Fluoxetina

Por Andrés Timoteo/Texto Irreverente/Notiver

La aparente calma que demuestra el todavía gobernante Javier Duarte de Ochoa en medio de la tormenta política y judicial no es porque sea un hombre de templanza probada a la hora de los conflictos. Tampoco obedece a que no haya  un peligro real de que pueda terminar en una prisión.  No, la tranquilidad que demuestra el cordobés es gracias a las cantidades industriales de  fluoxetina, un poderoso antidepresivo y tranquilizante que consume diariamente para no lanzarse a las calles desnudo,  gritando y jalándose los cabellos.

Este fármaco, también conocido por uno de sus nombres comerciales como Prozac,  lo ha ayudado a contenerse y seguir en la bravata a través del Twitter. El Prozac es un antidepresivo muy popular entre la clase política y ha habido funcionarios de primer nivel que en su momento dependieron totalmente del mismo para no caer en cuadros  sicóticos  durante su ejercicio público como fue el caso del expresidente Vicente Fox.

La leyenda negra de su esposa, Martha Sahagún –azuzada en buena medida por el libro “La Jefa” de la argentina Olga Wornat – dice que a Fox lo tenía dominado en base a brebajes de ‘toloache’ pero la realidad es que a diario tenían que mantenerlo estable con Prozac.  El antidepresivo también es usado para combatir el “Síndrome del atracón”, es decir, evitar que un paciente sujeto a un régimen alimenticio para combatir la obesidad recaiga y se vuelve sobre la comida.

Duarte de Ochoa, dicen los bien enterados, tiene rato dependiendo de dicho medicamente porque también lo ayuda a conciliar el sueño sin tener que recurrir al trago. Tal es el gran secreto de que Duarte de Ochoa no  haya caído en una crisis ahora que todos lo zarandean como si fuera piñata en plenas Posadas. Sin embargo, aún con la medicación, la posibilidad de un brote sicótico no está erradicada y muchos temen que en algún momento Duarte caiga en lo que llaman el “punto de quiebre” y cometa alguna barbaridad.

Ayer mismo en la columna Templo Mayor del diario Reforma se deslizó un comentario relativo a este riesgo. “Se sabe que al menos en la Secretaría de Gobernación andaban muy inquietos, no se sabe si por la gobernabilidad en Veracruz o porque (Javier) Duarte pudiera cometer alguna imprudencia”, se citó y en  efecto, en el altiplano sopesan la probabilidad de que viéndose acorralado, los fármacos no sean suficientes para mantener al cordobés bajo control y haga algún disparate. Dos cosas son las que especialmente se temen.

Una, que en un arranque de “locura” haga un acto de confesión pública sobre las cantidades millonarias del dinero estatal que transfirió a la campaña electoral de Enrique Peña Nieto en el 2012 y de pormenores sobre personas, horas, lugares, cifras y partidas presupuestales involucradas en un financiamiento ilegal de la candidatura del mexiquense. Hay quienes s presumen que de las arcas estatales habrían salido por lo menos 2 mil 500 millones de pesos para costear el proselitismo del entonces candidato presidencial.

En una venganza contra sus ahora juzgadores, Duarte revelaría toda la trama para usar dinero público en ese asunto y asestaría un golpe mediático tremendo contra Peña Nieto, antes de que sus huesos vayan a parar en un calabozo. El otro disparate que inquieta de sobremanera es que el turbado cordobés  vaya a optar por un magnicidio, es decir, vengarse de quien inició las denuncias penales en su contra que derivaron en pesquisas oficiales y el riesgo inminente de ser encarcelado: Miguel Ángel Yunes Linares, su odiado sucesor que  ha prometido meterlo en una prisión.

El gobernador electo ya ha sido blanco del acoso de la policía estatal, instruida por el mismo Duarte para seguirlo, detener sus vehículos y someterlos a revisión, en un claro intento de generar una desavenencia que termine en el uso de la fuerza. El tercer escenario que se evalúa en el altiplano sobre la salud mental de Duarte es el riesgo de que cometa un acto de suicidio. Desprestigiado públicamente, con un fardo de vergüenza que cargará por el resto de su vida y la amenaza de ser encarcelad, pueden orillarlo a querer  escapar por la llamada “puerta falsa”.

Y claro, como todo potencial suicida que carga una buena dosis de sicopatía, ese acto desesperado podría incluir un drama colectivo. Es decir que no solo atente contra su vida sino que antes lo pretenda hacer contra la de otras personas allegadas a él u odiadas por él ¿Será posible tal escenario? Esas son las  “imprudencias” que esperan de un desquiciado gobernante cuya estabilidad mental depende del consumo de antidepresivos y somníferos.

Además, dicho temor adquiere tintes novelescos si se recuerda que hace algunas semanas el mismo Duarte prometió al conductor de un noticiero radiofónico que será noticia el primero de diciembre aun cuando no asista a la entrega del gobierno estatal. Lo sardónicamente, como los villanos de las caricaturas cuando hablan de apoderarse del mundo con un arma secreta. Está de miedo y por eso los veracruzanos tararean lo que ya es una especie de himno en las postrimerías de la fidelidad: “amarren al loco sino yo no toco”.

RÍO REVUELTO

Pero mientras la estabilidad mental de Duarte está bajo escrutinio, Veracruz está sin gobierno y en medio del caos. Ya son tres días de que los maestros colapsan diversos puntos de la entidad con el bloqueo de carreteras para exigir el pago de salarios y prestaciones que les adeudan. Los concesionarios del transporte público aprovecharon el “río revuelto” para elevar tarifas sin autorización, valiéndose de la anarquía que priva por todos lados debido un gobierno fallido y ausente.

A la protesta magisterial en estos días la de los jubilados del Instituto de Pensiones del Estado (IPE) quienes también cada fin de mes tienen que salir a las calles a reclamar su dinero mensual. Vaya, hasta Jorge Faibre, director de la oficialista RTV, hace lo que quiere: atropella a voluntad los derechos sindicales de sus subordinados y abusa de los más débiles al lanzarlos a la calle sin miramientos. Las vueltas que da la vida: Faibre es otra estrella que se estrella. Se convirtió en lo que criticaba en sus comienzos como reportero.

Envoyé depuis Paris, France

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