Mensaje dominical del Obispo de Tuxpan: Jesús es exigente con sus seguidores

Al iniciar el evangelio de este domingo, el Señor nos dice: «el que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí». En el fondo, ningún ser humano debe arrogarse el derecho de exigir un seguimiento como lo pidió Jesús.

Jesús lo puede pedir, porque están en juego el bien supremo y la salvación y porque, al mismo tiempo, él es la fuerza de los mártires. Él sabe mejor que nadie lo que realmente nos hace bien. Nadie ni nada debe competir con Dios, ni siquiera en la relación con la persona más querida.

Libre de ataduras

Para poder ser discípulo de Jesús y cumplir con la misión que él encomienda, es necesario tener una total libertad para seguirlo sin trabas ni ataduras. Por eso quien se decide por Cristo, debe haber puesto todos los amores humanos en segundo lugar.

Debe haber puesto en segundo lugar…, aún la propia vida. Esto puede comportar renuncias desgarradoras, aún en los afectos más legítimos.

Lealtad y fidelidad

Ser discípulo de Cristo implica lealtad y fidelidad en su seguimiento. Y esta lealtad y fidelidad a Cristo, frecuentemente nos trae dificultades. Ser discípulo de Cristo no es seguirlo sólo cuando nuestras ocupaciones nos lo permiten o cuando SENTIMOS ganas de hacerlo.

Ser discípulo del Señor es SEGUIRLO siempre, aún cuando por eso nos persigan; aún cuando debido a eso, hasta en nuestras familias haya división.

Y con esto no debemos entender que Jesús quiere que se peleen las familias; lo que el Señor nos pide es ser consecuentes con la fe y con la vocación que recibimos de Dios, aunque por eso haya en nuestras vidas conflictos con los que nos rodean.

Aunque duela

Si se dan esos conflictos, entonces, aunque duela, debe prevalecer el valor supremo, la fidelidad a Cristo. Las relaciones humanas que por causa de Cristo pasan por una crisis, a veces muy dolorosa, pueden purificarse y crecer hacia una madurez insospechada, si se pone a Dios en primer lugar.

En ocasiones el amor humano puede no ser suficientemente sano y puede dar lugar a  una dependencia demasiado fuerte entre las personas. sabemos que cuando hay dependencias fuertes, impositivas en la relaciones humanas, nos anulamos como personas y nos esclavizamos.

Actuar con madurez y equilibrio

Eso es lo que sucede en aquellos padres que no quieren dar la libertad correspondiente a sus hijos, o en aquellos hijos que no logran cortar el cordón umbilical con sus padres, aunque ya estén casados. También ocurre, con los seguidores de ciertos líderes a quienes obedecen ciegamente.

En esos casos en que el amor humano está  enfermo, el seguimiento incondicional a Cristo, librará a estas personas de una dependencia que a la larga los llegaría a asfixiar. En cambio, cuando más dependientes nos hacemos de Cristo, somos más libres y maduros para relacionarnos equilibradamente con los demás.

Sabemos que solamente en la libertad puede crecer el verdadero amor. Por eso vale también el dicho: “cuanto más amigos somos de Cristo, tanto más podemos ser amigo de los demás”.

Saber abrazar la cruz

En este Evangelio el Señor también nos dice: El que no carga con su cruz y viene detrás de mí, no es digno de mí. El que  vive su vida para sí la perderá, y el que sacrifique su vida por mi causa, la hallará.

Cada decisión, cada nuevo paso que damos en la vida, en un primer momento, trae consigo una renuncia. El que quiere volar tiene que dejar la tierra.

El aferrarse a su propia vida nos hace ciegos para la Vida en plenitud que nos quiere dar Jesús. Muchos son infelices, justamente porque quieren ser felices a toda costa, pero con una felicidad egoísta, desequilibrada y carente de verdadero amor.

Ser generosos saber sacrificarse

Quien quiere ser feliz a toda costa, se pone a sí mismo siempre en el primer lugar, habla de lo que piensa que es su derecho, lo defiende, usa y abusa de los demás para  sus fines, y por ese camino se aísla y se queda solo. Jesús nos dice que perder la vida, como él, entregándola, es la única forma de ganarla para siempre.

Jesús entregó su vida cargando con la cruz y muriendo en la cruz, y la recuperó gloriosa en la Resurrección. La vida es muy parecida al amor verdadero: se la consigue solamente entregándola, a imitación de Cristo. Quieres ser feliz, quiere amar de verdad, tienes que ser generoso, tienes que pensar más en dar que en recibir; este es el camino que Jesús nos ha enseñado

Saber acoger a los discípulos de Jesús

El Señor termina diciendo: el que dé un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, porque es mi seguidor, no quedará sin recompensa: soy yo quien se lo digo.»

Nos invita el Señor  a saber acoger a los suyos. Y nos dice: quien los recibe a ellos tendrá su premio. Todo esfuerzo, sacrificio, servicio, por más pequeño que sea será recompensado.

El sabe lo que nos conviene

Pidamos al Señor que en nuestras vidas, seamos capaces de creerle a Él, y de anteponer el amor a Él, a cualquier amor humano.

Dios quiere nuestra felicidad y cuando nos exige renuncias y sacrificios; esas renuncias y esos sacrificios, siempre son para nuestro bien.

Cuando experimentemos en nuestra vida la duda…., que María, nuestra madre;  modelo de obediencia y amor a Dios nos ayude a superarla y decirle sí a Cristo.

+Juan Navarro Castellanos

V Obispo de Tuxpan

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