México: el que escribe, muere

ARCHIVOS DEL PODER

(Martín Moreno / Excélsior)

 México es el país más peligroso para ejercer el periodismo en América Latina, revela la OEA.

 

 

México no tiene libertad de prensa, asegura la organización no gubernamental The Freedom House.

En los últimos 11 años y medio (PAN) han sido asesinados alrededor de 75 periodistas mexicanos. Casi todos han quedado impunes.

En 1984, el poder priista —vía José Antonio Zorrilla Pérez— ordenó ejecutar al columnista mejor informado y más leído hasta hoy: Manuel Buendía.

Ayer fue Buendía. Y El Gato Félix, a quien pistoleros al servicio de Jorge Hank Rhon —priista él, hijo de otro ilustre priista: Carlos Hank González— acribillaron en Tijuana.

Hoy, decenas más han sido victimados. Regina Martínez, corresponsal de la revista Proceso, hallada muerta el sábado pasado. En el Veracruz de Duarte, cada 150 días matan a un periodista.

Roberto Saviano —amenazado de muerte por la mafia napolitana tras escribir el impactante libro Gomorra— dice: “El que escribe, muere”. Y lo escribe con tinta-sangre al recordar la ejecución de otra periodista valiente: Anna Politkóvskaya, asesinada por el gobierno de Vladimir Putin en Rusia.

Sí, Roberto: también en México, el que escribe, muere.

Recurrimos al capítulo “Narcopoder”, subcapítulo “Los que murieron por escribir”, de mi reciente libro Abuso del poder en México (págs. 69 y 70):

“Los citan como si jamás hubieran tenido vida. Como si no existieron alguna vez. Incómodos sus casos para el poder, innombrables muchos de ellos, un vago recuerdo que solamente queda en el dolor de sus padres, en sus viudas o huérfanos, en la memoria de sus verdaderos amigos.

“Sombras que de vez en cuando aparecen en los discursos del Presidente, de gobernadores, de comisionados de derechos humanos, de activistas y hasta de sus propios compañeros de profesión que en lugar de llamarlos por su nombre y apellidos, prefieren enmarcarlos en una cifra cruel y vacía, estadística fría, archivada, a final de cuentas, en la gaveta del olvido.

“Son los periodistas ejecutados en los últimos 11 años, muchos de ellos —dice el poder político— ejecutados por estar coludidos con el crimen organizado. Que lo prueben, si así fue. La mayoría, muertos por descubrir y escribir sobre los nexos de ese mismo poder político (gobernadores, alcaldes, funcionarios, policías) con los jefes del narcotráfico.

“En México, a decenas de periodistas les ha costado la vida escribir sobre la manera como el narco se ha infiltrado en los gobiernos, en el Ejército, en las policías federales, estatales y municipales…

“¿Cuándo el Presidente de la República, algún gobernador o alcalde, han ofrecido un minuto de silencio en memoria de los reporteros torturados y masacrados por desnudar las complicidades del poder político con el narco? Nunca.

“Muchos periodistas o líderes de opinión prefieren sentarse a la mesa con el funcionario público o con el jefe policiaco, para tomar un buen vino y comer un jugoso corte de carne, mientras en varios estados —Chihuahua, Tamaulipas, Michoacán, Veracruz, Guerrero, Nuevo León, Sinaloa, Durango y muchas entidades más—, a esa misma hora, un reportero recibe un balazo en la cabeza, es levantado o amenazado por algo que escribió o que dijo.”

Hasta aquí lo publicado en el libro.

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