Sor Juana Inés de la Cruz, poetisa muerta por una epidemia

Un día como hoy, Sor Juan Inés de la Cruz partió del mundo en medio de una epidemia. Te contamos al respecto.
México Desconocido

Sor Juana Inés de la Cruz, la poetiza más importante de la historia de México fue arrancada del mundo por una epidemia. Corría el año de 1695 cuando el brote de la enfermedad traspasó los muros del convento de la Orden de San Jerónimo.

La “peste” era común en los conventos del siglo XVII, en gran medida por la falta de higiene. Sumado a lo anterior, las mortificación y flagelaciones corporales eran fuente de constantes infecciones, las cuales tardaban en sanar ante la falta de antisépticos.

La época era terrible: la pobreza, las guerras locales y desastres naturales convertían en un reto sobrevivir durante la Colonia. En su vida, la Décima Musa sufrió dos periodos de enfermedad. El primero de ellos surgió durante su juventud, época en que perteneció a la Orden de las Carmelitas Descalzas. Debido a que la regla monástica poseía un fuerte rigor, las enfermedades tenían un crecimiento exponencial.

Los ayunos estrictos y la carencia de agua que los conventos más pobres padecían, los convertían en un punto para la propagación de enfermedades entre las reclusas.

La epidemia en la Orden de San Jerónimo

Al interior de los monasterios y conventos se replicaban los problemas de la sociedad novohispana. Debido a problemas constantes de salud, Sor Juana Inés de la Cruz realizó votos en la Orden de San Jerónimo, en la cual pasó a vivir con los privilegiados.

Sepulcro de Sor Juana Inés de la Cruz en el Claustro de Sor Juana

El convento de la Orden de San Jerónimo era abundante en agua, misma que llegaba vía el acueducto de Chapultepec. Ahí Sor Juana vivió en un apartamento de dos pisos con biblioteca propia. Además, tuvo la asistencia de una esclava.

Para recibir asistencia médica, se anunciaba la llegada del barbero o cirujano con el replique de campanas. Las monjas se resguardaban celosamente para evitar convivir con los hombres, y la aplicación de remedios era vigilada por las superioras.

Por cuestión de pudor cristiano, la curación del cuerpo no era común. Las monjas eran tratadas con todo tipo de ungüentos, jarabes y hierbas. Por su puesto, los antibióticos no existían.

De acuerdo con Diego de Calleja, cuando la epidemia azotó el convento mataba a una de cada diez infectadas. Durante las pestes, las monjas tenían la posibilidad de irse del convento, pero Sor Juana decidió quedarse para ayudar a sus hermanas. Al poco tiempo enfermó.

Juana Inés de Asbaje sufrió fiebres durante tres días; la peste acabó con su vida. La causa de la epidemia aún no ha sido confirmada ni se tiene noticias de que estuviera extendida por la Nueva España.

Se trató de un evento local al interior del convento. En medio del silencio impuesto por el clero masculino, Sor Juana Inés de la Cruz abandonó el mundo un 17 de abril de 1695 a los 46 años.

“y aunque llega la muerte presurosa
y tu fragante vida se te aleja,
no sientas el morir tan bella y moza:

mira que la experiencia te aconseja
que es fortuna morirte siendo hermosa
y no ver el ultraje de ser vieja.”

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