La matanza de los elefantes

Dra. Zaida Alicia Lladó Castillo

 


Que mala imagen ofreció al mundo el Rey Juan Carlos de España, lo que le ha acarreado serias críticas, al surgir la noticia de que por estar cazando elefantes en Botswana,  África, había sufrido una caída. Y por el hecho de saber que él tiene ese tipo de práctica de deporte-asesino, poco importó  si cayó  de nalgas, si se partió…en tres su pelvis o si fue intervenido, etc., etc. porque después esa noticia, se dejaron ver una serie de videos de la caza de elefantes que por sanguinaria, nos deben de llenar de indignación y coraje.

 

El país africano está considerado como uno de los “paraísos” para la caza mayor, y esa es una de las aficiones de la realeza española y de otros adinerados del mundo. Pero, hacerlo el que preside desde 1968 la organización WWF Española, filial a la WSPA (Sociedad Mundial para la Protección de los Animales) una de las más importantes en el planeta…es una incongruencia y/o falta de toda ética.

 

Pero los miembros de la familia real por lo que veo, son medios torpes para eso del manejo de las armas y han padecido en el pasado accidentes desgraciados relacionados con su uso. Hace apenas unos meses uno de los nietos del Rey, Juan Froilán Marichalar Borbón, se pegó un tiro en el pie mientras practicaba tiro al blanco. El chico de 13 años estaba acompañado por su padre cuando sufrió el accidente. Pero hay un hecho muy lamentable, que relaciona al Rey con la muerte de su hermano Alfonso en 1956 en Portugal. El Rey Juan Carlos, que por entonces tenía 18 años y su hermano,  estaban jugando con un revólver cuando se produjo un disparo accidental que acabó con la vida de este último. Acontecimientos que se tienen por olvidados en España y que poco se ventilan en la realeza y en el país; pero hoy, que surge esta noticia, otra vez el pasado alcanza a la familia, porque la imagen del Rey se exhibe en todos los medios mundiales, como inconsciente.

 

Y este último escándalo, se da en el momento en que el país sufre los embates del desempleo, subidas de impuestos, reducciones de sueldo y recortes laborales, entre otras cosas. Incluso algunos dirigentes de partido, como el Socialista, han exigido que el Rey pida disculpas. Porque así como pudo decir: ¡PORQUE NO TE CALLAS!…pues también puede decir… ¡PERDÓNENME!

 

Pero regreso al tema, de la caza de elefantes.

El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF),  ha condenado la matanza de centenares de elefantes, como lo sucedido en Camerún en el mes de febrero pasado en que los elementos de la milicia mataron más de 200 elefantes, todo por quitarles los codiciados colmillos que se cotizan en el mercado mundial en cantidades escandalosas, y aunque se ha insistido de que  el Presidente de ese país ordene detener y castigar tanto a los cazadores furtivos intrusos como a los soldados (que deben proteger a los animales), no ha existido respuesta.

 

Los soldados han sido vistos con uniforme color caqui, armados con Kaláshnikov y divididos en grupos de seis o siete para atacar a los elefantes y llevarse los colmillos. Se han acercado a los pueblos de Gouna, Sinassi y Koiloungou, entre otros, para avisar del lugar en el que quedaban los restos por si los vecinos querían la carne. Así se ganan el apoyo de las aldeas de la zona. Según la prensa local, en las carreteras del norte del país se encuentra fácilmente carne de elefante. El Gobernador de la región, Gambo Haman, ha admitido que los guardas son pocos y van armados de forma rudimentaria, con lo que poco pueden hacer[1](Méndez, 2012).  

 

El tráfico de colmillos está prohibido hace mas de 20 años, pero aun con eso la ONG Traffic afirma que en 2011 se confiscaron 23 toneladas de colmillos de elefante, una cantidad que equivale, al menos, a 2.500 paquidermos muertos. Asia es el principal destino, ya que el marfil, así como tiene uso en la medicina tradicional china, para algunos ricos excéntricos los colmillos son un exclusivo adorno que exhiben en sus salas y oficinas. Lo que de verdad deja mucho que desear de esas prácticas sanguinarias e injustas por donde se vean.

 

Pero igual que los elefantes, están los delfines y la ballenas en las costas de Alaska, están los toros en todas partes del mundo, los leones y tigres en África y en la India,  etc., que son sacrificados por ambiciones personales o de bandas organizadas que los ocupan como carne de cañón para vender la piel, la grasa, los colmillos, etc., donde está de por medio grandes cantidades de dinero.

 

Los animales como los humanos, merecen respeto y es cierto que existen algunos que ancestralmente los hemos acostumbrado para consumo cotidiano, tales como el pollo, la res, el cerdo, pescado o los mariscos, etc., con la justificación (razonable o no) de que su reproducción es múltiple y su crianza y cuidado domestico no requiere de mayores problemas o esfuerzos y muchos, lamentablemente y lo confieso, no nos negaríamos jamás degustar un buen filete de pescado o de res. Sin embargo,  no deja de ser terriblemente indignante que aquellos animales que tienen usos diferentes, especialmente para el trabajo o que estén en peligro de extinción, sean sacrificados para gusto, distracción, satisfacción personal o con fines de lucro.

Recuerdo que un día visitamos mi esposo y yo,  a unos amigos a quienes queremos mucho, en su Rancho, y aunque ellos no acostumbran la caza mayor, si reconocen que su abuelo fue un aficionado de la cacería en muchas partes del mundo y exhibían en sus paredes: una cabeza de Alce, venados, codornices, etc., y lo que más me llamó la atención fue una pata de elefante invertida como taburete. Nos decían, que ellos  no sabían qué hacer con ellas y por eso las habían conservado en su casa, tal y como la tenía su abuelo, pero que sí sentían que a ciertos invitados les incomodaba verlas. Lo único que les comentamos es que, celebrábamos que ellos ya no fueran aficionados a esa práctica y que por lo demás, estaban en su derecho de hacer lo que quisieran con los ejemplares en exhibición.

Pero ojalá y todos hiciéramos siempre consciencia de lo grave que es la matanza y maltrato de los animales y detuviéramos en bloque esa inercia, donde el hombre es el principal depredador de la naturaleza…por supuesto, incluyendo al propio hombre.

 

 

 

 


[1] Méndez, R., (2012), “Matanza de 200 elefantes en Camerún”,  El País, Madrid, 16 de Febrero de 2012.

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