Un rincón de humanismo en la selva urbana de Tuxpan

 Albergue «Elena Ramírez de Hernández»,  ha dado asistencia social a 69 mil huastecos

 

Por Inés García Nieto

 


A  la una de la tarde empieza a servirse el alimento preparado el caluroso miércoles 12 de octubre de 2011.

 

En el comedor del albergue “Elena Ramírez de Hernández”, dos voluntarias vicentinas Santa Luisa de Marillaven llegar a un hombre de unos 60 años. Lo saludan, piden su nombre y buscan en la libreta donde cada día anotan los desayunos, comidas y cenas que se proporcionan a los familiares de los pacientes del hospital “Dr. Emilio Alcázar” de la Secretaría de Salud de Veracruz, en Tuxpan.

 

El hombre se sienta y recuerda que ya tiene dos semanas fuera de su ejido perteneciente a Tempoal. A la vez que recibe el plato de sopa, relata que llegó a Tuxpan porque a su esposa la operaron de la vesícula, pero el líquido se le regó en los intestinos y se puso muy mal. En Tuxpan no conoce a nadie y los médicos le dijeron que debía comprar medicamentos para su esposa porque, no sabe o no entiende, no recibirá los medicamentos otorgados por el Seguro Popular. El hombre supo del albergue, que está calle abajo del hospital, y ahí preguntó si le podían ayudar. Y no solo fue auxiliado con los medicamentos más urgentes, sino que supo que ahí podía llegar a comer, a dormir y a bañarse, pues venía de lejos.

 

Miriam Morales Mora, presidenta de las Voluntarias Vicentinas Santa Luisa de Marilla AC, asociación religiosa que atiende este albergue creado hace 12 años por un grupo de mujeres que se conduelen del dolor ajeno, relata parte de la historia:

 

Elenita Ramírez, la esposa de don Pedro Hernández fue una de esas mujeres altruistas. Pidió apoyo económico a su hijo Roberto para comprar este edificio, y dar vida al albergue vicentino. El compromiso era darles casa, comida y un lugar donde dormir y  asearse, y hoy se sigue haciendo la misma tarea.

 

Hasta el día martes 11 de octubre se han abierto las puertas del albergue a 69 mil 588 personas procedentes de toda la zona norte, de municipios muy golpeados por la pobreza, y sus muchas enfermedades tienen que ver con lo difícil que es su vida en las montañas y el campo.

 

Miriam Morales quien el 12 de octubre es apoyada por la vicentina Rosa del Ángel Azuara, precisa:

 

Hay casos muy tristes porque hay personas que no hablan el español, solo el huasteco, o náhuatl, y hay que entenderles con la ayuda de Dios. Ellos no saben cómo preguntar, cuál es el diagnóstico del paciente, qué medico lo está atendiendo, y cuál es el pronóstico del enfermo.

 

Qué es lo más triste o difícil que le ha tocado ver en esta tarea o deber de ayudar al necesitado, se le pregunta:

 

Es muy triste ver cómo esos hombres se sienten tan angustiados e indefensos en este mundo, en este ambiente tan diferente al suyo; ver que su ignorancia los inmoviliza y no se atreven a preguntar al medico que atiende a su familia cómo se llama, cómo está el enfermo. Nosotras entonces hacemos uso del sentimiento y la razón, y les ayudamos lo más que podemos.

 

 


Explica Miriam Morales: 

El servicio prestado a los hermanos de la huasteca es posible porque recibimos donaciones en especie de la comunidad, que nos trae ropa, medicamentos y pañales desechables, pues a veces hay niños o ancianos muy graves que los necesitan con carácter de urgente, y entonces no podemos decir que no tenemos las cosas.

 

Miriam Morales y Rosita del Ángel y otras  13 voluntarias vicentinas agradecen el apoyo prestado por los grandes y medianos centros comerciales instalados en Tuxpan, porque sin ellos no podríanbrindar todo ese apoyo que desde septiembre de 1999 se comprometieron a dar a las personas más necesitadas de Veracruz.

Dice finalmente que los alimentos que tres veces al día se otorgan a los huastecos norveracruzanos tienen una cuota de recuperación 15 pesos, y con ese monto ellos reciben también un cuarto para dormir, y un espacio dónde guardar y lavar su ropa.

 

A las 13,15 horas, el campesino del ejido El Hule del municipio de Tempoal, ha terminado de comer la sopa y a su lado está el guisado, el agua de guayaba y un cestito de tortillas calientitas.

 

En cuanto termine de comer regresará al hospital para seguir acompañando a su esposa, y ver qué le dicen los médicos sobre su mejoría.

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