Mensaje del Obispo de Tuxpan: La multiplicación de los panes

El evangelio de San Marcos es muy corto. Por esa razón, los domingos 17-21 del ciclo B, se toman del evangelio de San Juan con el tema de la multiplicación de los Panes y otros sobre la Eucaristía.

Debido a su importancia, la multiplicación de los panes y el sermón sobre la Eucaristía están en el centro de los 7 SEÑALES (milagros) que aparecen en el evangelio de San Juan:

  • Antes: 1 Cana, 2 centurión, 3 paralítico,
  • El tema de hoy:  4 multiplicación panes
  • Después: 5 Jesús camina sobre el agua, 6 curación del ciego, 7 Resurrección de Lázaro

El prodigio de la multiplicación

El domingo pasado, el evangelio de Marcos nos recordó que Jesús se encontró una vez más con la multitud, que por tierra se adelantaron al lugar a donde iban él y sus discípulos para descansar. Después de enseñarles muchas cosas los alimentó milagrosamente. El Evangelio de Juan que acabamos de leer nos presenta la narración de ese espectacular milagro

¡Cómo habrá sido ese acontecimiento! Una multitud de miles de personas (nos dice el Evangelio que eran como cinco mil hombres) seguía a Jesús para escuchar sus enseñanzas. Llega la hora de comer, y con sólo cinco panes y dos pescados el Señor va repartiéndolos y saca comida para saciar a toda esa multitud, y todavía sobraron algunos canastos.

El profeta Eliseo

Por cierto no es éste el único pasaje bíblico donde se narra que Dios utiliza un aporte, una participación humana para remediar una necesidad de la gente. En efecto, nos cuenta la Primera Lectura de este domingo (2 R 4, 42-44) de una situación similar.

El Profeta Eliseo recibe veinte panes y ordena a su criado repartirlo entre cien personas. Ante la objeción del criado por lo insuficiente del alimento, Eliseo insiste aduciendo que “dice el Señor:‘ Comerán todos y sobrará”. Y así fue, tal como dijo el Señor. Otro milagro de multiplicación.

En el caso de Eliseo, de veinte panes comieron cien. En el caso de Jesús, de cinco panes y dos peces comieron más de cinco mil. Las cantidades no importan, sino como dato referencial. Lo que importa es el milagro de la multiplicación, la providencia del Señor para con los que necesitan, y el aporte de la gente como base para que se de el milagro.

El pan presentado por el hombre de Dios anuncia el pan y el vino presentados para la celebración de la Eucaristía. Cuando Jesús los transforma en su persona, toda la comunidad se nutre con el alimento celestial. Jesús dijo a sus discípulos “Trabajen no por el alimento que se acaba, sino por el alimento que permanece para la vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre”  Jn 6, 27

¿Por qué hay tanta gente hambrienta?

Cabría preguntarnos, ¿por qué entonces hay tanta hambre en el mundo, si Dios es todopoderoso y puede multiplicar lo poco que los seres humanos aportemos? Notemos que los dos milagros no se realizaron de la nada, sino a partir de insuficientes y realmente escasos comestibles.

Dios, como Omnipotente y Todopoderoso que es, podría haber alimentado a la gente de la nada. Si nos creó de la nada, por supuesto puede alimentarnos de la nada.

Dios quiere nuestra participación

Pero Dios desea nuestra participación, nuestro aporte. Y ese aporte suele ser como el del chico: muy  pequeño y de ordinario insuficiente; diríamos muy poca cosa, casi nada. Pero Dios lo quiere y hasta lo exige para  intervenir El. Cuando el hombre da su aporte, Dios interviene multiplicando aquellos cuantos panes, para alimentar a varios miles.

El muchacho que ofreció los panes y los peces que Jesús multiplico regaló toda la comida que llevaba para él y los suyos, o tal vez los llevaba para venderlos. Fue muy generoso. En el caso de Eliseo, fue un hombre que llevó los primeros frutos de su cultivo. Y nosotros…  ¿damos al menos de lo que nos sobra para que Dios haga milagros con nuestros aportes?

Hay un canto popular que resume en sencilla poesía la generosidad del muchacho en la multiplicación de los panes:

Un niño se te acercó aquella tarde,

sus cinco panes te dio para ayudarte;

los dos hicieron que ya no hubiera hambre.

También yo quiero poner sobre tu mesa,
mis cinco panes que son una promesa

de darte todo mi amor y mi pobreza.

El mensaje de Pablo

La segunda lectura, de la carta de San Pablo a los efesios, (Ef 4, 1-6) insiste en un aspecto fundamental de la vida eucarística de la Iglesia: la unidad o la comunión que se construye en torno a Cristo y se alimenta del único pan eucarístico. San Pablo insiste en las actitudes que han de caracterizar la vida de la comunidad cristiana.

La Iglesia se construye y se enriquece permanentemente con la riqueza de carismas que todos han de poner al servicio de la comunidad. Se trata de hacer la voluntad de Dios, conocida y aceptada precisamente por la fe: “Los exhorto a que lleven una vida digna del llamamiento que han recibido”. Enumera luego las actitudes o virtudes que generan la vida eclesial en un ambiente de amor fraterno: ser humildes, amables y comprensivos.

Estas cualidades o virtudes tienen su fundamente y su coronación en el amor: sopórtense mutuamente por amor; esfuércense por mantenerse unidos en el Espíritu con el vínculo de la paz. Viene una última motivación, que fue una profesión bautismal en los orígenes de la Iglesia: “Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que reina sobre todos, actúa a través de todos y vive en todos” Ef 4, 5-6

Salmo 144

“Abres, Señor tus manos generosas y cuantos viven quedan satisfechos. Tú alimentas a todos a su tiempo” (Sal. 144). Así hemos cantado en el Salmo de hoy. Esta atención amorosa de Dios la llamamos “Divina Providencia”, por medio de la cual Dios nos da el alimento cuando se necesita, nos da cada cosa a su tiempo, y todos quedan saciados.

La plegaria que expresa este salmo tiene como punto de partida la fe en la creación: Dios que con amor ha hecho todas las es poderoso y además misericordioso, sensible a las necesidades de sus hijos. Es por ello que el salmista pone sus ojos en Dios, mirando con esperanza, ya que Dios es bondad y misericordia: abres, Señor tus manos generosas.

La Plegaria Eucarística IV, que usaremos hoy es muy cercana al salmo 144, que acabamos de comentar. Desde el prefacio y en varios momentos hace referencia a la creación.

En realidad, la Eucaristía parte de unos elementos, pan y vino, que son fruto de la tierra -es decir de la creación- y del trabajo del hombre. Así lo determinó Jesús, El escogió estos signos. En la Eucaristía, la creación avanza y se transforma en nueva creación.

+ Juan Navarro C. / Obispo de Tuxpan

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