Héctor Yunes: su esposa, madrina de la policía duartista

* Aquella ceremonia en El Lencero  * Dos sexenios en silencio cómplice  * Usa la violencia y el dolor de las víctimas  * Cuando disfrazó a sus parientes de policías  * Que la policía de Bermúdez siguiera en la SSP

Por Mussio Cárdenas Arellano/Informe Rojo

Tierra siniestra la del Lencero. Y ahí, donde se tejen leyendas de horror, de tortura y de sangre, felpas con sabor a muerte y hasta violación, hubo una madrina de cadetes sin par, Verónica de la Medina, la esposa del senador.

De negro, muy señora, engalanando la fiesta, la mañana del 14 de diciembre de 2015 presidía la graduación de los nuevos policías, la treceava generación. A unos metros, al centro del presídium, la observaba Arturo Bermúdez, hoy preso; la veía Javier Duarte cuyo desgobierno, cuyo saqueo a las arcas públicas, lo obligó a huir, a ser apresado en Guatemala, a ser extraditado, a ser confinado en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México.

Qué honor para ella y para ellos. Verónica de la Medina, la señora del senador Héctor Yunes Landa, se ligaba así al duartismo, y a la policía duartista, y al siniestro Arturo Bermúdez, el falso general que operó el cártel brutal. Y ella, la madrina oficial.

Cinco minutos de fama y todo se consumó.

Bajo sus pies yacían las leyendas del Lencero, la Academia de Policía en que la tortura fue práctica infaltable, el golpe artero y la amenaza al cadete o al elemento insurrecto, o al que exigía sus derechos, o al que revelaba qué éste o aquel superior era proclive a la corrupción.

Unos cuantos rastros quedan en la prensa —texto y fotografías— de aquella ceremonia en que 288 cadetes se graduaron —247 varones y 41 mujeres— en el Centro de Estudios e Investigación en Seguridad (CEIS), antes Academia de Policía. Pero los hay.

Aquel fue un día de fiesta que los Yunes rojos quisieran no recordar.

Arde esa tierra, la del Lencero, que en sus entrañas filtra la sangre de los torturados y los vejados, en las que hurgan y remueven cada metro, cada piedra, cada hierba, los familiares de los desaparecidos, los colectivos, siguiendo la pista que acusa que ahí están los muertos, víctimas de Bermúdez y su policía criminal.

Una denuncia, la de Iván Terroso García, ex elemento de la SSP, alertaba que ahí los jefes policíacos violaban a los cadetes.

Otra denuncia, la de la policía Jacqueline Espejo Moctezuma, levantada por la policía duartista y junto con el taxista que le prestaba un servicio, llevada a la Academia del Lencero, torturada para que se incriminara en cargos por posesión de mariguana.

Una más, la de Efraín Martíz, padre del cantante Gibrán Martíz, levantado por policías de Arturo Bermúdez y hallado muerto en un supuesto enfrentamiento en una carretera entre Xalapa y Coatepec. Fue torturado y recibió el tiro de gracia.

Su padre acusa que logró acreditar que la señal del teléfono celular evidenció que lo tuvieron en el domicilio de Arturo Bermúdez o cerca de él y luego en la Academia El Lencero. Después encontraron sus restos sin vida.

Hay tufo a policía en las fosas clandestinas, los levantones, la tortura, en Úrsulo Galván, en Tierra Blanca, en Papantla. Es la policía bermudista y duartista, con la que se identifican los Yunes rojos.

Aquella mañana del 14 de diciembre de 2015, Verónica de la Medina inscribió su nombre en la historia del Lencero mientras su marido, el senador Héctor Yunes Landa, guardaba el consabido silencio ante las atrocidades del régimen duartista.

Hoy el tribuno le tira a todo. Denuncia la barbarie, la demencial oleada de violencia que horroriza a Veracruz, los ejecutados y desmembrados que aparecen en bolsas o su partes dispersas en una parcela, a la orilla de un camino, o en las calles y las plazas, con mensajes amenazantes contra jefes policíacos; los inocentes secuestrados o muertos; los niños sin vida cuando aún comenzaban a vivir.

Y tiene razón.

Y en parte no, pues por casi 12 años fue cómplice silencioso.

Veracruz vuelve al pináculo de la violencia. O sigue ahí. Es líder en secuestros de enero a septiembre, con 133 denuncias, seguido por Estado de México con 132; Tamaulipas, 113; Tabasco, 60, y Zacatecas, 53. Son las cifras del Secretario Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, contenidas en el informe “Incidencia Delictiva del Fuero Común 2017”.

Su perorata es amplia. Increpa por los feminicidios y por la muerte de niños, por la indefensión del ciudadano y la impunidad de los delincuentes.

“El gobierno asegura que los homicidios sólo ocurren entre bandas delincuenciales, lo cual es falso. Por las circunstancias en que se dio este asesinato, se confirma que cualquier ciudadano está expuesto, sin importar el momento y el lugar, a perder la vida a manos de delincuentes, porque saben que la incapacidad de las autoridades es absoluta”, acusa.

Y habla de neurocirujano David Casanova, secuestrado en Córdoba, el martes 24, hallado el jueves 26, con signos de tortura, degollado y un corte en forma de “zeta” en el abdomen. “Terrible noticia”, dice.

Terrible noticia fueron, también, los muertos de la fidelidad y el duartismo. Y entonces calló.

Con Fidel Herrera, su impulsor, vio pasar desde la Subsecretaría de Gobierno y como líder del Congreso estatal a los cárteles, al crimen organizado, a los Golfos y Zetas que hicieron de Veracruz un santuario, inmunes a la ley, cobijados por un gobernador que imponía códigos de silencio, no decir que Los Zetas ya estaban aquí.

Con Javier Duarte —“es mi jefe político”— el silencio se montó desde el Senado de la República. Una vergüenza para Veracruz que su tribuno callara la barbarie total, el avance de la violencia, la colusión de policías y malosos.

Pasaron por Veracruz los Golfos, se asentaron Los Zetas, irrumpieron los Beltrán Leyva, El Chapo, el Cártel Jalisco Nueva Generación y no hay rastro de que el senador hubiera condenado el pantano de complicidad policíaca con las bandas del crimen organizado.

¿Habría pedido, exigido, a Peña Nieto, un comisionado federal de seguridad para Veracruz? Ni en sueños. Su “jefe político”, Javier Duarte, se habría indignado.

Y sí que le urge a Veracruz.

Héctor Yunes trae lo chueco en la sangre. Usa a la policía con fines personales. O para impulsar sus proyectos, a su gente, así sean policías de mala nota y peor reputación.

Aquel episodio de los Poliyunes lo mató políticamente. Fue su perdición. Le destruyó su campaña a gobernador.

Su padre, don César, y sus hermanos César y Rafael, fueron vestidos de policías, hechos pasar por integrantes de la Policía Auxiliar. Su razón: detentar permisos de portación de armas. Y para eso el engaño a la Secretaría de la Defensa Nacional y a Gobernación.

Aquí, en INFORME ROJO, detonó el caso. Aquí, la evidencia, sus datos y fotografías en la “Ficha Personal de Control”. Y luego la negación de Héctor Yunes mientras su hermano César reconocía que desde hacía muchos años tenían permiso de portación de armas.

Usó al IPAX pero negaba que sus familiares fueran “aviadores”. Sus salarios, sin embargo, están en la nómina. Alguien los debe cobrar.

Negó también su implicación en el caso de los Poliyunes, que la solicitud de incorporación de su padre y hermanos al IPAX se hubiera concretado.

Sabe mentir el senador pero no sabe engañar. Un documento interno evidencia que a los tres les asignaron pistolas Pietro Beretta, número de matrícula, cargadores y municiones, según documento del 26 de marzo de 2015. Y se les adscribió como “escoltas del senador”.

Hay algo peor. Si Héctor Yunes hubiera ganado la gubernatura, los alfiles de Arturo Bermúdez seguirían controlando la Secretaría de Seguridad Pública, vía el entonces subsecretario de Logística, Federico Rivas Valdés, inhabilitado por negligencia administrativa y luego por incumplir con su declaración patrimonial.

Falto de ética, marrullero, usa Héctor Yunes la violencia como ariete político, construyendo su candidatura al gobierno de Veracruz sobre el dolor de las víctimas, el terror del torturado, la angustia del que vive sin saber donde yacen los restos de sus familiares, heridos o asesinados por los malos y por la complicidades de la policía que sirvió al duartismo.

Si Verónica de la Medina no fuera la madrina de aquella generación de cadetes en El Lencero, la podría librar.

Pero lo fue.

Comentarios de Facebook
Comparte en tus redes sociales
Share on Facebook
Facebook
Tweet about this on Twitter
Twitter
Print this page
Print

Acerca de Expreso de Tuxpan

El sitio de noticias líder de Tuxpan, todo lo importante de la política, cultura, mundo, desarrollo, ciencia, tecnología y más.

Ver todas las entradas de Expreso de Tuxpan →