! No entiendo, señor a qué se refiere”, respondió titubeante al tiempo que sudaba copiosamente. Acto seguido los agentes ministeriales lo invitan a que los acompañe.

“¡Don Fernando, aquí debe haber una confusión!”, clama angustiado.

“Es lo más seguro”, le responde el veracruzano de impecable vestir, al tiempo que con un fino gesto pide a los servidores públicos salgan de la oficina.

“Mire profesor, retoma Don Fernando, usted sabe cómo es esto. El señor Presidente Carlos Salinas desea lo mejor para usted. ¿Por qué no se retira? Llévese lo que durante tantos años ha ahorrado y permita a las nuevas generaciones el relevo… ¡Es más!.. El señor presidente le pide que por el bien del sindicato sea usted quien sugiera quién podría sustituirlo ¿qué le parece?”.

“Dígale al señor Presidente –le regresa el color a la cara al azorado dirigente- que le agradezco la deferencia y que en realidad yo creo que quien mejor puede llevar las riendas del magisterio es una maestra a quien tanto aprecio y es respetada por el magisterio”, dijo triunfante Jonguitud.

“¿Quién maestro?”

“Pues yo creo que la maestra Elba Esther Gordillo”.

“¡Así será!”, concluyó para timbrar de nueva cuenta y aparecer por una puerta lateral la maestra Elba Esther Gordillo, con un terno azul marino con bolitas blancas. Rubia, llena de vida, sin cirugías, pero sobre todo investida de un minuto a otro con un gran poder.

“¡¡¡Don Fernando!!!”, dice Elba al tiempo que levanta los brazos y camina presurosa a dar un abrazo al ya para entonces hombre leyenda, sin voltear siquiera a ver a su tutor a quien aparenta no conocer.

Un día después Carlos Jonguitud, ya todo manso, es acompañado a Los Pinos por don Fernando para saludar al señor Presidente y simultáneamente dar a conocer a la opinión pública el retiro de Jonguitud, mientras una Elba Esther radiante posaba ante las cámaras de Televisa, en una primera entrevista de la media docena en el curso del día.

Se mostraba sonriente, feliz, porque “¡he cumplido uno de mis sueños!”.

Elba Esther estaba en el lugar adecuado, en el momento correcto y era la ficha necesaria. Entraba por la puerta grande y por la de atrás su tutor sacado a puntapiés. Saldría para morir de tristeza y desamor.

Hoy Elba Esther transita por caminos parecidos al de Carlos Jonguitud Barrios haciendo real la cruda sentencia de que los carniceros de hoy serán las reses del mañana.

Tiempo al tiempo.

*Premio Nacional de Periodismo

 

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