Por Andrés Timoteo/Texto Irreverente
El gobernador Miguel Ángel Yunes Linares se anotó un acierto al resolver por la vía del dialogo y no por la represión el conflicto en la presa Yuribia, ubicada en el municipio de Tatahuicapan y cuyas válvulas fueron cerradas hace días por los lugareños, dejando sin líquido a los municipios de Coatzacoalcos, Minatitlán y Cosoleacaque. Hay que recordar que Yunes había prometido una embestida policíaca para obligar a los manifestantes a liberar dicho complejo.
Ya se había dicho, a Yunes Linares nunca le asistirá la razón jurídica ni política y ni siquiera mediática contra los pueblos indígenas, en este caso los chinantecos y popolucas del sur del estado que tienen que recurrir a esas medidas de presión ante el olvido y el retraso al que los han condenado por siglos. Ahora, a diferencia de otros tiempos, Yunes fue prudente y privilegió la negociación a la macana y la cárcel. Fue una decisión atinada porque el gobernante debe dirigir la “mano dura” que presume hacia los delincuentes, nunca contra los indígenas.
El caso de la presa sureña se sumó al caos generado desde el miércoles pasado por el saqueo de supermercados y tiendas de conveniencia. Y aquí hay tres puntos a destacar. Uno, que Yunes Linares no corrió a esconderse del conflicto como lo habrían hecho sus cuatro antecesores. No hay que olvidar que Flavino Ríos salió corriendo perseguido por la turbamulta en un hotel de Jalapa que le reclamaba el pago de adeudos. Javier Duarte se refugiaba en sus mansiones de El Faunito o el rancho Las Mesas de Valle de Bravo y desde el Twitter lanzaba su tradicional “aquí no pasa nada”.
El innombrable hubiera salido corriendo para refugiarse en el primer escondite que encontrara en su camino, gritándoles “¡no tienen llenadera!”, como lo hizo cuando los tlacotalpeños lo corretearon durante las inundaciones de octubre del 2010, y Miguel Alemán no se hubiera dignado a regresar de sus vacaciones en el extranjero aun cuando el estado se deshaciera. En el 2002, cuando ocurrió la explosión del mercado Miguel Hidalgo, Alemán no quiso interrumpir su asueto para atender el siniestro alegado que “no era bombero”.
A diferencia de ellos, Yunes le hizo frente al conflicto e incluso encaró a los saqueadores en un centro comercial. A la par, y ese es el segundo punto, les puso el ejemplo a los tres alcaldes fidelistas que hace algunos meses se negaban a recibirlo: el jalapeño Américo Zuñiga, el porteño Ramón Poo Gil y el de Coatzacoalcos, Joaquín Caballero Rosiñol. A los dos primeros les fue arreglar el desorden de los desalojos mientras ellos permanecían agazapados.
Es más, Ramón Poo incluso salió corriendo del palacio municipal cuando se propagó el rumor de que la turba se dirigía allí para saquear el edificio. En el puerto de Veracruz y en Jalapa se distribuyeron los agentes de la Gendarmería Nacional que Yunes Linares solicitó para ayudar a apaciguar la furia colectiva. Así, les hizo el trabajo a ese par de munícipes priístas pusilánimes mientras que a Caballero Rosiñol, también del tricolor, además de los saqueos le resolvió el conflicto de la presa Yuribia.
Tampoco hay que olvidar que cuando Yunes Linares era gobernador electo, Caballero Rosiñol se negó a recibirlo en el ayuntamiento, siguiendo instrucciones de Duarte de Ochoa y el innombrable para repudiarlo y ayer, el edil, con ‘la cola entre las patas’ hasta tomó el micrófono para agradecerle su intervención y facilitar que al municipio retornara el suministro de agua potable.
Por cierto, llama la atención de que el gobierno federal accedió a enviar a la Gendarmería Nacional para combatir a la población enardecida que saqueaba negocios pero nunca quiso hacerlo cuando todos rogaban que llegaran a enfrentar a los carteles del narcotráfico que, esos sí, ocasionan más daños que los saqueadores de centros comerciales. Durante los últimos dos años a diario se pedía a la Gendarmería Nacional en Veracruz para frenar los secuestros, las ejecuciones y las extorsiones y nunca llegó. Moraleja: mano dura contra el pueblo y mano blanda contra el crimen organizado.
El tercer punto a destacar es la decisión del gobernante en turno frente al caso de los saqueos a comercios para cancelar las concesiones de los taxis que participaron en el pillaje. Muchos de esos automóviles están en manos de las células delictivas y los usan para el espionaje –les llaman “halcones”- para secuestrar, para el narcomenudeo, asaltar y movilizar a los sicarios, pues para eso se los fueron dados desde el sexenio del innombrable.
En Jalapa, por ejemplo, la misma población recomienda de boca en boca no subirse a los automóviles con ciertos números pues todos saben que son “narco-taxis”. Además, la depuración de las concesiones de ese tipo de transporte no solo debe reducirse a los 15 municipios donde hubo disturbios pues en toda la entidad operan esos taxis al servicio del crimen. Lo que son las cosas, al final del día, el caos público abrió la puerta para iniciar el desmantelamiento de la estructura criminal dejada por la fidelidad, comenzando por la de cuatro ruedas.
DAMAS DE COMPAÑÍA
En todo el sainete de los últimos días, nada explica que los secretarios de Gobierno y Seguridad Pública, Rogelio Franco y Jaime Téllez así como el fiscal general, Jorge Winckler hagan el papel de damas de compañía del gobernante en turno. Yunes no los necesita a su lado para que le carguen el “nécessaire” (bolsa de cosméticos) o le sirvan de guardaespaldas malogrados.
Que los mande a trabajar y a dar resultados en lugar de andar de ociosos tras él. Y de paso que matricule a Franco Castán en un curso de educación para adultos para que aprenda a leer pues al hablar en público el mismo delata que el título que le regaló la rectora de la Universidad Veracruzana, Sara Ladrón, es más falso que un priísta que se diga honesto.
Envoyé depuis Paris, France
Editorial
