Viudos llorones

Por Andrés Timoteo/Texto Irreverente

Hay cosas que por decoro y  sobrevivencia política no se deben de decir. Una de ellas es evocar al pasado para descalificar el presente, sobre todo cuando lo vivido anteriormente fue nefasto y hasta mortal. En Veracruz hay políticos que se aventuran a exhibir su nostalgia por los que se fueron, aunque estos sean los responsables del desastre financiero y humanitario que se tiene.

Esos nostálgicos –que también abundan en la prensa- llegan al extremo de montar en un pedestal al exgobernador Javier Duarte de Ochoa y a su impresentable antecesor. ¡Los ponen de ejemplo para intentar sostener la falacia de que el pasado era mejor!  Así hizo el fin de semana  la zacatecana Rocío Nahle, diputada federal por el Morena, quien afirmó que “(Javier) Duarte no llegó a tanto como está llegando Miguel Ángel Yunes, agregado que hoy hay ‘más autoritarismo’ que antes.

Vaya con esa declaración tan aventurada  porque a falta de argumentos políticos se recurre a la comparación peligrosa y a la evocación de los malvados para ponerlos como ejemplo de acción de gobierno. Acaso la diputada de Morena olvida los miles de desaparecidos y muertos en los doce años de fidelidad, que se dieron no porque las autoridades fueran rebasadas por la ola de violencia –como se pudiera afirmar hoy- sino porque eran directamente cómplices de las organizaciones delictivas  y porque las policías estatal y municipales, así como agentes ministeriales y jueces estaban al servicio del crimen organizado.

La ligereza verbal de Rocío Nahle es ofensiva. Dice que con Duarte se estaba mejor, entonces, ¿hay que entender que era mejor cuando los funcionarios estatales se robaban el erario estatal, amasaban fortunas y despojaban al pueblo de programas sociales que legalmente les correspondían? Y si se habla de la actividad en el congreso local, ¿para Nahle era bueno que no hubiera discusión ni rebeldía en la legislatura y que todos estuvieran ‘planchados’ por Duarte y el innombrable?

Y no se defiende a los actuales diputados locales del PAN y del PRD quienes resultaron verdaderas calamidades y convirtieron al congreso local en una zahúrda y son indefendibles. Pero las palabras de la zacatecana Rocío Nahle tampoco deben generar extrañeza porque no es la primera ocasión en la que evoca a Duarte, extrañando su sexenio. No, tal declaración aberrante es el resultado de esa alianza maligna entre Morena y el PRI –el famoso PRIMOR- que en el 2016 le dio tantos resultados a su partido.

Claro, Duarte y los fidelistas no se metieron  con Morena porque eran aliados no oficiales. No los ponían en evidencias, ni les abrían investigaciones por lucrar con ayuda pública ni con las prerrogativas en el congreso local. Al contrario, los ayudaron con operación electoral para que su candidato a la gubernatura, Cuitláhuac García, remontara en la votación de forma artificial en el 2016. Por  boca de Nahle no habla la  oposición ni la izquierda ni los progresistas sino los convenencieros.

Es la añoranza del pasado que los benefició aunque éste fuera mortífero para los demás. Declaraciones similares han emitido personajes como Héctor Yunes Landa –ese que decía que añoraba ser como el innombrable y que Duarte era su “jefe político- y  el peroteño José Yunes Zorrilla. Los viudos de Duarte y el innombrable muestran sin pudor su añoranza del pasado frente a los ocho millones de veracruzanos damnificados por ese personaje. Eso se llama impudicia política.

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