Que parezca un accidente

Un mural del colectivo Boa Mistura en La Térmica de Málaga invita a una reflexión sobre el empleo de la cultura como excusa para la revalorización inmobiliaria de las ciudades

Por: Rogelio López Cuenca/El País

 

El pasado 14 de diciembre se presentaba en público en Málaga El patio del tiempo. El patio en cuestión es el de la biblioteca del centro cultural La Térmica, dependiente de la Diputación Provincial. El centro toma el nombre de la central térmica de La Misericordia, levantada en las inmediaciones por el INI (Instituto Nacional de Industria) en 1960 y demolida en 2004. Sobre los 400 metros cuadrados del patio se ha pintado una figura geométrica “inspirada en el arte mozárabe”. Sus autores, el colectivo madrileño Boa Mistura, explican que eligieron ese nombre porque son “firmes defensores de que el tiempo es un valor muy importante hoy en día. Vivimos siempre con prisa y nuestro trabajo pretende humanizar las ciudades y devolvérselas a los ciudadanos para que las vivan con calma”.

El proyecto dio comienzo dos semanas antes, con un workshop que convocaba a “periodistas, estudiantes de arte y artistas emergentes locales”, y del que la prensa local dio cumplida cuenta subrayando su carácter “participativo” y hasta “relacional”, ya que al estar pintado en el suelo permitiría “en cierto modo interactuar con la obra”. La inauguración de este “mural horizontal” se realizó en el contexto del “mercadillo cultural” mensual Red Friday. La apertura de este rastro nocturno —más de 50 puestos de moda, objetos vintage, decoración, food trucks…— estuvo precedida de una conferencia de Boa Mistura, titulada El arte como herramienta de cambio.

La dirección del centro encomió que la pieza “marca un antes y un después” y anunció su intención de encargar al grupo “una intervención integral en el edificio”, augurando “que generará una nueva memoria en el lugar”. La previa, la memoria que el sitio ya tiene, lo vincula a sus orígenes como Casa de Misericordia. Y como hospicio y centro de reeducación político-religiosa de “hijos de rojos” en la posguerra. Los Boa Mistura afirman que lo que buscan siempre “es reforzar la identidad de los sitios”. Pero esta vez se les habrá pasado: el diseño ejecutado reproduce fielmente el logotipo de Cervezas Alhambra, añadiendo al color rojo, “tan presente en la identidad de La Térmica”, y a la alusión “en azul al mar Mediterráneo”, los verdes y amarillos, el rojo oscuro y el anaranjado del vidrio de las distintas gamas de botellas de la marca.

Los procesos de gentrificación se llevan a cabo siempre con disimulo, en nombre de otra cosa

El patio del tiempo no constituye la primera ocasión en que Boa Mistura (que también ha trabajado para marcas de ropa deportiva, de coches o licores) colabora con Alhambra. No en vano, como se lee en la web de esta cerveza, comparten su alabanza del tiempo: “Hay cosas que necesitan tiempo para ser (…) pintar un mural, elaborar una buena cerveza”. Y ambos buscan “crear una obra que te invite a detenerte, a disfrutarla y a vivirla”. Boa Mistura, por su parte, dicen “entender su trabajo como una herramienta para transformar la calle y crear vínculos entre las personas. Sienten una responsabilidad para con la ciudad y el tiempo en el que vivimos. Y, sobre todo, aman lo que hacen”. El lema Ama lo que haces puede leerse en uno de los murales realizados por el grupo con motivo del proyecto MAUS (Málaga Arte Urbano Soho) en 2003. También Piensa un deseo y sal a buscarlo y Alcanza tus sueños. La iniciativa se encuadraba en la transformación del antiguo Ensanche Heredia en un “barrio de las artes”, renombrado a tal fin, sin ambages, como el Soho. El propio alcalde desglosaba así los objetivos de la operación: “Convertir el ensanche del Muelle Heredia en un espacio de atracción cultural, comercial y de ocio para el ciudadano y el turista (…) crear rutas alternativas de ocio y cambiar la imagen del barrio dotándolo de un carácter propio”.

Los procesos, convertidos posteriormente en modelo, de gentrificación y turistización de Nueva York o Barcelona se llevaron a cabo como en las películas de gánsteres: como para que pareciera un accidente. Sin dejar de ser por ello igualmente implacables, siempre con disimulo y en nombre de otra cosa. El nombre es importante: rebautizar las zonas destinadas a la especulación, indispensable. Crear dos, tres, muchos Sohos, East Villages, Tribecas… Si el Chino había mutado en el Raval alrededor del Macba, desde el CAC (Centro de Arte Contemporáneo) de Málaga se orquestó la maniobra de diversión idónea: gracias a la aplicación del Street Art como dispositivo de domesticación —como el cupcake y el patinete eléctrico—, el barrio alberga hoy media docena de hoteles, en tanto que se cuentan ya por cientos los apartamentos turísticos.

Que parezca un accidente

Cómo pasa el tiempo. Cuando La Misericordia pasó a llamarse La Térmica, en 2013, hacía ya cinco años que el Ayuntamiento había firmado con Endesa la recalificación y el incremento de la edificabilidad de los aproximadamente 100.000 metros cuadrados que ocupaba la antigua termoeléctrica. La zona vive hoy un entusiasta boom inmobiliario, los fondos de inversión se disputan aquí uno de los últimos espacios en primera línea de playa en la ciudad. ¿Se puede cuantificar hasta qué punto la existencia de La Térmica ha contribuido a “poner en el mapa” el territorio y atraer las miradas y el deseo del capital y el ladrillo? La programación del centro, en una zona de la ciudad muy pobre en cuanto a infraestructuras culturales, se ha caracterizado desde el principio por una orientación marcadamente mediática: una avalancha continua de celebridades, un desfile sin fin de triunfadores. Cada uno en su género. Esta aparente celebración de la diversidad maquilla el concepto en bruto del éxito económico y social con el lustre del arte y la cultura; una cultura acolchada a su vez con la íntima calidez de una especie de metafísica del emprendimiento. Los héroes admirados y emulados son aquellos agraciados por la fortuna y la fama, merced siempre a su originalidad, a su singularidad. ¿Puede diseñarse masivamente el gusto estético a base de adocenada lírica de autoayuda insalvablemente cursi? Solapando publicidad y cultura—branded content, product placement, inbound marketing—, ofreciendo “experiencias, sensaciones, emociones” y enunciándolo todo en primera persona, está visto que sí. Ama lo que haces. Discover the diamond inside you. Sé tú mismo. Sé un negocio.

En otro tiempo —que, ¡ay!, parece hoy mismo— un luminoso texto de Agustín García Calvo ya señaló —precisamente en un análisis de la publicidad comercial, en su libro Lalia— la nula pertinencia de la oposición entre los conceptos de individuo y masa, y cómo el “tratamiento masivo de las poblaciones”, lejos de contradecir la idea de la soberanía del yo, precisa cada vez más y se alimenta de esa ideología. Curiosamente aquel ensayo se titula De la cerveza, la poesía y la manipulación del alma.

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