Reseña: La ‘Liga de la Justicia’ no es un mal comienzo

Por Manohla Dargis/The New York Times

Liga de la Justicia, el más reciente espectáculo de superhéroes de DC Comics dirigido por Zack Snyder, tiene más soltura, es más rápida y, definitivamente, es más entretenida que el último espectáculo de su tipo. El reto no era tan grande pues ver la última película, Batman vs. Superman: El origen de la justicia, era una labor interminable. La dinámica de superhéroe y villano es casi la misma (los héroes harán cosas de héroes, pues), pero al menos hay caras nuevas y la Mujer Maravilla no está tan relegada como en ese filme. La trama es una mezcolanza confusa de ruidos, embrollos visuales y muchos insectos digitales asesinos aunque, de vez en cuando, se entrevé algo de vida.

La última vez que apareció en una película con su nombre en el título, Superman (Henry Cavill) aparentemente murió, un giro dramático que ni el espectador más ingenuo se iba a creer. Entonces —claro— está de regreso, después de algún tiempo porque primero tiene que unirse la banda. Tras avistar algo siniestro, Batman o Bruce Wayne —interpretado con un gruñido sepulcral y una barba incipiente por Ben Affleck— toma la batuta. Es el gerente insistente y el anfitrión de ceño fruncido; el que tiene el escondite impresionante, los vehículos geniales con pantallas por doquier (una dice “Daños críticos” en un momento de gran sinceridad) y el mayordomo encantador (Jeremy Irons como Alfred); también es aburridísimo.

Un Affleck muy musculoso de nuevo rellena el traje de cabo a rabo, pero el disfraz le queda muy grande con respecto a la personalidad de Batman (o de Bruce). Batman-Bruce claramente tiene una atracción no correspondida hacia la Mujer Maravilla, Diana Prince (Gal Gadot, encantadora), lo que lo hace tartamudear cual puberto. (Ella tiene muchas otras cosas en qué concentrarse). Él tiene dinero y algo de sentido de humor, incluidos chistes sobre su riqueza que desatan una de las pocas risas decentes de la película. Affleck, un actor que por lo general es interesante cuando tiene qué hacer y alguien lo impulsa (como en Perdida), necesita algo de más sustancia —o, por lo menos, más chistes— si es que su Batman alguna vez va a cuajar.

Por el momento, su batitaciturnidad en Liga de la Justicia no se siente suficientemente motivada o justificada; le faltan los matices del personaje de El caballero de la noche o hasta de la versión de las películas de Lego. Es una lástima, aunque importaría más si su papel fuera de mayor valía.

Pero Liga de la Justicia trata sobre la solidaridad, no del vuelo solitario, por lo que buena parte de la película está dedicada a presentar a los nuevos jugadores: Flash, o Barry Allen (Ezra Miller), el listillo veloz; Aquaman, o Arthur Curry (Jason Momoa), el tipo duro musculoso y tatuado que vive bajo el agua; y Cyborg, Victor Stone (Ray Fisher), un hombre-máquina hecho de metal y mucha actitud.


Originalmente, la Liga de la Justicia de América fue reunida en 1960, mientras que la película se desenvuelve en la actualidad… o al menos una versión similar. El mundo está en duelo por Superman, al igual que Louis Lane (una Amy Adams llorosa y desperdiciada). Pero todo está por empeorar, porque obviamente debe suceder eso, lo que lleva a Batman-Bruce y a Maravilla-Diana a reunir al trío antes mencionado. Algunas de las mejores escenas de la película tratan la introducción de estos personajes, que llegan a contar sus historias —de Atlantis y de ciudades llenas de infortunios— mientras muestran sus poderes e idiosincrasias, cual desfile de belleza.

Liga de la Justicia encuentra un buen ritmo en cuanto queda establecido el equipo. Mientras Batman-Bruce se preocupa y Maravilla-Diana sonríe, los novatos buscan sus posiciones. Flash tiene los mejores chistes y Miller logra que la mayoría de ellos sean graciosos, en buena medida gracias a su actitud de fanático asustadizo. En ocasiones es muy “Ay, caramba”, pero también es muy humano, y Miller te mantiene absorto, al igual que Momoa (conocido por Game of Thrones), quien se mueve bien entre la comedia y la seriedad. Cuando Aquaman se toma toda una botella de licor antes de sumirse al mar, la película logra esa mezcla clásica de los cómics de suma seriedad con levedad burlona.

La presencia de Cyborg no es tan animada, pero eso tiene sentido para un personaje que es parte restos y parte historia triste que Fisher presenta con una pesadez palpable y de manera cabizbaja. Su atuendo de una sudadera con gorro evoca la presencia de Trayvon Martin (un joven negro que fue asesinado cuando caminaba por la calle) y le da un significado mayor al que la película puede —o quiere— explorar. Al igual que las referencias a una catástrofe venidera que de cierto modo sugieren implicaciones mayores, la chamarra sugiere que los cineastas todavía intentan reflejar algo del mundo real a la vez que buscan crear un universo ficticio que pueda ofrecernos una escapatoria temporal.

Gal Gadot como la Mujer Maravilla en «Justice League» Credit Warner Bros. Pictures

Snyder, desafortunadamente, todavía está comprometido con colores oscuros y de poca saturación, así que las escenas de acción caóticas y poco imaginativas parecen durar una eternidad. Pero los toques de humor en Liga de la Justicia aligeran el tono y son un alivio después del funesto Batman vs. Superman que Snyder terminó por arruinar con una duración de dos horas y media. (Liga de la Justicia dura apenas un poco menos, dos horas).

Con un guion de Chris Terrio y Joss Whedon, la nueva película deja claro que la saga todavía busca su camino y personajes que, aunque no vayan a tener tantas dimensiones como los de Marvel, podrían ser más perdurables (y enriquecedores). Tiene justicia y tiene chistes y, aunque le vendría bien algo más de ligereza y escenas en las que los protagonistas solo pasan el rato, es un buen inicio.

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